El Hurgón

El Contador Descontado (Capítulo XI)

Las habilidades de Kilovatio fueron rápidamente difundidas en el Centro y provocaron la convocatoria a un cónclave, por orden del director, a quien le pareció extraño el acelerado avance de éste en el proceso de aprendizaje y su pronta adaptación a las políticas del Centro, pues sostenía en su libro, que ya he citado otras veces, El contador de historias es más que un hombre, lo siguiente: “Se habla mucho de la transformación del hombre en contador de historias, a través del reemplazo de su conciencia, pero existen raíces porfiadas que libran una intensa lucha con el tiempo”.

Había en el Centro, quienes sostenían, en voz muy baja, por cierto,  que al director vivía perturbado por la facilidad que tenía Kilovatio para contar historias y llegar a la gente, y que por eso se empeñaba en ponerle trabas para neutralizarlo y detener su ascenso dentro del Centro, porque temía ser desplazado. Estas infidencias las obtuve de personas que tuvieron alguna relación con el Centro y de instructores que mantenían un desacuerdo permanente con el director, porque mientras ellos aconsejaban el cuidado de los contenidos para evitar el automatismo absoluto de los alumnos, el director  fomentaba la idea de fortalecer el principio de las formas.

El cónclave se desarrolló abocando el estudio de los temas sugeridos por al director, no obstante las observaciones de los demás miembros de la reunión acerca de la utilidad de darle un mayor debate a la selección de éstos. Después de una prolongada discusión  se convino, a regañadientes, analizar la conducta de Kilovatio partiendo de las siguientes preguntas: ¿está fingiendo Kilovatio?; si la respuesta anterior es positiva, ¿lo hace en beneficio personal o por la voluntad de prepararse para convertirse en una imagen favorable del Centro?, y a pesar de los cambios observados en él, ¿puede afirmarse que su conciencia agraria haya dado un salto considerable hacia la urbana y en consecuencia se halle en tránsito hacia la global?

No voy a transcribir lo discutido durante el cónclave, aunque poseo copia completa del acta levantada en la sesión, pero sí quiero decirles que la mayoría de quienes allí se encontraban opinaron que a Kilovatio debían seguirle haciendo las pruebas externamente, para establecer la vulnerabilidad o invulnerabilidad de su conciencia global, y no internamente, como exigía el director, porque consideraban su permanencia en el Centro un riesgo para la comprobación permanente de su recién consolidada conciencia global, porque no había en el Centro objetos de deseo suficientes para ponerlo a prueba.

En vista de que el cónclave amenazaba con prolongarse indefinidamente y aumentar las controversias hasta llegar a niveles de agresión, un sensato guardián de conciencia global decidió trazar el límite:

-Estas preguntas sólo pueden responderlas el tiempo y la distancia. Aquí no vamos a resolver nada. Es mejor dar por terminada la sesión.

-¡Explícate! – pidió el director del Centro, con acento grave.

-A este hombre debemos darle largas, por un tiempo, para hacer un estudio de sus actos fuera del centro – respondió el guardián de conciencia.

El director no estaba de acuerdo con esta medida, cuya discusión había causado discordias durante el cónclave, pero empezó a ceder

-Es más o menos lo que hacen en los centros de formación de sacerdotes- dijo otro guardián de conciencia global.

-Sí, les permiten volver a su entorno, antes de tonsurarlos, para que luchen con sus viejas pasiones y los sueños aplazados y se hagan un auto examen de conciencia y pongan a prueba su voluntad.

-¡Cuidado! – alertó otro guardián de conciencia. Ese asunto de la conciencia es diferente en nuestro caso –dijo refiriéndose a lo que hacen con los sacerdotes. .

-¿Por qué? – preguntó el director cuya actitud se había reducido a mirar a quien tomaba la palabra.

-Porque nosotros inducimos la conciencia  – respondió quien había hecho la advertencia.

-Y, ¿quién, que se ponga al frente de alguien, alentando por la idea de trasmitir algo deja de lado la intención de manipular tanto su conciencia como la del otro? – preguntó alguien.

-Esa afirmación es un axioma – aseguró otro de los guardianes de conciencia global que tomaba parte en las discusiones.

-Esperen – pidió el director, dirigiendo su mirada a quien había hablado de axioma – ¿por qué lo afirmas con tanta seguridad?

-¿No es ese, pues, según lo que hemos aprendido aquí, el objetivo del ser humano?

-¿Cuál?

-La manipulación recíproca?

El director guardó silencio, porque ese era un tema que podía desatar discusiones, similares a las que siempre tuvo con quienes terminaron en la calle por haberlo acusado de exceder los límites convencionales y convenientes de la manipulación.

-Nos estamos saliendo del tema – dijo, para desviar el curso de la discusión.

-No soy de la misma opinión – intervino otro guardián de conciencia global.

-¿No nos estamos saliendo del tema? – preguntó el director.

-¡No, señor! – exclamó – no nos estamos saliendo del tema; estamos justo en el tema que siempre ha eludido usted.

El director se vio en apuros, porque después de lo dicho por el último guardián de conciencia global, las miradas inquisidoras de todos convergieron en su rostro.

-Este es un tema delicado – señores – dijo el director – y exige nuestra unión.

-¡Qué tal si le ponemos a esa expresión, su verdadero nombre – dijo otro guardián de conciencia global.

-Sí, pongámosle, por ejemplo, complicidad –propuso otro.

– En tal caso la frase quedaría así: “este es un tema delicado, señores, y exige nuestra complicidad- dijo, con sarcasmo uno de los guardianes de conciencia global.

El director tragó entero porque quien había hablado lo amenazaba con frecuencia con desenmascararlo. Ambos habían iniciado el Centro, y se conocían mutuamente.

-Dejemos las bromas a un lado y resolvamos este asunto de Kilovatio –dijo, muy serio, mientras le daba a su socio de siempre un leve puntapié por debajo de la mesa y le mostraba por encima un sobre cerrado que agitaba discretamente en su mano derecha, levantada. ¿Qué les parece si definimos bajo qué condiciones le vamos a permitir salir del Centro para la prueba externa? – dijo por último.

-Me parece bien – dijo, condescendiente su viejo socio, mirando ansioso hacia el sobre, usado en esos momentos por el director como un abanico, aunque no hacía calor, mientras sonreía irónico.

Bueno, pues ya que estamos de acuerdo, ¿les parece bien si transcribimos ahora mismo los mandamientos del Centro, que  Kilovatio deberá guardar durante su ausencia, para que los lea y no los viole amparado en la excusa de su desconocimiento? – propuso el director.

-Pues a mí me parece muy bien – dijo, todavía más complaciente su viejo socio, cuyo cargo en el Centro era el de guardián de conciencia mayor. Empecemos ya – propuso con aire festivo, haciéndole un guiño al director.

Tres horas  tardó el cónclave. En el recinto sólo quedaron el director y el guardián de conciencia mayor de nombre Alejandro Trevi, jugando a los gestos y a las miradas, porque mientras Trevi arrojaba ansiosas miradas al sobre, el director lo seguía batiendo en el aire, mientras reculaba y reía, irónico.

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