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Estreno de ‘Amor de Don Perlimplín’ en La Seca Espai Brossa

Amor-de-Don-PerlimplinMiguel-Angel-FernandezLa Seca Espai Brossa y la Companyia Perlímplin comienzan el año con una obra de Federico García Lorca, ‘Amor de Don Perlimplín’, que se podrá ver del 11 de enero al 5 de febrero en la Sala Joan Brossa. Genoveva Pellicer dirige una obra que el propio Lorca calificaba como «teatro de monigotes humanos que empieza en la burla y acaba en lo trágico». Manuel Veiga, Almudena Lomba, Anna Briansó y Jordi Sanosa protagonizan la farsa de Lorca.

 

Don Perlimplín, hombre maduro pero inexperto en todos los ámbitos de la vida, accede a contraer matrimonio con la joven Belisa porque así lo exigen las convenciones sociales. Se le abre un nuevo horizonte, el de la pasión amorosa, al contemplar su cuerpo. Es un deseo frustrado «que no puede abarcar». Ella busca en sus amantes la pasión que no le ofrece Perlimplín pero él, que no quiere reaccionar de un modo «calderoniano», urde una singular y perversa trama para lograr su objetivo, conseguir ser amado como él desea…Ése será «el triunfo de su imaginación».

‘Amor de don Perlimplín’ es una farsa para actores que tiene su antecedente inmediato en ‘El retablillo de don Cristobal’ (farsa para guiñol). El paralelismo entre las dos obras es evidente. Pero Perlimplín, a diferencia de don Cristobal, adquiere una compleja dimensión humana de la que carece el grotesco personaje de guiñol. Lorca decía del personaje: «es candoroso y lascivo, bufo y lírico, grotesco y sublime… Perlimplín es una obra tremenda que a mí me divierte mucho. Teatro de monigotes humanos que empieza en burla y acaba en trágico».

La propuesta escénica, según explica su directora, Genoveva Pellicer, «pretende recoger los dos aspectos: pasar del títere, (de don Cristóbal) al hombre (Perlimplín). Se inicia la representación con una introducción donde aparece el parlamento del títere doña Rosita (del Retablillo), y el «director de escena» que corrige la interpretación (un guiño a Lorca, que dirigió su compañía La Barraca por los pueblos de España). Empieza la función Amor de don Perlimplín… La escenografía evoca al guiñol. Pronto los personajes adquieren su dimensión humana, aunque en algún brevísimo momento recuperen la geometría (rigidez y limpieza de movimiento) del muñeco, como una reminiscencia de su otra condición…. Los registros interpretativos se modifican. La farsa inicial (el máximo exponente de la caricatura es la madre de Belisa) evoluciona a la tragedia con toda la profundidad de su realismo».

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