Críticas de espectáculos

Norma Duval, ultrajada, avasallada en su vida íntima

Conocí a Norma Duval en primavera cuando apenas contaba 18 años. Entonces no se llamaba así, sino Purificación, Puri, para los amigos, cuando se me presentó de improviso en los estudios de la calle Amor de Dios, donde yo dictaba un curso de arte dramático. Quería ser actriz. Y cuando fué admitída, se sintió la mujer más feliz del mundo porque empezaba a realizar su sueño. Ventiocho años más tarde, en otra primavera, que es cuando cumple años, después de haber llegado a ser una primerísima figura del mundo del espectáculo, en este pais llamado España, la han vilipendiado y escarnecido, y sobre todo, la han borrado su sonrisa, esa simpatía contagiosa que ha derrochado durante toda su vida, y han conseguido ponerla triste, como la princesa de Rubén. Han entrado a saco en su vida más íntima, incluso por cosas que no debe, que no puede o que no le dejan contar. ¿Qué ha pasado con la princesa de los ojos azules?…¿Por qué quieren acabar con ella?

Cuando yo la conocí, y, desde las primeras clases, me dí cuenta que estaba ante una triunfadora. Hizo sus primeros trabajos conmigo, y aún no estando preparada, se intuía el talento del artista innato, que en modo alguno se puede malograr. Por esa época yo había formado la Compañía Arlequín y le repartí el papel de Estrella, que le iba muy bien, sin sospechar que, en un futuro no muy lejano, llegaría a serlo y no en la «Vida es sueño», si no en la realidad. Norma-Puri, tenía los elementos clave para lograr el éxito: gran trabajadora, simpatía a raudales, mucha ambición y un cuerpo espectacular. Había que encontrarle su lugar porque se salia del teatro «de verso». Era una diosa que Talía no la podía admitir porque la hubiera quitado el puesto.

Nos hicimos amigos. Es imposible tratar a Norma, en cualquier edad, sin hacerse amigo de ella. Mucho menos cuando empezaba y todavía era Puri. Recuerdo que le gustaba cantar canciones melancólicas «Sabor a tí» o esa que no recuerdo su titulo: «Toda una vida, estaría contigo, no me importa en que forma ni cómo ni cuando pero junto a tí» y que a veces terminaba llorando. Cáracter fuerte y sensible a la vez. Gran despeje mental y mucho corazón. Todo ello, en conjunto, me decidió a proponerle lo que llevaba pensando desde hacia tiempo. Su puesto estaba en la revista. «Para eso hay que cantar bien, saber bailar», se defendia ella. Pronto se dió cuenta que todo se aprende cuando se vale. La metimos en los estudios de «ballet» de la calle Libertad. Primero dos horas diarias, luego cuatro, luego ocho. Trabajadora incansable, hasta hacer sangrar sus pies, al poco tiempo, levantaba la pierna en ángulo recto, en la barra, al «ecarté». Lo mismo pasó con su voz. Profesor repasador que le montó un repertorio. (Curiosamente nunca cantó en público las canciones que hizo en privado) y, después su primer contrato de chica de conjunto, como debe ser, en la Compañía de Carmen Sevilla y Augusto Algueró. Luego, el concurso de «Miss Madrid», que lo ganó ella sola. Ahí se terminó Puri y surgió Norma Duval. Por un lado Dumas y por el otro una gloria del cine de Hollywood. Y empezó a trabajar en salas de fiestas ya como estrella. Se independizó.

Yo la ví actuar en un local de la Plaza Tirso de Molina. Pero fué escalando puestos a inusitada rapidez. Hizo una carrera meteórica de éxito en éxito sin que jamás hubiera un crítico que le fuera hostil a sus actuaciones. Fué respetada por la prensa y por la sociedad. Se hizo una señora de la escena. Y esto le hizo cosechar envidias. Los artistas son buena gente, pero la gente del espectáculo, como el conductor de su propio automóvil, puede perder los papeles cuando conduce, cuando interpreta, cuando dirige, cuando ve a los demas triunfar y tú te has quedado con un utilitario. Más aún cuando se mete en política. Salir de la mano de Jose María Aznar en algún mitin le creó enemigos para toda la vida. La «musa» del PP la llamaban. Y éstos, más los envidiosos que no toleran que una persona sea su propio espectáculo, o los otros, adversarios políticos, y los despechados y las marujas, esperaron a que cometiera un error, como cualquier otra persona, de carne y hueso, que tiene derecho a equivocarse, que para eso estamos en plena democracia y cada uno puede hablar y hacer lo que se le antoje, y más si es con su vida privada, y cayeron como buitres sobre una presa fácil, sin protección, sin importarles herir sus sentimientos de ser humano. La insultaron, la calumniaron, la ultrajaron, la descalificaron, por el sólo hecho de cambiar de pareja o quedar embarazada. Pero ¿es un pecado eso que a mí me está sonando todos los días…? ¿Acaso los que presumen de progres y tolerantes han hecho una excepción, con una sóla persona, con Norma Duval? ¿ Por qué?…No puedo con las injusticias. Por eso digo que ya está bien, que ya vale, que la dejen en paz. Nadie es perfecto. Y el que lo sea, que lance la primera piedra. Norma Duval puede tener sus caídas, como cualquier otro ser humano, pero también su derecho a ser respetada. Porque, además es un personaje público y si la avasallan, pueden hacer resentir su desbordante eterna primavera y asfixiar, ese pájaro que hizo el nido en sus entrañas, y que en el momento más inesperado, puede echarse a volar.

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