Festivales

El proceso de nombramiento de la dirección artística del FIT de Cádiz 2021

La transparencia del mal, el corporativismo político, la ignominia. 

In memoriam, querido FIT de Cádiz.

 

En el FIT 2019 padecimos una siniestra puesta en escena, el beso de Judas, funcionarios aplaudiendo a quien luego desacreditaron con violencia simbólica, moral e institucional. Con alevosía, desvalorizaron y deconstruyeron la identidad de un festival que se forjó durante tres décadas, también a su director, Pepe Bable. En aquel escenario se presentó la escaleta del proceso administrativo “concurso para la dirección artística”, de manera coherente con la pulcritud que plantea Rodolfo Kusch y la transparencia del mal que describe J. Baudrillard. 

 

Se obstinan en reproducir el discurso de la pulcritud quienes incumplieron con sus tareas como funcionarios, porque no publicaron la convocatoria del concurso durante dos años: un cargo que cesaba por jubilación, una vacante totalmente previsible. 

La pulcritud del concurso público se destacó por la expulsión de todas las voces latinoamericanas, de los participantes del festival a escala internacional y de la ciudadanía gaditana. Todas las notas que solicitaron una dirección artística que acreditara conocimiento sobre el festival y el teatro latinoamericano fueron literalmente descartadas. Ni siquiera se ocuparon de integrar al Comité Asesor del propio festival. En su lugar, convocaron a un comité de selección de proyectos, mayoritariamente, sin vinculación con la gestión cultural ni las artes escénicas latinoamericanas y, por supuesto, todos peninsulares: no vayamos a filtrar el hedor de allende los mares con el pulcro procedimiento de selección. 

Ni tan pulcro, ni tan eficiente. Se incumplieron las bases de la convocatoria que publicaron. En primer lugar, terminado el plazo de presentación jamás publicaron lista de admitidos/no admitidos y, por tanto, no pudimos ejercer el derecho a subsanar defectos. Por supuesto, nunca publicaron el orden de mérito y tampoco la terna de finalistas. Nos enteramos del resultado por la prensa, porque eso sí lo hacen muy bien. En segundo lugar, el objeto de la convocatoria explicita claramente que tiene por finalidad la selección de LA PERSONA (singular) que ocupará la dirección del FIT. Resulta que ganaron dos personas la dirección, cuando el cargo está regulado por un salario destinado a una sola persona: así se establece en las bases. 

¡Increíble! ¿Pagarán dos sueldos? ¿Repartirán el mismo sueldo para dos personas? Esto es de dudosa pulcritud administrativa. Si sumamos los incumplimientos de las bases de la convocatoria, parece fraude. Sí, eso parece. La pulcritud debe ser el resultado de un fabuloso disolvente de opacidad, nepotismo, corporativismo político y grandes dosis de soberbia, ¿no es cierto? 

Los funcionarios de Cádiz hacen el ridículo, instalan en la prensa la supuesta “eficiencia, transparencia y pulcritud” de un concurso público que no cumplió ni con su propia normativa. Me repugna que la izquierda recurra a las mismas estrategias perversas de la derecha y el neoliberalismo: negar la evidencia, imponer la circulación de información capciosa, recortada solo para dibujar el escenario que justifica su práctica política.

Es claro que la pandemia “billetera mata ideología” corre pari passu al corporativismo político en Cádiz, al menos respecto al concurso de la dirección artística del FIT. Me duelen el FIT y los fraudes de la Administración Pública, especialmente cuando se gestan en Gobiernos de “supuestos” compañeros, que  pervierten una ideología que profeso. Pero no comulgo con ruedas de molino y no le temo a las “represalias” de una Administración que solo brinda oportunidades a quienes pagan con la obsecuencia y favores. Pierre Bourdieu lo llamaría “sociedad de bombos mutuos”. En este caso, sería una migración de las dinámicas de posicionamiento del campo cultural al ámbito de la política del oportunismo. Lamentable. 

Baudrillard señalaba la “transparencia del mal” en 1990. Es terrible que la izquierda se preste a esta etapa fractal del valor, que use las mismas estrategias que la derecha, que se acomode al poder del “centro”: (léase), un INAEM que quiso acomodar a sus pollitos en la periferia (Cádiz). Eso le resulta muy eficiente a las autoridades gaditanas, que no tienen ningún aprecio por el valor de un festival que ha sido durante tres décadas el ensamble de la política pública española con el teatro iberoamericano. 

Porque me muevo en este medio desde hace décadas, conozco a candidatos presentados al concurso, que realmente tienen un ABRUMADOR currículum y experiencia en gestionar festivales iberoamericanos; todos ellos borrarían de un plumazo las oportunidades de competencia de quienes han sido nombrados. Pero nada sabemos, en virtud de la transparencia y pulcritud. Debe ser que durante la pandemia, han estudiado mucho y visto mucho teatro latinoamericano on line, porque claramente no tenían ningún conocimiento sobre este campo en 2020. Finalmente, ¿tenemos que confiar en que no se repetirá en el FIT lo mismo que ocurrió en Madrid con el Conde Duque? 

Dice la Sra. Concejala que se trata del mejor proyecto, con mirada decolonial. Todo es cuestión de fe, no conocemos los proyectos con los que compitieron, porque no han cumplido con las bases de la convocatoria. Respecto a la mirada decolonial, bueno, tendremos que pensar que la pandemia obra milagros, que por obra y gracia del COVID, aquellos que plantearon “desembarco” en Latinoamérica en la edición del 2020 se han transformado en otra cosa. 

Total pulcritud y transparencia. Se trata de ser obsecuentes y hacer mucha prensa, mucha prensa. Quieren un FIT que sea plataforma de redes “con Latinoamérica sin Latinoamérica” y, por supuesto, que este nepotismo (i)lustrado se aplique a la ciudadanía gaditana, es decir, hablemos de políticas culturales de participación ciudadana sin participación efectiva de los ciudadanos. Así nos irá muy bien, pulcros y transparentes seremos, hasta liquidar toda legitimidad y peso simbólico del FIT. En fin, los historiadores elaborarán su relato. ¡Qué ironía, que nuestro alcalde sea historiador!

Mónica Yuste

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