El factor indefinible

Día mundial del teatro (2022)

Hoy es el día mundial del teatro, el día en el que todos los que hacen alguna actividad en las artes escénicas se ponen de acuerdo (o casi). Pero a mí me gustaría que hubiera uno en el que se celebrara el arte de acción, por ejemplo, o un día dedicado a la performance o al happening, a la poesía escénica… Hoy quiero creer que se celebra todo eso, también. Y no solo el que se representa en el Teatro Español o en el Nacional de Cataluña o en cualquiera de los teatros oficiales, oficialistas y oficiosos de nuestro país, sino toda aquella experiencia escénica llevada a cabo en los espacios abiertos, cerrados, semiabiertos y semicerrados del mundo. 

La palabra es mágica, en su origen etimológico griego («θέατρον») significa algo así como «lugar para contemplar, para mirar». Y de lo que se trata, precisamente, es de «θεάομαι», de mirar, de educar la mirada. Y eso es lo que hacen millones de personas todos los días en el mundo cuando llevan a cabo una puesta en escena del tipo que sea. Dan una mirada y reciben otra. No importa el espacio; el teatro es el mundo, la mirada es el mundo. Y los pueblos se construyen con miradas, con maneras de mejorar o romper o criticar lo establecido. Por ello, es tan importante el teatro; las variadas y complejas miradas que contiene suponen uno de los últimos resquicios que nos queda de dignidad como sociedad. 

Esa herramienta, tan temida y despreciada, tan maltratada por los políticos, era capaz de hundir un gobierno en otro tiempo. Hemos perdido, en gran medida, la inmediatez, la espontaneidad de tiempos pasados. Con el excesivo uso de internet y la pandemia que estamos viviendo todavía, el contacto físico entre nosotros se ha debilitado considerablemente si lo comparamos con otras épocas no muy lejanas. Con la guerra actual que se está produciendo en Ucrania por la invasión de los rusos, que afecta de una manera especial a Europa y que produce enfrentamientos de todo tipo, estamos generando también más distancia, por la inminente sensación de un conflicto a mayor escala. Por ello, se hace más imprescindible que nunca encontrarnos en la multiplicidad de la mirada. El teatro nos une, nos acerca, nos da calor, reconocemos al otro en él, nos reconocemos. El teatro nos enseña a convivir y a pensar libremente.

En este día mis felicitaciones van dirigidas, sobre todo, a aquellos colectivos, a aquellos creadores que siguen resistiendo pese a que los programadores de los teatros les cierran las puertas o tienen miedo de su libertad, a los que sufren censura, a los que son amenazados violentamente o en silencio, a todas esas personas que siguen creyendo en compartir su mirada con la del otro y a quienes los programadores o los políticos les impiden llegar a la gente porque consideran que no asistirá suficiente público o por cualquier otra necia excusa. A todos ellos, mi más profunda admiración. 

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