Críticas de espectáculos

Pluto/Aristófanes/60 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Alegre musical de denuncia socio-política

 

Esta obra de Aristófanes me trajo a la memoria los esfuerzos de los extremeños en 1983 –tras los éxitos de «Lisistrata» en 1980 y «Fedra» en 1981, de la compañía pacense Torres Naharro- por hacer realidad el Festival. «Pluto», dirigida por Juan Diego, fue el espectáculo que inició ese año las representaciones en el Teatro Romano.

Esta comedia fue la última que escribió Aristófones (en el 388 antes de Cristo) en momentos en que el patriotismo hacía crisis, mientras las clases populares –especialmente los pequeños agricultores- se arruinaban cada vez más, el dinero se acumulaba en mano de unos pocos, que con harta frecuencia hacían su fortuna con procedimientos nada limpios. Ante este panorama el autor griego critica la situación socio-económica de Grecia, dolido no porque haya ricos y pobres y que el número de indigentes sea abrumador, sino porque los justos sean pobres y los malvados ricos. La solución del problema la da Pluto –el dios del dinero- cuando recobra su ceguera en una ingeniosa trama, inclinando la balanza en sentido inverso, con un reparto de la riqueza que favorece a los hombres honestos y esforzados y expropia a los deshonestos y vagos que viven a costa del trabajo de los demás.

La comedia que es bastante actual es aprovechada por Emilio Hernández (director teatral que ya en el año 70 participó en el Teatro Romano con Magui Mira) para hacer una valiosa versión de denuncia a la situación en boga. Hernández, recompone la obra griega recuperando en parte el lenguaje de aquella «vis cómica» de los escarnios feroces a personajes e instituciones, que en esta obra de Aristófanes se prestaban tan solo al chiste elegante y a la sonrisa. Y la alarga con la inclusión de significativos personajes (como Praxágora) de otras obras y con el refuerzo de expresivos textos originales para un coro, que son bien reivindicativos.

El montaje de Magui Mira está planteado como un ameno musical en la que se mezclan con buena dosis de creatividad la utopía y la alegoría propuesta por el poeta griego y por la idea de Hilaire Van Deale (traductor original de la comedia hace años) de transportar el argumento a la escena como un cuento de hadas. Maneja con genialidad un coro singular –de agricultores alusivo de los manifestantes indignados de hoy- que resulta lo más atractivo de la obra por el sorprendente juego escénico que desarrolla, sobre todo en la esmerada mutación de los roles de los actores. Un coro de una gran plasticidad y belleza, donde integra a todos los personajes con sus máscaras griegas y afín vestuario (de Lorenzo Caprile). Un coro que se mueve de una parte a otra de la escena arropado por el buen diseño de luces (de José Manuel Guerra) y al ritmo festivo de la sugerente música en vivo (donde participan algunos miembros de la orquesta Mondragón). El punto más débil del montaje está en la dirección de los actores, que interpretan mayormente dirigiéndose al público al que manifiestamente desea implicar en el espectáculo. El experimento funciona por momentos pero, en varias ocasiones, las acciones resultan confusas al tener los personajes el coro -que ya representa al pueblo- a sus espaldas. Además, los actores pierden parte de su organicidad en el juego de acción-reacción, haciendo que el ritmo decaiga y la función pese.

En la interpretación, el elenco con una plástica caricaturesca a la que poco hay que reprochar responde bien en general, aunque unos actores están mejor que otros. La diferencia radica en que la mayoría de ellos no cantan bien. Javier Gurruchaga que hace de Pluto y de La pobreza se luce cantando y actuando con gestos y movimientos graciosos bien originales. Pero otros, actores con mucho oficio, como Marcial Alvarez (Crémilo), Toni Misó (Blepsidemo), Juan Meseguer (Sacerdote) y Sergio Otegui (Tesorero), sólo se imponen mejor en la interpretación, con buen humor y ajustadas voces. Jorge Roelas (Carión), muy expresivo, es el que mejor canta después del protagonista pero está algo desaprovechado en sus recursos cómicos. Y Marisol Ayuso (La Dama) actúa discreta tanto en su rol erótico como en su canción, cuyo tono no convence demasiado.

El espectáculo no llega a ser brillante pero resulta interesante por su contenido de actualidad y bastante entretenido como musical. Un musical sencillo y alegre desde el principio hasta el final (donde al estilo de las películas de Bollywood termina todo el elenco bailando las canciones pegadizas que el público corea y aplaude divertido).

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