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‘30 años de éxitos’ con Sergi Faüstino en Ensalle

La creación contemporánea requiere de mucha energía. Hay que poner el cuerpo y desnudar el alma, de manera integral. Hay que poner en movimiento, en acción y tocar(nos). No basta con el blablablá en una pose aparente determinada y bien vestida lumínica y escenográficamente. No basta con fingir, con hacer que se hace y con decir algo bonito, importante, interesante o provocador. No basta con la literatura. No basta con mensajes. No basta con las buenas intenciones. No se trata de golpes de efecto ni pirotecnia escénica. Quizás todo lo contrario: austeridad, desnudez, concentración, anti-exhibicionismo, verdad más que verosimilitud.

El éxito, en la creación contemporánea, tal vez radica en eso, en ser capaces de estrenar sin hacer concesiones a lo fácil, a lo que ya sabemos de antemano que funciona, producto de la repetición y de convenciones interiorizadas.

El tiempo pasa y mientras seguimos vivas algo permanece, algo queda. Incluso en lo efímero de las artes vivas.

Sergi Faüstino es un creador único que nunca se ha caracterizado, en los últimos treinta años, por transitar lugares dancísticos y teatrales al uso. Él siempre ha probado, al menos en las experiencias de las que yo he podido ser testigo, acciones que nos piden algo más que ser espectadores desde una butaca. Su discurso es directo, claro, sin cojines retóricos. Se dirige a las personas del público de tú a tú. En el movimiento, cuando baila, se aplica como si estuviese haciendo cualquier actividad física o laboral, despojándolo de marcas extraordinarias o de estilos reconocibles. Al mismo tiempo, su danza se inviste de una corporalidad muy real, común y singular a la vez.

En el fin de semana del 11 al 13 de febrero de 2022 pudimos disfrutar de una nueva pieza de Sergi Faüstino con Ensalle Teatro de Vigo, en la sala de esta compañía: 30 años de éxitos. Una pieza en la que Sergi no está en el escenario, sino en la dirección, dramaturgia, iluminación y sonido. En el escenario dos bailarinas con una experiencia acumulada de treinta años: Mercedes Recacha y Viviane Calvitti, a las que se suma, para la nueva versión de esta pieza, Raquel Hernández, de la Cía. Ensalle.

Repasando la memoria de mi Facebook, encuentro publicaciones sobre varias visitas de Sergi al Teatro Ensalle de Vigo. Una de las más intensas fue el Canchal VII, del 11 al 13 de octubre de 2019, que fue una muestra del trabajo realizado entre Faüstino y la Cía. Ensalle durante una semana, dentro del proceso de creación de Antes de que llegue la bestia, la pieza que la compañía viguesa estrenaba en 2020.

Unos meses antes, el 1 de marzo, Sergi presentaba Faüstino VI o 126 caballos. Una pieza que, de alguna manera, recogía la memoria de su recorrido artístico anterior, en un proceso de creación en continuidad que había empezado en 2012.

En Faüstino VI o 126 caballos estaba, sin duda, el germen de 30 años de éxitos, porque allí ya se nos ofrecía el cuerpo como archivo, que viene al escenario con todas las huellas no solo de la vida, sino también de las poéticas y creaciones anteriores. También el repaso a los orígenes en esto de la danza y las artes escénicas.

En Faüstino VI o 126 caballos había elementos escénicos de diversa naturaleza, desde fotografías de diferentes momentos con las mismas acciones y en la misma localización, hasta monólogos al público, a modo de conversación, y secuencias danzadas. Todo ello adaptado a los diferentes espacios del Teatro Ensalle y con la iluminación de Pedro Fresneda, director y dramaturgo de la Cía. Ensalle.

En 30 años de éxitos son Mercedes Recacha, Viviane Calvitti y Raquel Hernández los elementos principales, sus cuerpos, sus voces, sus presencias. Pero podemos adivinar esa comunión y coincidencia con Sergi, como si la memoria de ellas fuese también la de él. De hecho, casi me atrevería a afirmar que Faüstino ha compartido con cada una de ellas algún otro proyecto escénico en otros momentos. Esa comunión se puede sentir en la pieza.

