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El ‘TABÚ’ en danza. Colectivo Glovo

Vivir con tabúes es como rodearse de puertas cerradas. Sin embargo, en lo que hay de prohibición y de innombrable, de censurable y no mencionable, se produce una magnética atracción. Algo de esto parece pertenecer o resultar inherente al campo de la danza. El cuerpo, en si mismo, ha tenido en muchas religiones y culturas la condición de tabú o chivo expiatorio. Y hoy mismo, en nuestro contexto, aún existen ciertos aspectos relacionados con el cuerpo que se consideran tabúes. Pienso en las perturbadoras piezas sobre los fluidos del cuerpo, realizadas a principios de este siglo por Jan Fabre, por ejemplo, Je suis sang (Soy sangre, 2001) y L’histoire des larmes (La historia de las lágrimas, 2005), en las que reivindicaba lo crucial del sudor, el flujo, el semen, la sangre menstrual, el riego sanguíneo, la orina y el movimiento del cuerpo más allá del control ejercido por el decoro y las ideas del buen gusto o la buena figura.

A principios del siglo XX que las mujeres jugasen al fútbol debía de ser también algo tabú. Hay una fotografía de 1925, hecha por Manuel Riesco, que nos muestra a 12 mujeres con las camisetas del Arnoia de Allariz y el Celanova, ambos en Ourense. Esa foto, perteneciente al Archivo Municipal de Allariz, llamó poderosamente la atención de Esther Latorre y Hugo Pereira, del Colectivo Glovo, compañía de danza contemporánea con sede en Lugo. Esta imagen de los años 20, de aquellas mujeres con actitud desafiante y seria, fue el punto de partida para TABÚ. Una pieza en la que el dúo integrante del Colectivo Glovo se amplia a una formación de cinco: Esther Latorre, Hugo Pereira, Clara Ferrão, Sybila Gutiérrez y Fran Martínez.

Respecto a obras anteriores, como MAPA EM·NA, mantienen el uso de las mayúsculas y los títulos bisílabos y enigmáticos. Una poética coreográfica que, de manera análoga a los propios títulos, parece transitar por los territorios de la substracción, la retención y la austeridad, poblada de pequeños detalles gestuales plenos de reverberaciones.

TABÚ, coproducción del Centro Coreográfico Galego, fue estrenada en el MIHL de Lugo, el 3 de diciembre de 2021, y yo pude verla en el primer fin de semana de abril de 2022 en el Teatro Ensalle de Vigo, donde son compañía residente. Asistí a la función del sábado 2 de abril y me gustó tanto que volví a verla el domingo 3 de abril.

¿Qué tiene TABÚ para hacerme repetir?

Igual que las mejores experiencias de la vida, no sabría explicarlo de manera inequívoca. Hay algo en la danza, cuando fosforece artísticamente, que se escapa de la descripción y de la explicación. No obstante, cuando algo nos fascina y nos toca, casi siempre tenemos la necesidad de contárselo a alguien. Y eso es lo que intento aquí.

TABÚ parece aunar la fuerza desafiante, auto-protectora y delicada de una comunidad consciente de vivir en el círculo del tabú. Lo femenino, heredado de la imagen de aquellas pioneras del fútbol en Galicia, está presente en una especie de sororidad que, sin embargo, se actualiza dancísticamente en la disolución de las marcas de género y en una ambigüedad más justa. El vestuario de Adolfo Domínguez, compuesto básicamente de faldas pantalón y chaquetas de tela vaporosa y volandera, en negro en cuatro personas y granate en una de ellas, pone ese punto femenino, sin restar ambigüedad. El vestuario también contribuye a una cierta idea de congregación o hermandad y amplifica el recorrido y el halo de los movimientos.

Colectivo Glovo se mantiene fiel también a la frecuencia de secuencias en unísono coreográfico, intensificadoras y amplificadoras de lo que acontece. Porque en la danza de esta compañía el movimiento no se reduce a pasos extraordinarios de primor dancístico, sino que, además de eso, acontece algo que se puede sentir, aunque no se pueda describir.

En las actitudes, una atención abierta y concentrada en las miradas, una vigilancia que nos alcanza. Una comunidad de la que, en diferentes momentos, se van descolgando cada uno de los miembros, en contrastes poderosos, para realizar solos que dialogan y retan al grupo.

Algo que me encantó especialmente fue la dimensión ancestral, entre la lucha y el juego, la tierra fresca y el fuego, la alerta y la fiesta. Me maravilla la manera depurada a través de la cual el movimiento se vincula con el ecosistema cultural gallego, con los ritmos de una naturaleza singular unida a lo rural, a lo animal, a lo vegetal, incluso a lo mineral, en su persistencia, resiliencia y abnegación.

En el espacio sonoro, compuesto por Babykatze, entre la electrónica se cuelan los sonidos de una azada labrando la tierra fresca, al principio, y la euforia de una “foliada” con sus “aturuxos”, al final, para cerrar una especie de ciclo telúrico, que se me antoja de origen celta.

Los desplazamientos por la horizontal, a ras del suelo, con elevaciones y descensos, alucinados por el efecto sutil del vuelo en las telas de la ropa, aporta trascendencia. Lo figurativo, lo humano, se funde en un paisaje climatológico, atmosférico, energético, telúrico, que trasciende lo personal. La iluminación diseñada por Pedro Fresneda contribuye en gran medida a este hechizo.

El Colectivo Glovo, que viene de ganar el Premio del Festival Corpo Mobile de Roma en este 2022, consigue movilizar, con su danza, la totalidad integral del ámbito que nos incluye.

Afonso Becerra de Becerreá.

P.S. – Otros artículos relacionados:

“Vibración en danza, ‘EM·NA’ de Colectivo Glovo”. Publicado el 5 de abril de 2021.

“Corpo (a) terra”. Publicado el 30 de agosto de 2020.

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