Incendiaria en combustión

Un bisturí en cada poema

Existe la palabra-exilio, la palabra-terrestre, la palabra-silencio, la palabra-incisión, palabra-bisturí… Poesía bisturí. Así es como se define la palabra cruda y desolada, desnuda y terminal del poeta gallego Lois Pereiro (Monforte, 1958-1996) a quien el 17 de mayo de este 2011 se dedica el Día das Letras Galegas. La decisión de la Real Academia Galega de homenajear a este autor monfortino, «punk callado e irónico», muestra un gesto necesario de saltar temporal y estéticamente en su línea de conmemoraciones y recuperar la figura de uno de los poetas representativos de la eclosión creativa de los 80.

«Cuspídeme enriba cando pasedes/por diante do lugar no que eu repouse/enviándome unha húmida mensaxe/de vida e de furia necesaria». En el otoño de 1995, Lois Pereiro escribía estos versos que componen el poema «Poderíano escoller como epitafio» y que actualmente lo acompañan sobre su tumba. Es este un texto que se incluye además dentro del espectáculo MundoLois que el 4 de marzo se estrenó en Vigo de la mano de la co-producción entre las sociedades Filmanova, Nordesía y Kachet. Junto con el señalado poema, incluido en el poemario Poesía última de amor e enfermidade, forman MundoLois la antología Poemas 1981-1991, Náufragos do paraíso y el ensayo Modesta proposición para renunciar a facer xirar a roda hidráulica dunha cíclica historia universal da infamia.

Palabra como imagen visual, imagen visual como idea y escenografía, música en directo y presencia actoral son los pilares sobre los que se asienta este proyecto ideado por Antón Reixa y que Lino Braxe dirige e interpreta junto a la actriz Antela Cid. Es MundoLois un proyecto ambicioso dedicado a este mito contemporáneo que la muerte acechó bajo la sombra del SIDA -y arrastró como envenenamiento por aceite de colza desnaturalizado- hasta quedar convertida en eje central de su universo.

En cuanto al apartado espectacular de MundoLois, ecos punks y estética pop atraviesan este trabajo en el que predomina una construcción audiovisual perenne que se arriesga a obnubilar la palabra poética. De igual modo, la superposición de estímulos por la que se decanta la dirección acaba por generar una sensación de acumulación que se arriesga también a despistar la atención de esa misma palabra desnuda, herida y rabiosa. Y ante ese riesgo de saturación surge una pequeña pregunta: ¿cuál es la razón de tal horror vacui ante un material tan valioso? Tal vez la palabra llena de consciencia de vacío de Pereiro sea la respuesta.

MundoLois descubre al público la enfermedad, la confesión, el amor, lo universal de un poeta al rescate de fuentes en las que resuenan Shakespeare, la literatura germana o el cine francés. Y así llega a Arán, recorre Sestao, viaja a la cuenca del Rhur, sueña Bernhard, piensa «Rohmer nas nosas vidas: describir sutilmente de que xeito vai medrando a herba arredor delas» y se queda alerta y vigilante para que la vida no le sorprenda jamás «desprevenido caldo e neutral».

Este MundoLois es un espectáculo que descubre una voz cruda, un dolor agudo, un sufrimiento vitalista, una crónica existencial dicha en primera y en última persona. Es el de Pereiro un mundo donde el naufragio está presente; un mundo donde el náufrago sigue nadando, sigue llorando y sigue salivando sin distinguir sus lágrimas ni su saliva del resto del océano. Y aparece así una nada total en la que estar «vivindo un soño repetido nas noites dos que me siguen querendo», como diría el poeta.

No son extraños los espectáculos nacidos a partir de un texto poético. Será que la escena ofrece una forma interesante de acercarse a la poesía. Será por el grado de abstracción que permite, por las imágenes que evoca, por el mundo no aristotélico y asociativo al que conduce. Será porque Brecht también era un gran poeta y la poesía también divierte y permite pensarse desde otra persona. O porque la poesía, como el teatro, es tan necesaria sin necesidad de actores que acorralen a los viandantes con la lectura de poemas.

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