Desde la faltriquera

Una España más docta

Cuando pareció que el título de licenciado era insuficiente, y que además no cubría las expectativas laborales, los universitarios se lanzaron a matricularse para investigar y redactar la correspondiente tesis doctoral. Actividad, por otra parte, que venía muy bien a las universidades españolas, las más de ochenta, porque de esta manera el profesorado computaba un mérito más por cada dirección de tesis. Los problemas vinieron más adelante, falta de talento investigador, cansancio, ocupaciones laborales y un largo etcétera, mantenían los estudios doctorales fuego lento. Los razonables tres años para concluir, se convertían en diez o más. En esta línea pareció muy razonable que el Ministerio fijara una fecha (finales del 2015) para leer la tesis o renunciar y matricularse en el nuevo plan.

Las urgencias se han multiplicado y en los últimos meses acabar «como sea» ha sido la consigna. El resultado miles de tesis que defendidas en el último trimestre del año, con prórroga hasta mediados de febrero de 2016. Una auténtica epidemia, porque se han cerrado trabajos con urgencia y ha faltado el debido rigor para calificar en la amplia gama que va desde el suspenso al «cum laude». Una lástima, porque tesis magníficas, he tenido ocasión de formar parte de tribunales donde se han leído trabajos excelentes quedarán confundidos con tesis de limpia de corrales. Época concluida, porque ahora la universidad marca plazos con mayor seriedad, el seguimiento es mayor y el plazo de tres años inapelable (hasta que un viento populista lo derribe).

La ventaja de finalización al por mayor ha consistido en la oportunidad de leer muchos trabajos y poseer una visión amplia de hacia dónde camina la investigación en teatro. Atrás parecen quedar las tesis sobre literatura dramática, aunque todavía quedan pendientes estudios serios sobre la dramaturgia del último medio siglo. Tesis necesarias, pero no únicas para conocer el teatro español. Por suerte, se han realizado trabajos sobre «el hecho teatral» en una amplia acepción: desde aspectos sociológicos y económicos, hasta el estudios sobre directores de escena, escenificaciones, sistemas de actuación, significación, etcétera, con excepción de fundamentos para un análisis teatral, donde los trabajos han sido menos.

Supone esta realidad un avance muy importante. Un logro que la universidad española admita y fomente (me consta por mi participación en un plan de doctorado de teatro) el estudio del hecho escénico, aunque todavía quede pendiente establecer una metodología más científica y poseer una documentación más solvente. Es quizás este segundo aspecto el más complejo, porque por lo leído en una cuantas tesis y lo indagado existen escasas declaraciones o publicaciones de directores de escena o de otros integrantes de equipos artísticos; las entrevistas a actores son superficiales; la crítica recogida en periódicos y revistas del siglo XX se fija en el texto y en la interpretación, pero adolece de una analítica científica, una explicación de la puesta en escena y un mínimo de conceptualización. Con estos mimbres no es fácil recuperar la historia del teatro español, porque ha faltado concederle al importancia debida a las ciencias teatrales. Por otra parte, en España todavía no se interpretan las fotografías de espectáculos, una herramienta muy eficaz, que de un tiempo a esta parte pierde eficacia, desde que se hacen los pases gráficos con posados. De momento nos quedamos con los dvd.

Maratón que deja una sensación más positiva que su contrario, porque se ha dado un fuerte empujón a los estudios teatrales con un carácter científico y porque, en el peor de los casos, tesis acumulativas, ya se dispone de un material recopilado, nada desdeñable. Queda pendiente la metodología y el esfuerzo de creadores, investigadores, dramaturgos, etcétera para dejar por escrito u otros medios sus aportaciones, y que las Facultades sigan trabajando en esta dirección, porque de la Escuelas Superiores mientras no cambie el marco legal poco puede esperase. Confiemos que este esfuerzo quede archivado y que las más de ocho mil tesis leídas no se pierdan como la de Pedro Sánchez, que leída, no aparece: unos dicen que porque es de calificación patriótica; otros porque mantiene conclusiones sobre aspectos económicos del comercio exterior próximos al Partido Popular. Seguro que serán patrañas, pero ¿alguien la puede colocar en la red?

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