El Hurgón

Conversar es provechoso

Contar sucesos de viva voz, con el ánimo de compartir, no obstante los riesgos que conlleva este ejercicio, por sus componentes fundamentales como la espontaneidad, la improvisación, y la inclusión dentro del relato de las emociones e intereses personales, o de clan, de quien cuenta, no deja de ser una contribución al sostenimiento de ese hilo conductor, que protege de la desaparición absoluta a la historia colectiva, aquella que arrastra el peso de los sucesos escondidos por la oficial; pero cuando ese mismo acto tiene el expreso objetivo de entretener, quedan excluidos algunos de esos elementos, se hace intencional el relato, y se convierte en un activador del desinterés del individuo de conocer los sucesos ocurridos a su alrededor, y de averiguar cómo inciden éstos en su desarrollo.

Estas dos tendencias sostienen una lucha constante por la supremacía del recuerdo o del olvido, como si fuesen totalmente antagónicas, pero como ambas son inducidas por la estructura de poder de la sociedad, cuando las condiciones amenazan con una disolución, suelen confabularse para detenerla. Pero mientras tal cosa no ocurra, cada una va por su lado, buscando su imposición.

La primera de estas dos tendencias, en condiciones normales, es decir, cuando todo parece fluir con tranquilidad, mantiene activo el recuerdo social, haciendo de la palabra un elemento de fácil manejo, cohesionador, y dándole valor social, convirtiendo cada expresión en un estímulo, cuyo objetivo sea ayudarle al receptor a recordar su pertenencia a un entorno, y la segunda, dispuesta siempre a establecer compromisos con diseños de liviandad conceptual y ligereza de consciencia, que sirvan para dispersar a la gente cuando hay riesgos de generación de un pensamiento colectivo, capaz de diagnosticar la realidad y promover cambios, contribuye a fomentar el olvido de la condición social, convirtiendo el acceso a la palabra en un actividad de iniciados, haciéndoles creer a quienes cuentan sucesos de viva voz, que sin técnicas, es imposible hacerlo.

La conversación, en su estado normal, pertenece a la primera. Ésta, vehículo primario de comunicación, y por ello, de formación y acondicionamiento social, no siempre es portadora de noticias exactas, porque en ella confluyen intereses personales o de grupo, y porque también está diseñada para el entretenimiento; sin embargo, puede refrescar, durante su ejercicio, los rasgos característicos de una comunidad como sus diferencias, sus desacuerdos, sus desequilibrios, sus mentiras, sus miedos, sus promesas, sus incumplimientos, sus angustias, sus anhelos, etc, y por eso mismo mantener activa la posibilidad subversiva que existe, en reposo, en toda sociedad.

Quienes la practican, como ya se ha sugerido, no están totalmente exentos de la manipulación ideológica del poder que controla a la sociedad, pero, cuando la conversación adquiere un carácter clandestino, lo cual suele ocurrir con las sospechas que despierta el orden establecido, quienes conversan terminan detectando dicha manipulación ideológica, y comprendiendo que, cuando se conversa, empieza a fluir la información desechada, tanto por la historia oficial como por las organizaciones y los íconos sociales de comportamiento, cuya misión es servir de soporte moral a lo establecido.

Es tal vez por eso que cuando las sociedades arden, cualquier conversación se vuelve sospechosa.

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