Críticas de espectáculos

L’Hort de les Oliveres/Narcís Comadira/TNC

Literatura teatral con nombre propio

A veces, viendo una obra de teatro ocurre que percibes que estás ante un texto que, siendo o no apreciado en su presente, intuyes que marcará historia en la literatura teatral. Esto pasa con este texto de Narcís Comadira, así como su puesta escena bajo el magistral director Xavier Albertí. Comadira es exigente consigo mismo, es reinvindicativo, actual, no quiere gustar a todos a base de frustar su propio universo dramático. Una obra que no deja indiferente, y que las señoras de peluquería asiduas a la sala no saben si han de decir que les gusta o que no, ¡cuando pasa esto, es magnífico!

La propuesta en general me resuena como una mesurada mezcla de estética rompedora sin salir de su marca provinciana, no me resulta una obra urbana. Creo que esto es por el marco en el que transcurre la historia, y así lo manteniene Albertí de manera exprofesa. Y si bien la escenografía no me cuadra en algunos detalles (por ausencia o por poca visibilidad teatral), por otro lado cumple Jordi Roig con su papel de marco que envuelve historias no-frescas y crea rincones en el escenario que marca claramente para las diferentes acciones y personajes, si bien esos rincones carecen de intimidad que a veces necesité en algun momento; demasiado poco pudor para tanta desnudez de las historias.

El inicio de la historia la dibuja Albertí con ritmo descaradamente loco y abstracto, una abstracción a veces demasiado marcada por el perfil de los personajes. También esta vez deja Albertí transparentar, entiendo, su amor-admiración-apego al piano, muchas veces presente en sus obras, que sabe manejar como elemento no sólo musical sino escenográfico y dinámico. Una frase que marca la entrada en voz del clásico actor de la cartelera catalana Lluís Canut:»Eres viejo cuando te das cuenta que molestas», y Canut lo sabe marcar sin destacar pero existiendo, en cada momento sabe cuál es su papel. Antoni Comas avanza como actor entregado desde su base de cantante lírico que se sabe explotar en todo el contexto balanceado por la buena dirección, se le intuye moldeable y con serena energía. Pero si hablamos de entrega escénica como tal, insisto un vez más en la profesionalidad y generosidad de Oriol Genís, quien nos regala su camaleón actoral que nunca se acaba; aquí es el maestro de ceremonias que todo lo controla y conduce disimulando libertad a los personajes que él mismo crea; Genís nos obsequia con su perspicacia de Puck, fauno, genio-loco-escritor y presentador de emociones. Rubèn de Eguia ha sido para mí todo un descubrimiento de matices y traspaso de texto hacia el público, también regalando momentos muy interesantes sin querer ser más protagonista que su rpopio personaje, que es el protagonista; una frase «No quiero caridad póstuma». No quiero olvidar la plenitud de Mercè Arànega en medio del escenario, llenando toda la atmosfera teatral con la que siempre nos embriaga, no siendo ella sino tambien ella transformándose para cada personaje, la transformación de una gran profesional que se merece todos los premios.

Me quedan ganas de más profundidad en los personajes en tanto que quiero saber más de ellos y de su vida, de sus inquietudes, sueños y frustaciones, queda por explorar sus mundos, una obra para cada uno de ellos, ¡ahí lo dejo Comadira! ….En voz de uno de sus personajes: «La carne es fuerte, es el espíritu que es débil», ¿quién lo dice?…vayan al teatro y me responden!

Anna Jarque

Obra: L’Hort de les Oliveres – Autor: Narcís Comadira –  Dirección: Xavier Albertí – Teatre Nacional de Catalunya- Barcelona , junio 2015

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