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‘Magifique, Tchaïkovski suites’ de Malandain Ballet Biarritz en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia

Los días 1 y 2 de agosto Malandain Ballet Biarritz presenta en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia ‘Magifique, Tchaïkovski suites’ un espectáculo en el que Thierry Malandain asocia los ballets ‘Cscanueces’, ‘La bella durmiente del Bosque’ y ‘El Lago de los Cisnes’ a diversos recuerdos personales.

 

Cascanueces, La bella durmientedel bosque y El lago de los cisnes, ballets que a finales del siglo XIX juntan en el escenario al compositor Piotr Ilitch Tchaikovsky y a los dos maestros de ballet de los teatros imperiales: Marius Petipa y Lev Ivanov, y que fueron publicados como tres suites orquestales que se convirtieron en estándares musicales. Sólo una de las tres suites sinfónicas mencionadas, Cascanueces, fue escrita por el compositor y ejecutada bajo su dirección antes de la creación del ballet completo. Fue con ocasión de una gala, para la que Tchaikovsky eligió las «danzas características» o, dicho de otro modo, las danzas reservadas para «los divertimentos».

Por el contrario, y aunque él tuviera previsto escribirlas también, las suites orquestales de La Bella Durmiente del Bosque y de El Lago de los Cisnes fueron escritas sin su aprobación, tras su muerte. Destinadas a ser tocadas en concierto, proponían una especie de Best of de cada ballet, asociando sin cronología eventual las «danzas características» a ciertos números centrados en los personajes y la acción. En efecto, esa ruptura musical de la intriga no permite materialmente ofrecer una representación visual de Cascanueces, La Bella Durmiente del Bosque y El lago de los Cisnes. Pero ése no es el objetivo. «El teatro es algo óptico. Todo lo que existe en el mundo, en la historia, en la vida, en el hombre, todo puede ser objeto de reflexión, pero bajo la varita mágica del arte», escribió Víctor Hugo.

Está dotado de ese accesorio para las hadas del que el gesto ha intentado adueñarse: tratando de eternizar la infancia, un exilio casi tranquilizador ya que «el mundo de los mayores» danza en el borde del precipicio. Al efecto, se trató de unir a los recuerdos, a las impresiones musicales, a los matices sentimentales, reminiscencias de los ballets de Tchaikovsky. Porque fue en la edad en que la vida se inventa cuando tuve el placer de descubrirlos. Todo estaba allí: la felicidad, la tristeza, la melancolía. También había princesas, príncipes, hadas, palacios encantados y bosques espantosos en cuyo interior seres maléficos cometían actos aún más tenebrosos. Puesto que todo espectáculo se nutre de experiencias al mismo tiempo que inventa, éste es ligeramente «kamikaze», da prioridad a la espontaneidad de la creación. También se presenta como vínculo entre pasado y presente, como nexo de unión entre lo real y lo imaginario. En un decorado de país de ninguna parte, podría tratarse de un cuento en el que los héroes y su infancia hacen frente a una serie de pruebas, recorren comarcas vigiladas por sombras magnificadas. Nada de talismanes, de objetos mágicos, salvo espejos capaces de revelar la danza o los deseos más profundos. Nada de moral tampoco. Pero no duden en crear la suya propia, porque también se trata de un espectáculo en el que cada cual puede volcar su propia historia, con el objeto de defender aquello que ve, aquello que imagina. Finalmente, al buscar un título recordé que de niño calificaba mis momentos de asombro como «magíficos». Magnífico sin «n» porque la «en-ajenación» divide y esa palabra inventada, ese cortocircuito del lenguaje, es perfecto para los propósitos de esta creación: provocar magia o, de hecho, reciclar la materia cruda de la vida en formas expresivas y poéticas. Pero se titula también «Suites Tchaikovsky» para tenerlo también en mente.

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