Críticas de espectáculos

Entrega el alma y vive con pasión

Telón de boca sonrosado. Colosal, ideal y mágica, La Jaula de las Locas se desliza entre los pliegues de un abarrotado Gran Teatro de Córdoba. Sea jueves o sábado, el espacio de representación está colmado porque ‘el mundo quiere reírse’ con esta creación única y libre, dirigida y protagonizada por el brillante primer plano de Àngel Llàcer como Zaza-Albin. La boca del telón no se ha abierto aún y ya su presencia es ovacionada: sin cuerpo, irrumpen sus giros que bailan en las consonantes. La figura-presentadora y coprotagonista de silueta ágil y segura, interpretada por Armando Pita, es la primera en situarnos en el que va a ser un vivir nocturno y en espiral. Las pestañas y los ojos abiertos se reconfortan en el cálido sintagma que invita La Cage aux Folles: ‘abrid vuestros corazones, abrid vuestras almas’, porque serán una pieza más de este teatro musical: el público es vouyer dentro y fuera del cabaret.

‘Somos lo que ves, y lo que ves es un sueño’, cantan las figuras-pajaritas. La silueta de pavos reales visten las paredes, sus planos laterales, y hacen girar los esconces hacia una profundidad de segundo escenario, con sus telones y su proscenio. Es un sueño donde la escenografía diseñada por Enric Planas canta vestida de plumas a un público figurado e invierte cuando desea su propio encuadre: el punto de vista ofrecido desde el patio de butacas cede el foco para verse, y seguir disfrutando de verse, en los ojos de los que corren y chillan de placer entre bambalinas. El patio de butacas asiste al espectáculo de unas vidas, a su teatro. Caen entonces las letras de ‘La Cage aux Folles’ y la mirada cambia: volvemos a ser voyeurs de su cabaret. Cántenlo con ellxs, y exclamen fuerte: se ha de ‘ver desde otra perspectiva’. Los dos focos que presiden cenitales la diagonal del Gran Teatro al proscenio marcan el punto de luz que seguir para ver mejor los errores que a veces se cometen por amor y a pesar suyo. Cercarán en verde sobre pliegues rosas qué sintagmas hablan desde lo más sincero y que tienen riesgo de herirse. Gracias a la iluminación de Albert Faura, estos volúmenes serán pintados sobre el plano. Se operará la deconstrucción de lo que se considera una madre, una familia y una realidad concreta, desde la musicalidad que es articulada. Porque este metateatro de cabaret colosal, irreal y mágico, los gestos propios del lenguaje se crean en el punto de espacio tocado por la dirección musical de Manu Guix y Andreu Gallén: los músicos deleitan con nuevos sonidos en directo en este musical enjaulado por deseo. Desde su cristal, las notas reinan y contestan a las figuras que vuelan más abajo, que las acompañan en este canto que las hace vivir.

El encuadre se invierte porque se disfruta de no poder verse detenido en el espejo, sino solo evocado y del que solo se recuerde su plumaje girando sobre el escenario. La Jaula de las Locas es una mirada colectiva que se unta virilmente en purpurina y gira sobre sí hasta desplazar todo cliché. Baila hasta pervertir la noción rígida de inversión. La acoge y la hace fulgurar en la nocturnidad de un musical donde la comicidad de gestos y risas espontáneas desde todos los puntos del espacio de representación son posibles y agradecidos. La inversión aparece como figura-pajarita montada en una plataforma de múltiples alturas. Móvil y desde su primer plano, retorcerá los términos jaula, locura y libertad conseguida al sacudir todo lenguaje restrictivo en una imagen negativa de la noche de cabaret, de figuras musicales emplumadas y de las vidas que, por ella, son lo que son: nómadas del arte, porque nunca dejan de moverse en espiral. La Cage aux Folles podrá verse como una jaula abierta (fin de su imagen cerrada), donde las piernas que son deseadas se pasean en curva cantada desde la pelvis hasta los hombros en un lento ‘je | ne | sais | pas’.

La inversión se ha puesto rímel. Sabe que quiere verse aún más. Así que acude a las palabras, dando espesor y una duración poética a sus consonantes para que se mantengan más tiempo bajo los focos; para que se embelesen de su sonido y aparezcan con un abrigo de plumas, palabras-reales, pavos reales que salen por fin de su jaula. En esta barra, alguien se dejó un tanga verde chillón que ahora fulgura como lenguaje que se gusta, que resuena afrancesado para sostenerse y brillar en un espacio que le pertenece por derecho, por el arte y por su espectáculo. Los oídos que asistan a esta obra podrán percibir el gusto de ser y girarse hasta gemir. Solo entonces la inversión se hará efectiva, y saldrán de cualquier pliegue del escenario pidiendo aplausos, porque ellas, palabras-locas, palabras-pajaritas, palabras reales, se abrirán al deseo de ser así, dueñas de su espacio diverso al que revisten de plumas rojas, blancas, amarillas, lilas, azules y verdes. Y es que en La Jaula de las Locas el lenguaje musical y dramático renace en lencería de satén para provocar cada plano-secuencia tejido en una profundidad intuida por la semitransparencia.

‘Aquí está Zaza, aquí está Mamá’. Sublime artista, creador y director, Àngel Llàcer es Musa de lo cómico; es anhelado rostro de primer plano que se pregunta qué estamos mirando. Su complicidad con Armando Pita (Geor(rrrrgg)ges) es tierna y graciosa desde el inicio hasta el recomienzo. ‘Je | ne | sais | pas’. Sabe que su sola figura es suficiente: su trabajo y talento son más que reconocidos. Su comedia del exceso se sostiene sin necesidad de voz: el espacio nunca está en silencio, no porque este no exista, sino porque desde el comienzo, ha sido el primero en incorporarse a la coreografía de Miryam Benedited en forma de sonrisa-pajarita. Llàcer es estrella que rutila tan cercana a la realidad que baja por el patio de butacas y desencadena una serie de locura. La distancia, cualquiera que sea, la ha trasnochado porque la ha desplazado. Zaza-marabú es centro de esta espiral que garantiza que la vida de antaño no rebrotará, porque vive cambiando mientras danza acompañada en su plataforma. Es centro doble, encarnado también por el reconocido Ivan Labanda, que con sus matices y calidad interpretativa y musical, enriquece la coloración de la voz protagonista.

Roc Bernadí, Camila Almeda, José Luis Mosquera, Lucía Madrigal Cuadra, Antonio del Valle, Clàudia Bravo, Ricky Mata, Raúl Martín, Alexandre Ars y Muntsa Rius son las figuras que suman y fundan este show que gira desplazado desde un ‘el amor es lo que cuenta’ a un ‘el amor es el que cuenta’. El amor no es un concepto, no es una cosa que se puede enjaular: no es ‘lo’ que cuenta, sino que es figura de voces y rímel, que narra y es fin de lo sentido. Género libre, sin peluca. Amor, sin etiqueta. Las ha tirado fuera del escenario. En este teatro de telones, donde la danza y las vidas se suceden entre bambalinas, una doncella fiel a la espectacularidad, Jacob, es foco de toda atención: Jorge González es el artista escogido para salir al proscenio con un velo y desviar el tiempo hacia sí, con soltura; es el ideal para atravesar la horizontal con un chillido que tiende al patetismo de una comedia; es el que santifica el arte y todas sus formas orgánicas. No hay coro que le sujete: gracias a él y a todo el equipo artístico y técnico, esta comedia musical será aplaudida por su cante, sus tonalidades y sus giros.

Nada se oculta. La jaula es una forma de vida que no calla ni deja de articularse. