La voz antigua

Cruces gamadas

Iba a hablar de los retornos, de estar siempre volviendo y no acabar de irse, de esos viajes, tras los cuales, como dice la canción, nos encontramos con otros vistiendo nuestros cuerpos, iba a hablar de los colores del desierto y de la belleza de la luna y la estrellas en un cielo que en mitad de la nada parece más infinito a pesar del frío.

Iba a hablar de esa noche en la que tras un trance escénico a través de los cuerpos de otros, decidí dedicarme al teatro: como técnico, como tramoyista, como ayudante de dirección, como actriz, como fuera, de lo que fuera, daba igual el medio, quería participar en la medida de lo posible en la creación de momentos cómo aquellos que acababan de acontecer ante nuestros ojos, era Bilbao, 2008, era el Teatro Arriaga, era Barroco, era Tomaz Pandur, recuerdo no dormir aquella noche, ni la siguiente porque hice doblete, recuerdo el andar alucinado por las calles de Bilbao hasta que pasó el efecto levitativo de tanta belleza.

Iba a hablar del estupor al encontrar en un periódico su repentino fallecimiento, se fue, Tomaz Pandur.

Iba a hablar de «La Marcha de las Mujeres», la mesa redonda que este 14 de abril dio apertura al ciclo de teatro «Mujeres de Papel» organizado por el Nuevo Teatro Fronterizo en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, en el que se trabajará sobre personajes femeninos de la literatura que rompieron en su momento los estereotipos establecidos para la mujer en aquellos y en estos momentos, personajes que contribuyeron a la visibilización de la mujer en el siglo XX, mujer que a veces en el siglo XXI todavía sigue (seguimos) ausente(s) o invisibilizada(s).

Iba hablar, tras largos meses de silencio, de todas esas cosas y muchas más…

Y me encuentro por el contrario hablando de cruces gamadas, y de asaltos nocturnos a lugares de memoria, hablando de profanación y burla macabra en un país en el que, en lugar de recordar y construir, se olvida y destruye.

Me encuentro hablando de las cruces gamadas que aparecieron en los pechos de bronce de las estatuas de las mujeres que homenajeaban la memoria de sus muertos, me encuentro hablando de los eslóganes fascistas que aparecieron sobre las lápidas de cemento que se encuentran sobre lo que ahora cementerio civil, fue anteriormente fosa común, en Lardero, en la Rioja, en «La Barranca». Cuando en el 36, se les empezaron a acumular los muertos decidieron buscar un sitio donde poder matarlos y enterrarlos, todo junto, rápido y sin testigos, y encontraron un barranco, «La Barranca», y ahora 80 años después de aquellos muertos, me encuentro hablando de las cruces gamadas impuestas sobre sus nombres inscritos en la pared, sobre esos nombres que pueblo por pueblo, fecha por fecha y con nombre y apellido abren la ventana a la espeluznante realidad de un verano sangriento que acabo en masacre.

Hablo porque necesito hacerlo, y porque no podemos quedarnos callados, ni en la calle ni en la escena, porque los muertos, y los vivos, se merecen un respeto, las madres, las hermanas, las hijas, los hijos, los padres, los hermanos; hablo porque todavía hay personas que todavía se niegan a condenar acciones de este tipo, acciones de sujetos sin identificar que en una macabra celebración del 14 de abril profanaron un lugar de recuerdo con sus cruces gamadas. Ellos escribieron sobre las lápidas «pasamos y pasaremos» en su alegoría fascista, eso habrá que verlo.

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