Críticas de espectáculos

Canícula/Lola Blasco/La casa del árbol

La madre que nos parió

Nos dejó una herencia decapitada, o quizá una sociedad empobrecida, sin criterio; nos dejó a familiares en las cunetas sin identificar; nos dejó huérfanos de líderes capaces de iniciar una verdadera revolución; nos dejó la cultura romana que éramos capaces de ver por la única televisión.

El macho cabrío murió en su cama a pesar de que nos indignara la situación. Pero estábamos secuestrados por la cobardía; sólo podíamos protestar en la intimidad y levantábamos la voz nada más que para reclamar si no podíamos seguir pegados los ojos a la televisión. Y es que la madre que nos parió sólo engendró corderos vigilados por azafatas uniformadas; todo estaba atado para continuar mirando al sol.

En «Canícula. Evangelio apócrifo de una familia, un país», la autora Lola Blasco dibuja un esperpento con la historia de España en el objetivo por medio de una población sumisa que acepta la transición. Es un texto que transmite cierta rabia contenida, ahogada en la comicidad. Hay mala uva encriptada para pasar la autocensura. Es un texto disconforme con la herencia que nos ha devenido en lo que hoy somos, en una identidad contradictoria que acepta que «la costumbre es más fuerte que el amor».

«Canícula» habla de la gente de este país que nos ha modelado, habla de la herencia recibida para, quizá justificar la indiferencia o la apatía de quienes vivimos aquí. Y precisamente, la indolencia de la gente provoca la validación –por costumbre o porque está escrito en el cosmos- del poder que se transmite de generación a generación.

Dicho todo lo anterior, da la sensación de que la obra se va por las ramas de los problemas que hoy tenemos en España: léase, partidos políticos, elecciones próximas, paro laboral, crisis económica, desahucios, corrupción…, vaya, lo que los medios nos machacan una y otra vez.

Quizá sea cierto que la obra desvíe la atención de lo cotidiano. Pero no es menos cierto que aborda la idiosincrasia colectiva desde el plano histórico. En este sentido, aunque la reflexión sea más retórica que práctica, también es importante saber de dónde venimos y no resulta de más saber reírnos de nosotros mismos. Porque, esa es otra, la obra está concebida desde los tópicos sociales y tratada con humor.

Formalmente, «Canícula» es una farsa que está diferenciada en dos partes distintas. En la primera, describe un cuadro muy cercano al costumbrismo; el hermano enfermo dentro de la habitación de un hospital está custodiado por dos hermanas que impiden el paso a tres hermanos anestesiados por la televisión. Los discursos del poder claman por la libertad, la igualdad y la hermandad pero los personajes caen en su propia contradicción. En la segunda parte, la farsa adquiere tintes estrambóticos con el hermano fallecido que habla desde otra dimensión.

Vicente Colomar ha dirigido una puesta en escena sobria en cuanto a los elementos escénicos e imaginativa en los significados. Ha construido una farsa moderna apoyada en la ironía del texto, en una iluminación precisa, y en una excelente interpretación gestual.

Espectáculo: Canícula. Autora: Lola Blasco. Intérpretes: Eva Trancón, Nerea Moreno, Rulo Pardo, Antonio Gómez, Juan Antonio Lumbreras y Joshean Mauleon. Iluminación: Luis Perdiguero. Espacio escénico: Luis Perdiguero y Vicente Colomar. Dirección: Vicente Colomar. Compañía: Colectivo La Casa del Árbol.

Sala Cuarta Pared de Madrid, hasta el 21 de febrero.

Manuel Sesma Sanz

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