Zarandeados en Cangas
Este año, el 42.º Festival Internacional de Teatro Cómico y Festivo de Cangas do Morrazo me pilló a tope de trabajo. Solo pude ir un día. ¡Pero qué día!
Tenía tanto que hacer que llegué con la función ya empezada y salí corriendo, como si la vida se agotase, igual que les había ocurrido a los personajes, al final de la función, en el oscuro, cuando actrices y actores no salieron a saludar.
Desde donde conseguí aparcar, hasta el Auditorio Municipal Xosé Manuel Pazos Varela, aún quedaba un buen trecho, casi al otro lado de la villa. Llegué corriendo, entré por la primera puerta lateral. El público estaba a oscuras y, bajo un cenital, desde el escenario, un actor con el estilo de Max Estrella —ese visionario ciego, escritor bohemio, de la obra maestra del de Vilanova de Arousa— soltaba frases filosóficas que centelleaban como un rayo. No era Max Estrella, sino el personaje al que los demás apodaban idiota y que citaba a Dostoievski y Shakespeare, que cargaba libros viejos y una silla de ruedas, como la barca de Caronte.
«Todos los ángeles alzaron el vuelo» es la última obra de La Zaranda, la ya histórica compañía de teatro, que se adapta a los tiempos sin perder su sello inconfundible, que se manifestará de nuevo en este espectáculo.
Todos los ángeles alzaron el vuelo y la tierra quedó desprotegida y sin un ángel, expuesta a la depredación más vil y a su autoaniquilación.
Nos conmovió la belleza tétrica y pictórica, junto con el humor cruel y tierno, tan característicos de esta compañía. Teatralidad consciente, aprovechando el juego como figura retórica, para que los personajes desahuciados, descartados, desafortunados y vagabundos (las dos prostitutas; los proxenetas: el chulo y el exconvicto; el idiota que menciona a Dostoievski y Shakespeare y acarrea libros viejos) puedan relatar/(re)flexionar/reflejar el mundo a través de un puticlub, y convertirnos a todos en una metáfora de los puteros.
Ahí es donde se enhebran las relaciones egoístas de explotación, marginación, abuso y conveniencias diversas…
Un espectáculo maravilloso y terrible, en el que en innumerables ocasiones estamos a punto de reír, pero la risa se congela y no puede salir, porque eso, aún atenuado por la retórica teatral, es atroz. Sobre todo, porque sabemos que la realidad, señalada en escena, lo es aún más. Un espectáculo maravilloso y terrible, en el que la coreografía y la danza son el ángel que se integra en ese estilo tan característico de La Zaranda, que puede recordarnos al Beckett de los payasos y a la marionetización y la objetualización de Kantor.
El final fue contundente, con el escenario como un agujero negro, ante los aplausos de asombro y consternación que se sintieron en la sala. Zarandeados porque todos los ángeles alzaron el vuelo.