Críticas de espectáculos

Valle-Inclán por las calles de Madrid

Era el 23 de abril del 2002. A las 7 de la tarde, en Casa Ciriaco, de Mayor 84 en el Madrid, castizo, para celebrar la «Noche de Max Estrella», es decir, un homenaje público que, año tras año, se le rinde a don Ramón María del Valle Inclán, callejeando por aquellos rincones donde arrastró su trágica bohemia, fruto de la incomprensión de sus coetáneos, y en donde hay una placa recordatoria en cada lugar, hasta en un Banco, no sabemos por qué.
Era el 23 de abril del 2002, a las siete de la tarde, cuando un numeroso grupo, iniciado por Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Centro Dramático Nacional, el infatigable autor Ignacio Amestoy, nos hicieron recorrer, a pie, los mismos santos lugares que frecuentaba Valle (murió en 1936) deteniéndonos, místicos, ante las lápidas del itinerario, ante la misma incompresión de los españoles de hoy. Ni un representante del Gobierno, ni un edil del Ayuntamiento, tal vez porque Álvarez del Manzano opine que, dado que el señor Valle Inclán era gallego, el protocolo le correspondía a Fraga, y que todo eso de las placas en los edificios del Madrid antiguo, le corresponde a Gallardón. El caso es que los motoristas-guardaespaldas de la Cada de la Villa, nos dieron un susto de muerte con sus sirenas, al intentar disolver la manifestación artística de la calle Mayor. Más tarde, ya en la Puerta del Sol, nos lanzaron los autobuses encima, abriendo las espitas de su polución en nuestros refajos. Pese a todo el viacrucis continuó, parándose ante cada lápida, para que un escritor, o un actor, nos arengara con unas palabras.
En uno de los «pasos», yo volví la cara y me encontré con el mismísimo Alfonso Guerra, confundido en el grupo, andando como los demás, para rendir su tributo al gran autor. Ante nuestra estupefacción, alguien dijo que venía en representación del Gobierno. No sería así, pero era el único ex-gobernante y el único político que acudió al acto. ¿Qué pasa en la Administración que tenemos? ¿Por qué ese desprecio a los intelectuales, a los artistas, a la gente del teatro? ¿Tal vez porque piensan? Pero ¡calla que esto se anima! que vamos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, antigua Gobernación. Alicia Moreno, la hija de Nuria Espert, toma la palabra para decir que esto ya no son mazmorras, si no un palacio, y que aquí dejamos entrar y tambien salir. Gallardón no tuvo el gesto de asomar la cara. Estaría reunido, ocupado, de viaje, como dicen todos los señores importantes cuando estan leyendo el periódico, o tocándose las narices o tomando el aperitivo que les sirve la camarera de turno. Allí fué el turno de Manolo Gomez Vega, el de la tertulia Garibaldi. Dijo que allí iba a hablar para hacerle cinco cargos a la ilustre dama que le había precedido. El primero fué de milhojas, el segundo de napolitanas, el tercero bambas de nata, el cuarto…en fín, pasteleó. ¡Qué ocasión tan magnífica perdida! Pero no todos tienen vocación de heroes, digamos en su descargo. Por las mazmorras, claro.
No quiero terminar esta crónica de urgencia sin destacar a la exquisita actriz Maria Jesús Valdés, que hizo todo el recorrido y a quien tuve ocasión de saludar y felicitar por su último trabajo escénico «Carta de amor», insuperable, a no ser por ella misma, en el Museo Reina Sofía, y a su director Juan Carlos Perez de la Fuente que, con todos los medios, esa es la verdad, pero realizo una «puesta», tan brillante como llena de sensibilidad.
La gente, pese al partido de fútbol, Barsa-Madrid, inundaba el centro de la ciudad, y nos miraba con extrañeza, no exenta de incredulidad, diciendo «Son de la tele», «No -dijo alguien volviéndonos la espalda-, que son del teatro». Mas asombro aún. Tan incomprendidos siempre como en los peores tiempos de Valle Inclán.

OTRO SI: 24 de abril del 2002. Descubrimiento de una placa para Adolfo Marsillach en el edificio donde vivió y murió. Ahora vemos que no era casualidad. Allí estaba otra vez Alfonso Guerra, el único político que hoy en día le sigue interesando el teatro. Mi respeto, admiración y felicitación para su persona. P.V.

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