Rebel delirium

Veneno del bueno

Según se desprende de un artículo sobre la censura teatral en el País Valencià publicado recientemente en la revista «Hamlet», el tándem artístico que forman los hermanos Rodolf i Josep Lluís Sirera no recibe ninguna llamada desde ningún teatro público de Valencia desde 1995. Sus obras son todo un símbolo vivo del teatro independiente valenciano, pero a pesar de su prestigio dentro y fuera de su territorio, parece que a algunos les resultan muy incómodos. El artículo nos recuerda que la única obra programada en una sala pública durante todo este tiempo ha sido «Raccord» (2005) en el Teatre Nacional de Catalunya. Precisamente con esta obra, Rodolf Sirera ganó el Max de mejor autor teatral en catalán o valenciano. En 2007 lo volvió a ganar en la misma categoría pero con la obra «El verí del teatre». De este texto hablamos hoy.

La joven directora Sílvia Ayguadé ha montado recientemente en The Albany una lectura dramatizada de «El verí del teatre» (1978), traducida en inglés como «The Audition». Me sorprendió muy positivamente ver que esta directora catalana había escogido esta pieza clásica de Sirera para montarla en una pequeñita sala del sur de Londres. No es la primera vez, en 1988 Astrid Hilne la dirigió en el Gate Theatre de Notting Hill. Durante la lectura pensé en el exilio interior que sufren muchos dramaturgos valencianos como los hermanos Sirera, Manuel Molins o Josep Lluís Fitó. El título y el argumento de esta obra, ha acabado siendo de una forma metafórica la vida teatral de estos dramaturgos. Sus obras han sido veneno («verí»), pero las instituciones valencianas se han tomado el antídoto a tiempo, mostrándose inmunes a las mordidas inteligentes al poder que les han lanzado estos autores. Es muy bueno que los nuevos directores independientes se acuerden de ellos, aunque sea desde el exterior.

«El verí del teatre», en palabras de Benet i Jornet, «es la historia de una transgresión». «En teatro, continua, como en cualquier otra faceta de las artes, uno lo que hace es comentar o reproducir la realidad, pero no se puede dar la realidad misma. El arte es artifico». En esta obra, el personaje del marqués, le pide al otro personaje, que es actor de profesión, que interprete el papel de la obra que acaba de escribir. Y lo tiene que hacer hasta las últimas consecuencias, rompiendo así, la convención teatral. Para forzarlo a esta situación, el marqués no dudará en llegar hasta el asesinato.

La obra habla del hecho teatral, de la ficción y la realidad. En un momento, cuando el actor hace un primer ensayo del texto que tiene que recitar, el marqués le dice algo así, «¿cómo puedo creerme lo que estás diciendo, si no veo lo que de verdad siente tu personaje?». Los dos actores, Edward Cartwright y Ryan Hurst, hacen un gran trabajo. Se trata de una lectura y se ayudan de vez en cuando del texto que llevan en la mano. Ayguadé ha prescindido de la rigidez de los los habituales atriles que hay en la mayoría de las lecturas y ha situado la obra en un tiempo más moderno que en la versión original. Ambas cosas, sumadas a la excelente dirección de los movimientos escénicos, hacen que el conjunto se parezca mucho más a un montaje teatral que a una lectura. ¡Enhorabuena!

Esta obra se representa en el marco de «Play Things», un programa de entrenamiento producido por la organización «Stone Crabs Theatre». El programa consiste en una de serie ejercicios prácticos tutorizados que permite a los jóvenes directores seleccionados, desarrollar y practicar sus habilidades de dirección, producción y gestión de proyectos. El ciclo es sensible al descubrimiento de directores y autores no ingleses, algo que Ayguadé seguro que ha sabido aprovechar.

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