Foro fugaz

Alquimia callejera

Una plaza céntrica, el callejón del museo, la rivera del río, se transforman al conjuro de unos recitantes, o de un grupo de músicos, o de unas máscaras de la Comedia del Arte, con la complicidad de un público pasajero cautivado por la aparición y la música:  Estamos ante a un espectáculo de calle, teatro al aire libre o concierto en una plazoleta que transforma la indiferencia de las piedras en el ciclorama de una sala. Se busca buena acústica, un rincón con espíritu y tradición, y ya está… ¡Qué comience la función!

 

Pero este año no ocurre esta magia, toda reunión pública callejera está restringida en Francia. El verano se distingue por esas diversiones que proporcionan una atmósfera única a los viejos trazos urbanos en los centros de veraneo. Pero ahora no, el peligro de la peste acecha; por ejemplo en París no se tomaron precauciones necesarias para la fiesta de la música 21 de junio pasado, y un pico de contagios tuvo que deplorarse. Las ciudades adoptan el uso de tapaboca en cualquier sitio, abierto o cerrado, y como se sabe se puede actuar con máscaras, pero no embozados con un cubreboca. Las ciudades han dejado de cantar. Verano melancólico, sin la magia del espectáculo callejero. 

Dos festivales de teatro en la calle han sido suspendidos en Francia: el de Chalons-sur-Saône y el de Aurillac. El primero se celebra a finales de julio, y el de Aurillac a finales de agosto. En Chalons-sur-Saône hay una hipotética cita para el próximo otoño; en Aurillac es de plano para 2021, aunque nadie sabe cómo se desarrollará está década que con amenazas se inicia, si saldremos al fin de esta sombra apocalíptica, si podremos recobrar nuestro ánimo festivo, si regresaremos normalmente al teatro. El dos mil veintiuno aparece ya comprometido mientras que no aparezca la salvación de una vacuna eficaz.  

Hacemos lo que podemos para recobrar la epopeya teatral, pero es poco, nos falta el contacto, el público, la indolencia de una noche de teatro. Estamos refundidos ante la persistencia de la peste, tal como lo narra Artaud en un capítulo de El Teatro y su doble. No nos ha alcanzado el pánico colectivo, pero el virus transita, insidioso, taimado, secreto y ataca donde menos lo esperamos. Y por lo pronto las ciudades se han quedado sin sus festivales de verano. Ciudades mudas, con el síndrome del miedo.

Por ejemplo en la comunidad de Montreuil-sur-Mer este año no habrá la representación comunitaria de Los Miserables de Victor Hugo. Recordemos que en esta localidad del norte de Francia se sitúa el inicio de la novela. Aunque para paliar esta ausencia muchos de los 300 comparsas de la obra se atavían con sus trajes de época para pasearse por el pueblo y representar pequeñas escenas de la obra. Una forma de consuelo para no perder el contacto con el público. Aunque uno de los actores concede que falta el nerviosismo de antes de entrar en escena para la representación. Falta esa tensión de inicio del espectáculo, y el temor es que en 2021 tampoco pueda representarse, porque el teatro y sus festivales son frágiles y dependen muchas veces de la buena voluntad de políticos que se interesan muy poco en el arte teatral y muchas veces prefieren espectáculos deportivos a los festivales de teatro. 

Así vamos, el verano es excelente, público, músicos, actores, cirqueros, mimos, payasos, todos recorremos el mundo con nuestra mejor disposición, pero no encontramos nuestro sitio porque al temor de la epidemia, se añade el de las consecuencias económicas, y la belleza fortalece, pero es delicada, 

Ayer naciste y morirás mañana… 

París, 2020

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