Cinismo Teatral

Recomendable pero dramática

Anoche leí en Twitter (dónde si no podría encontrarse tanta concisión) esta frase que encabeza el título: «recomendable pero dramática». Fue un comentario en respuesta a otro comentario sobre una obra de teatro; e irremediablemente, me hizo pensar. ¿Qué lleva a alguien a verbalizar esa frase? Es decir, ¿qué significa exactamente? Estuve a punto de preguntarle; pero no lo hice, porque no encontré una forma de hacerlo que no sonase a juicio o a una forma, encubierta o no, de increpar a quien la escribió. Así que, basándome en mi instinto, yo la interpreté como: «La obra vale la pena, pero, ¡ojo! Que es un drama y no te vas a reír». Así pues, volviendo a la cuestión, ¿qué lleva a contraponer o condicionar la asistencia a una obra el que el espectáculo en sí no sea una garantía de risas? Porque a todos nos gusta reírnos a mandíbula batiente disfrutando de un buen texto cómico, pero, ¡llámenme loco…! También he tenido –por descontado- grandes momentos visualizando un espectáculo dramático; grandes momentos no exentos de ser, a la vez, un tiempo ameno.

Al fin y al cabo, lo que me hace preguntarme esto es que qué clase de espectadores estamos creando desde el teatro o qué clase de espectador va al teatro, sin más. Y la respuesta, por supuesto en una generalización suprema, pero no demasiado desencaminada, es que es un público de evasión; un público que no quiere ir al teatro a que le cuenten nuevos problemas, sino a olvidarse de ellos. Esta querencia, que no deja de ser legítima, a mí me inquieta, porque entiendo el teatro como una batalla entre los límites y los márgenes; un recorrido, como diría Peter Brook, por la cuerda del funambulista. ¿Por qué desterrar el drama? ¿Solo se quiere la risa fácil? ¿Dónde queda el sentido crítico? La risa es un mecanismo fantástico, que incluso aparece como defensa en situaciones que nos sobrepasan, y un buen montaje cómico puede –debe- hacernos reflexionar. Pero, ¿y un buen drama? Un montaje áspero, que interpele al público y juegue con las teclas adecuadas para llevar a la catarsis al espectador… ¿Por qué insiste el espectador de nuestra sociedad actual en desterrarlo? Podríamos achacarlo a muchas causas, pues de seguro atiende a una pléyade de razones: la inmediatez, la mcdonaldización del entretenimiento, la lobotomía a la que nos subyuga la televisión y otros formatos y factores, el contexto económico-social…

Recordemos, además, que la acepción de «divertirse» en el diccionario no alude únicamente a reír; hay otras formas de divertirse. Hoy mismo he vuelto a ver otra frase similar –será porque ahora estoy más receptivo a ello- que volvió a dejarme extrañado: «tuvimos la suerte de verla, pero es un drama con mayúsculas». ¿De veras es un aviso? A mí, entrando como un elefante en una chatarrería, me dan ganas de responder: «¿Y qué?».

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