Un cerebro compartido

En el escenario o en el campo de juego

Y es que hay profesiones similares. Piénsese en un intérprete que sale al escenario para defender su personaje jugando con sus compañeros en la búsqueda de un sentido, un objetivo que defina su rol luchando con los conflictos, etc… y ahora piénsese en un jugador, digamos de baloncesto por no abusar del futbol, que sale a la cancha para defender su posición jugando con sus compañeros en la búsqueda de un objetivo, ganar, luchando contra los conflictos que le genere el equipo contrario. Vale, podrá decir el lector, “qué fácil”, pues sí, lo es, pero también es una realidad. No hay que alienar el trabajo del intérprete teatral porque es más cercano de lo que parece a otras profesiones. Pero de lo que me interesa hablar es del tipo de actor/actriz que podemos ser bajo este prisma.

Hace años encontré un artículo que he releído para escribir esta columna, “The Olimpic actor: improving actor training and performance through sports psychology” (El actor olímpico: mejorando el entrenamiento y rendimiento actoral a través de la psicología del deporte) Me pareció una buena aproximación y me lo sigue pareciendo. Se pregunta Neal Utterback, el autor, qué separa a un atleta de élite de uno que está empezando, y presenta una hoja de ruta sobre la que trabajan los psicólogos deportivos “Power posing”, “mental imagery” y “self-talk” que podrían traducirse como pose poderosa, imagen mental y monólogo interno. Ahora las detallo, pero antes reflexionemos un poco sobre cómo clasificar a los intérpretes para entrar al espacio definido por estos tres ejes, y sugiero una clasificación de cuatro tipos: en formación, formado sin experiencia, formado con experiencia y profesional (olímpico).

Los primeros, los que están en la etapa de formación, son los que nos encontramos en los cursos y que incluso podrían tener algo de experiencia, pero aún están “verdes”, les falta pisar escenario. Los segundos son los que están ya preparados, pero no encuentran la producción, la compañía, el repre, lo que sea que les permita comenzar y, por tanto, luchan por hacerse hueco en la profesión desde detrás de la barra de un bar o una tienda o vaya usted a saber. En España, este grupo es porcentualmente elevado, no me atrevo a dar cifras, pero seguro que el más alto de los cuatro. El tercer grupo ya es casi privilegiado. No pueden vivir de la actuación, o no siempre pueden hacerlo y tienen que simultanear su trabajo escénico con alguna otra actividad que les complemente económicamente, y aun así, pisan escena con frecuencia. Esta categoría es un éxito y repito que escribo desde España. Por último, el actor olímpico es al que reconocemos porque lo vemos en la series, en las películas, en las publicidades, en los escenario, vaya, que parece que solo hubiese un puñado de actores y tienen que trabajar ellos o nadie. Son la élite y acceder es más difícil que aprobar una oposición, ahora sí, una vez que estás en ese selecto grupo, eres olímpico. Se llega con talento y con suerte. Digo y, no digo o.

Bien. ¿Qué hay que tener para llegar a este grupo de olímpicos además de tener suerte y talento?: hay que estar formado. Recuérdese: “Power posing”, “mental imagery” y “self-talk” Respecto al primer punto, que podría asociarse al gesto psicológico de Chejov, está demostrado que mantener una pose energética (me gusta más que poderosa) genera ya a los dos/tres minutos de mantenerla, cambios significativos en los procesos neuroquímicos que gobiernan el comportamiento, da seguridad y autoconfianza. Un intérprete que no es y está seguro de lo que hace no funciona. El segundo de los ejes hace referencia a la imagen mental del rendimiento en la cancha, en nuestro caso, del trabajo sobre el escenario. Podría ser en primera o tercera persona, pero este entrenamiento que hacen los deportistas refuerza su rendimiento. Es válido. El actor debería recorrer mentalmente la secuencia de su trabajo antes de saltar a escena, de esta manera pone en práctica su programa motor sin moverse del sitio. De esto se encarga un grupo neuronal situado en el cortex motor. Por último, el diálogo interno es trabajado por atletas olímpicos para interpretar sentimientos, percepciones, regular y cambiar la evaluación de su yo en la búsqueda de confianza. Lo mismo puede hacer un intérprete.

En definitiva, que los actores, como los deportistas, buscamos la élite y, a falta de otro soporte, el deporte nos presenta esta vía. Probémosla.

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Un comentario

  1. Excelente y sencilla nota. Comprobable… para un actor, al menos digamos profesional.
    Ricardo Bartis ha reflexionado bastante desde el deporte, especialmente el futbol, en esta direccion.
    Comparto ampliamente.
    Abrazos a mi querido Carlitos Gil.

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