Velaí! Voici!

Donde danzar es imaginar. Olatz de Andrés

EL CIELO AHORA siempre. El cielo como testigo impertérrito. El mismo cielo cuando el ser humano descubrió el fuego que cuando pisó la luna o cuando Cristóbal Colón pisó América… La historia de la humanidad también podría medirse en la escalera de los pisotones. Pisar para subir, pero sin alcanzar nunca ese cielo que nos observa impertérrito.

La segunda propuesta del X Festival Catropezas 2015 del Teatro Ensalle de Vigo, el 7 y 8 de noviembre de 2015, fue EL CIELO AHORA de OLATZ DE ANDRÉS, con Idurre Azkue, Pilar Andrés, Isaak Erdoiza y Olatz de Andrés.

EL CIELO AHORA es un fresco dancístico teatral sobre la evolución de la humanidad.

De la oscuridad emergen las presencias virtuales de Idurre, Pilar, Isaac y Olatz a través de sus voces, que navegan por un espacio líquido en el que todo parece posible. El diálogo, en la oscuridad, nos lleva a un regreso al futuro, nos hace dar un salto de cientos de años.

La comicidad está servida. La palabra representa unos lugares hipotéticos que parecen marcianos, pero que no son más que el resultado lógico de las tendencias que se apuntan en nuestro presente respecto a la realidad aumentada y a nuestra capacidad para controlar un universo virtual en expansión.

Con el advenimiento de la luz escénica los cuerpos de Idurre, Pilar, Isaac y Olatz evolucionan de la escultura robotizada al friso arqueológico en el que se nos muestran fragmentos iconográficos, a modo de reminiscencias, de una humanidad errabunda.

El movimiento se segmenta y recompone la imaginería de un cuerpo alegórico que desfila cíclicamente, como desfilan los acordes marciales del Bolero de Maurice Ravel.

Los grabados de las vasijas griegas y los frisos del Partenón fulguran ante nuestra mirada.

A la forma mayestática, el tono naif de la propuesta le da una perspectiva cómica que contrasta, además, con la frialdad que se le pudiera asociar al tema de las especulaciones sobre un futuro hipertecnológico y de hipercontrol deshumanizado.

Del mismo modo, el espacio escénico, con el linóleo blanco y las cortinas plateadas laterales, junto a elementos de atrezo (bandera plateada, helecho plástico, yelmo metálico con tachuelas…), apuntan un estilo frío. Pero la «naïveté» caldea la asepsia que se podría desprender del asunto.

Otro estilo dancístico que adquiere resonancias antropológicas dentro de la estructura dramatúrgica de EL CIELO AHORA es el ballet clásico, con sus líneas y geometrías. Aquí esos pasos se invisten de brillos futuristas pero, a la vez, se ciñen a un viaje en el tiempo de alcance casi legendario.

El hieratismo de las figuras, el yelmo del guerrero antiguo, las coreografías entre procesionales y marciales, trazan una enciclopedia que comprime, en sus números danzados, toda la evolución de la especie humana.

Hay una atomización evocativa a través de imágenes que refuerzan la iconicidad teatral de la danza. La utilización de mímica facial y de los gestos emblemáticos y expresivos también demuestra esa voluntad.

La iluminación, de Gabo Punzo, va del oscuro al oscuro pasando por cromatismos cálidos y estridentes fucsias. La luz de Gabo Punzo es, por veces, como un pincel que colorea los cuadros de EL CIELO AHORA.

Esta concepción casi pictórica se suma a la iconicidad y al imaginismo que brotan del movimiento.

La luz que rebota en la cortina plateada lateral, como una membrana luminiscente que alumbra el espacio, genera también esa sensación desmaterializadora. El goce de lo virtual. La eternidad. La teletransportación. La ubicuidad. El control sobre una realidad aumentada prefabricada. Sueños o pesadillas tecnológicas similares a una (ciencia) ficción incipiente en la que habitar.

El friso procesional hace aparecer escenas de caza, guerra, deporte, sexo, conquistas y victorias.

La ambientación musical también colabora en la evocación imaginística.

En una estética más desnuda que La Veronal, la iconicidad teatral también reverbera y produce acentos situacionales reconocibles.

Hay una especie de relato que se esfuma en un friso de imágenes danzadas, entre lo mítico y lo onírico.

Un podio es llevado a los hombros, como un ataúd, hasta el centro del escenario. Sobre él se construye un altar escultórico que cierra la obra.

Sobre el podio, el bailarín, Isaak Erdoiza, es caracterizado por sus compañeras, mediante atributos alegóricos, como un dios o una ofrenda. Bandera, manto, jarra dorada, yelmo guerrero a los pies, gafas de sol, auriculares y una mandorla mística hecha de brazos y manos de las bailarinas.

Olatz de Andrés se mueve donde danzar es imaginar.

Y si imaginar es volar… entonces, aquí, la danza es un vuelo. La única manera de tocar EL CIELO AHORA.

Afonso Becerra de Becerreá.

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