Críticas de espectáculos

El arte de la comedia/Eduardo de Filippo/Teatro de La Abadía

La eterna ficción

 

Obra: El arte de la comedia – Autor: Eduardo de Filippo – Director: Carles Alfaro – Reparto: Enric Benavent, Markos Martín, Luis Moreno, Carmen Machi, Lidia Otón, Pedro Casablanc, José Luis Alcobendas, Jesús Barranco, Joaquín Hinojosa, Lola Manzano, Ernesto Arias, Cipriano Losada, Óscar de la Fuente, Palmira Ferrer, María Miguel, Ana Cerdeiriña, Diego Galeano y José Manjón – Escenografía e iluminación: Carles Alfaro – Vestuario: María Araújo – Producción: Teatro de La Abadía

El teatro tiene su esencia en la ficción. Por más que los críticos y estudiosos nos empeñemos en buscar poéticas y metáforas, por más que los directores indaguen en paralelismos con las realidades histórica y actual, por más que las tendencias contemporáneas se asienten en las acciones preformativas pretendiendo experiencias singulares y autenticidad, el teatro no dejará de ser una mentira consentida. El hecho teatral siempre ha sido y es una mera convención entre el actor y el espectador.

Por eso no nos debe extrañar que algunos espectáculos teatrales jueguen con esos convencionalismos sin más metáforas ni otras sutilezas. En El arte de la comedia de Eduardo de Filippo se plantea el hecho teatral en el sentido más genuino que es la propia actuación de unos actores y la estricta representación.

El espectáculo dirigido por Carles Alfaro proyecta varios niveles de representación. Uno, el propio del conjunto de actores de la compañía Teatro de La Abadía; ninguno de sus componentes representa su historia personal porque la obra muestra una historia ajena aunque el autor muestre a unos comediantes. Este es el primer convenio entre lo que sucede en la escena y el espectador.

Un segundo nivel lo traza el argumento de la obra. La pequeña capital de provincia estrena gobernador quien, con mejor predisposición que conocimiento de la realidad, pretende dar respuesta a las gentes del lugar.

A pesar de la opinión en contra del Secretario, el nuevo Gobernador recibe al director de una compañía de comediantes solicitando ayuda. El Gobernador intenta comprender al comediante desde razonamientos tópicos y teóricos acerca de la crisis y de la función del teatro. El comediante habla del teatro como imagen de la verdad. El Gobernador despliega un discurso burocrático con ayudas económicas en aspectos que el cómico no necesita; el cómico solo solicita que el Gobernador vaya a ver una función de su compañía. Este encuentro dialéctico lleva a los dos personajes a plantear un tercer nivel de la representación.

Dado que el Gobernador espera la visita de otros personajes de la ciudad en solicitud de solución a sus problemas cotidianos, le comediante le lanza una carga de profundidad: “¿Y si son mis actores los que vienen a verle?” Surge la duda tanto en el Gobernador como entre el público de si el médico, el párroco, la maestra, el montañés y el farmacéutico son gentes del lugar o son personajes representados por los actores de la compañía ambulante. Aquí está la cuestión, ¿es realidad o interpretación?

El desarrollo de la obra produce situaciones de verdadera comicidad con la paradoja, lo absurdo y a veces el histrionismo de los actores como exponente del humor. Las casi dos horas de espectáculo transcurren con brevedad debido a que el juego del convencionalismo teatral está en el ámbito de lo verosímil. El espectador asume su función con buena gana y a plena satisfacción.

Aparte de la articulación entre la ficción y la realidad, en El arte de la comedia se plantea una crítica o sutil reflexión acerca del papel de los políticos con relación a la gente de a pie. Mientras que los primeros piensan que todo se soluciona con leyes, papeleos y, en el mejor de los casos, con migajas económicas, los problemas de la gente pecan de simplicidad. El autor viene a decir que los problemas del comediante, del cura, del farmacéutico, de la maestra se reducen al simple reconocimiento de su dignidad tanto profesional como personal.

El equipo de Teatro de La Abadía logra que el espectáculo fluya dentro de los márgenes de la comedia en su estética clásica y popular, subrayando el estilo napolitano. La puesta en escena, adaptable a todo tipo de espacio, tanto a la italiana como menos convencionales, presenta un decorado fijo que significa el decrépito despacho del Gobernador. Salvo la estética decadente de las paredes deterioradas, nada posee más significación que la de apoyar a un texto y a unos personajes con una profunda humanidad.

Y es que el montaje, aunque pudiera parecer antiguo por falta de una poética precisa o de una metáfora comprometida, es un cántico a la palabra, al teatro de texto sencillo comprensible y fluido. En El arte de la comedia se hace un homenaje al universo de la farándula y al ser humano en lucha por su dignidad.

Sin duda, estamos ante un espectáculo muy agradecido de ver no solo por su propuesta amable sino porque cuenta con un equipo actoral “parcialmente rotatorio” –varios actores y actrices para un mismo papel– con caras conocidas que responden a las expectativas del público sin más exigencias que el teatro esencial que es la ficción.

 

Manuel Sesma Sanz

 

 

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