El Hurgón

Conversación en Los Cocos

Conversar es un acto al cual damos cada vez menos importancia, como alentador de relaciones sociales, porque existen hoy en día otros procedimientos que sirven para dar la impresión de que nos estamos relacionando, y que responden con eficiencia para resolver las dificultades de interacción personal que crean las distancias y el tiempo.

Decíamos en una columna pasada, acerca de la conversación, palabras más, palabras menos, que los resultados sociales de ésta dependen de la intención de quienes la inician, pero que su función principal, independientemente de sus vicios, y en la cual tiene un amplio margen de autonomía, es la de mantener un hilo conductor con todos los sucesos que protegen al ser humano del olvido total de su condición social, pues aunque en el acto de conversar se suelen producir distorsiones de la realidad, no son éstas capaces de ocultar por completo los referentes sociales que nos puedan llevar a reconstruir un episodio histórico, porque en el acto de conversar no solo se dicen palabras sino que también intervienen en él las diferentes memorias de que está dotado el ser humano para mantener un registro de sus vivencias.

Las palabras son elementos llenos de vida, capaces de recrear una identidad de época, según sean las condiciones bajo las cuales se digan, porque son como piezas de arqueología que conservan la esencia del momento al cual han servido de soporte ideológico, y por tal motivo son útiles para desentrañar la esencia de los sucesos y reconstruir los comportamientos sociales de un espacio físico en donde éstos, por ausencia de conversación se han puesto en desuso.

Esta es quizás la base conceptual tenida en cuenta por Natalia Spina, una gestora cultural que después de luchar contra el pesimismo y el desgano que por lo general caracteriza a quienes se desenvuelven en donde la vida fluye sin sobresaltos, es decir en la provincia de la provincia, logró convencer a un grupo de personas, con suficientes antecedentes de vida, para que asistieran a una reunión, cuyo objetivo era convidar a la memoria a volver sobre el pasado, y reconstruir entre todos, en medio de una conversación informal, cómo era la vida en Los Cocos, un municipio de la provincia de Córdoba en Argentina, cuando existían allí tres confiterías, un lugar para bailar, una peluquería, un cine, un cargador de combustible, y otros lugares cuyo movimiento generaba una sintonía con la idea de progreso, y porqué todo aquello, no solo había dejado de existir, sino que parecía olvidado porque la gente no había vuelto a mencionarlo.

La experiencia, según puede observarse en el cuaderno de notas que su gestora fue llenando, es un ejemplo del poder que tiene la conversación para socializar el recuerdo, y para hacer que cada individuo, sin importar el tiempo que haya pasado, pueda reconocer su obra.

Durante el ejercicio de recuerdo, la nostalgia fue vencida por el reconocimiento que cada uno de los contertulios pudo hacer de su aporte al pasado desarrollo de ese pueblo, pero sobre todo fue una experiencia importante porque llevó a los asistentes a definir que cualquier cosa buena o mala que pase en un lugar, es una responsabilidad de todos.

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