Cada una, Mercedes, Viviane y Raquel, tiene su propia secuencia, que es como una especie de confesión directa al público desde el movimiento del cuerpo. También con algunos momentos en los que aparece la voz, para contarnos recuerdos de otras creaciones en las que habían participado e incluso algunas confidencias sobre sus inicios y reflexiones sobre sus carreras artísticas y humanas.

Una tríade que coincide en su concepción teatral de la danza, en la prioridad del cuerpo a la hora de generar la creación escénica. Pero que, al mismo tiempo, ofrece un rico contraste, de la elegancia y la sobriedad del movimiento de Mercedes, a la ondulación y la feminidad del de Viviane, pasando por la fisicidad intensamente teatral de Raquel. Tres singularidades indefinibles de enorme potencia.

Entre las joyas del espectáculo está el relato sintético sobre las claves del nacimiento y desarrollo de la danza contemporánea en Cataluña, que nos hace, mientras baila, Mercedes Recacha. Con su cuerpo cita movimientos característicos de las poéticas de algunas de las coreógrafas y coreógrafos más destacados del panorama. Cita fragmentos de algunas piezas que forman parte de lo que podríamos llamar “repertorio” de la mejor danza contemporánea.

Y, en teatro, Raquel, en su relato, recuerda cómo no acababa de encontrarse en aquella formación que tomaba como piedra angular del teatro una concepción del método (Stanislavski) basada en construir personajes a partir de analogías psicológicas y emocionales.

En 30 años de éxitos es una gozada poder sentir la voz de la experiencia en los cuerpos. Darnos cuenta de que la memoria habita no solo nuestras mentes, sino, sobre todo y de manera indescriptible, nuestros cuerpos. Descubrir que existe un conocimiento y una sabiduría propia de los cuerpos.

Estas tres artistas, Mercedes, Viviane y Raquel, han escrito muchos libros con sus cuerpos en acción.

Fue emocionante reconocer títulos de piezas que también forman una parte especial de mi memoria y de experiencias que han sido importantes, porque las artes vivas, cuando entran o nos tocan, permanecen. Pasan a integrar algún lado de nuestra sensibilidad y no solo de nuestros recuerdos. Anoto solo el ejemplo de La pantera imperial del genial Carles Santos, en el Lliure de Gràcia, donde al escalofrío eléctrico de la música de Bach se sumaba el de las alucinantes imágenes escénicas, originadas por acciones inauditas y desbordantes de fantasía.

Los títulos de piezas de estos últimos treinta años, que aparecen proyectados en el fondo, son, igual que el propio espectáculo, la constatación compartida con nosotras de que la vida se imprime en los cuerpos, en los gestos, en los movimientos, en las miradas. Una constatación de que la edad no es una pérdida sino una ganancia.

Y esto fue algo que pudimos observar y sentir gracias a la proximidad y a la manera directa, despojada de cualquier artificio adyacente o grandilocuencia. Faüstino no sobrepuso la música y la luz a las presencias de estas tres mujeres sabias. Al contrario, nos permitió que escuchásemos el sonido de las respiraciones, de los pies y de los cuerpos en danza y que fuese el propio movimiento de ellas quien guiase nuestra mirada. Igual que, como ya he señalado, nos dejó escuchar, como en un documental, las reflexiones y recuerdos de estas tres artistas después de treinta años de escenarios.

La belleza de la edad y la emoción del tiempo. Porque 30 años de éxitos fue bonito y emocionante. Y aquí se queda, en algún lugar innominado de mi cuerpo y en el de las personas que vimos esta pieza. A ver, entonces, quién nos quita lo bailado.

P.S. – Otros artículos relacionados:

“Antes de que llegue la bestia. Ensalle”. Publicado el 8 de noviembre de 2020.

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