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El cable inglés

Cerca de mi casa, en unos jardines del puerto, se muestra un silo con “el cable inglés”. Vigo fue la ciudad elegida por la Eastern Telegraph Company para instalar su cable telegráfico submarino, que conectó, entre 1873 y 1969, Inglaterra, Vigo y el resto del mundo. Vigo fue elegida como lugar estratégico para ser el centro de comunicaciones, que facilitó la gestión del vasto imperio colonial británico de aquel entonces. Además, una buena parte de las comunicaciones del mundo, pasaban “Vía Vigo”.
Este tórrido mes de agosto estoy en Londres. Estos días superamos los 30 grados en la capital británica. En estas semanas observo el fenómeno pujante de los teatros.
Mes de agosto y prácticamente todos funcionando a tope. La mayoría de la oferta es de teatro de texto, dentro de la convención dramática realista, y, por supuesto, muchos musicales. Se nota que hay una larga y fructífera tradición al respecto.
Hay una efervescencia en las calles del West End, alrededor de los teatros, que me sorprende. Parecen lugares muy integrados en la vida de la ciudad. Uno de sus valores de prestigio.
Casi todos los espectáculos que he consultado tenían prácticamente el ochenta y cinco o noventa por ciento de las entradas vendidas previamente. Los precios no son nada populares. Por ejemplo, para ‘The Seagull’ de Anton Chejov en el Harold Pinter Theater, o ‘The Glass Menagerie’ de Tennessee Williams en el Duke of York’s Theatre, las entradas van de los £25 (unos 30 €) a los £186 (unos 220 €) y en el caso de los musicales aún son mayores los precios. Sin embargo, los teatros están llenos.
El aparato de mercadotecnia y publicidad es grande y el sector parece que emplea a mucha gente y que da dinero y dinamismo.
Veo este hervidero y pienso en mi ciudad, muchísimo más pequeña que Londres, aunque sea la más populosa de Galicia. Londres ronda los nueve millones de habitantes, por lo tanto, triplica la población de toda Galicia. Ya sé que no hay comparación, pero me resulta inevitable y, a la vez, tentador comparar.
Pensar en Vigo, con su teatro público cerrado prácticamente desde finales de mayo hasta mediados de septiembre, me hace pensar también en el difícil panorama que tienen nuestras compañías y artistas para ofrecerle a la sociedad su trabajo.
Creo que hace mucha falta que los ayuntamientos comiencen a tomarse en serio la responsabilidad que tienen en este sentido. Analizar las posibilidades de que los teatros aporten un valor a las ciudades y que sean un motor de dinamización en muchos aspectos. Creo que ya va siendo hora de que las artes escénicas en muchos ayuntamientos dejen de estar en la excepcionalidad y pasen a ser algo más habitual.
Aunque a Vigo ya no llegue el cable inglés, las benefactoras influencias de las artes podrían arribar igualmente a este puerto. Señor alcalde, no puede ser que para tener una vida cultural más estimulante y rica tenga que marchar de la ciudad en la que vivo, en la que trabajo y en la que pago mis impuestos.
¿Y que pasa con agosto o con los meses de verano? ¿Acaso no hay que alimentarse también en verano?

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