Estrena ‘La sed del Minotauro’ en el Arriaga del 2 al 4 de febrero
El Teatro Arriaga de Bilbao acoge los próximos 2, 3 y 4 de febrero ‘La sed del Minotauro‘, la última propuesta de la compañía vizcaína Khea Ziater. Hablamos con Alex Gerediaga (Bilbao, 1974), dramaturgo y director de la obra, que está interpretada por Jon Ander Urresti, Ainhoa Artetxe, Leire Ucha, Arrate Etxeberria y Txubio Fdez. de Jaúregui.
¿Qué va a encontrarse el espectador que vaya a ver ‘La sed del Minotauro’?
Una nueva propuesta de la compañía, un nuevo paso en nuestra búsqueda de códigos de relación entre el teatro y el arte cinematográfico. Creo que es el texto más divertido de cuantos hemos trabajado. Hay muchas referencias al cine de los 90. Por lo demás, los ingredientes son muchos, la música, los vídeos…incluso bailes. Pero todo muy de bar. Tengo la sensación de que hay mucho de lo que disfrutar, que los personajes son un desastre adorable, que el público va a quererles, pues no hacen sino intentar demostrar, que a pesar de los pesares, el amor nos salvará.
¿Qué quieres contar con esta historia?
Son distintas historias de amor que confluyen en un bar, como tantas ha habido y tantas habrá. Por otro lado, es una especie de retrato del amor y sus edades, a través de cinco personajes, que desean vivirlo con intensidad… y así suceden las cosas que suceden.
Sigues investigando la relación de códigos entre el teatro y el arte cinematográfico. ¿Por qué te interesa tanto este aspecto?
Seguimos buscando en esta línea, combinando recursos de amplificación visual y/o sonora, encontrando maneras, aunque sea por momentos, de hacer cine en escena sabiendo siempre que hacemos teatro. Me interesa, porque es lo que disfruto haciendo, es un terreno que nos permite enfocar nuestros esfuerzos y nuestra creatividad. De momento es así. Y eso ha ayudado a hacer reconocibles nuestros trabajos. Eso me gusta.
¿Qué tipo de montaje vamos a ver?
Cuidamos mucho la estética a todos los niveles, el vestuario, los elementos estéticos, los vídeos, la luz… En este caso hemos trabajado sobre un espacio concreto y estanco, como un café-bar, pero hemos generado, a través de vídeos proyectados en dos pantallas a modo de ventanas, un exterior: los personajes existen dentro y fuera, van y vienen… Aparte, hemos creado otros vídeos que nos llevan más allá y nos muestran otros lugares y lo que algunos personajes piensan, recuerdan o imaginan.
¿Qué se puede contar del reparto y de sus interpretaciones?
Es un reparto con actores de distintas generaciones. Muy ad hoc con las edades de la vida y del amor que se ven retratadas a través de los personajes. Por otro lado, es un elenco con el que ya he trabajado en otras producciones, y que en lo artístico funciona por la diversidad y el talento, y en lo humano porque se entienden muy bien. En cuanto a las interpretaciones, cada cual se lanza a la búsqueda del personaje por un camino propio. Después intentamos encontrar un código interpretativo común. La intuición, la verdad escénica, los referentes, la escucha, la presencia, el movimiento, las acciones… con los años pienso que no hay una fórmula concreta, que es una búsqueda llena de horas de trabajo, hasta sentir que al fin “sucede”. Un misterio tortuoso y hermoso a la vez.
¿De dónde viene el título de esta obra?
Para nosotros, ‘La sed del Minotauro’ es el símbolo del deseo, de un deseo que hay que alimentar constantemente para seguir vivo. Y no se refiere al deseo exclusivamente sexual, sino más bien al puro deseo de vida en sentido más amplio, es decir, a la pulsión de vida (eros). Podría ser lo contrario a la ausencia de todo deseo, que puede ser algo terrible, que podría llamarse tal vez estado depresivo, o tal vez melancolía, o náusea existencial, o tal vez nihilismo, no se sabe bien. También podría llamarse pulsión de muerte (Thanathos).
Y los personajes de esta obra tienen eso en común, una relación concreta con eso que llamamos deseo o pulsión de vida. Algunos tienen un deseo joven y nuevo, una sed de encontrar a un otro al que amar. Otros, en cambio, tienen ya un deseo de renovar lo gastado y, si se pudiera, de empezar de cero. Por último, uno de los personajes de la obra, El Duque, tiene tal vez una relación ambigua con su deseo, en gran medida consumado y cumplido ya. Pero, al mismo tiempo, tiene una herida, o una embriaguez alegre, o no se sabe qué, que le siguen moviendo a seguir vivo, a beber y vivir alegremente, a seguir disfrutando de la vida.
Así que, en resumen, el Minotauro no es un monstruo que un Teseo cualquiera deba matar. Al contrario, se debe alimentar la sed de ese monstruo, porque es el deseo lo que nos ayuda a caminar, lo que nos empuja a seguir viviendo (según Jon Gerediaga, coautor de la obra).
¿Cómo ha sido el proceso de creación desde su origen hasta el estreno? ¿Con qué faceta disfrutas más?
Crear es siempre un proceso largo, desde la idea al proyecto, ya hay un largo trecho. Después conseguir que el proyecto se haga realidad es mucho tiempo de trabajo. Pero una vez conseguidas las condiciones y la financiación, siempre hay un primer momento de imaginárselo todo que me gusta mucho. Una vez puesto en marcha el trabajo, necesito 4 o 5 meses para la creación. Dividido el proceso en diferentes residencias o fases, y siempre dejo aire entre ellas para poder levantar la cabeza y mirar: acercamiento al texto y personajes, rodajes, puesta en escena y construcción de escenografía, trabajo de sonido y luces…edición de vídeos y proyecciones… son muchas cosas. Disfruto de nuevo cuando a falta de dos semanas, y ya con todo construido llega el tiempo de integrar las creaciones en ese todo, como se acoplan de repente y lo ves…suele ser 10 días antes. Luego llega el placer de trabajar los detalles…. .
Me pasa después, que veo una función, no sé en qué momento, y me explota el agradecimiento hacia el resto del equipo y compañeras de viaje…y a su vez me nace una gran satisfacción. Es una sensación muy bruta y bonita. Espero que siga sucediéndome.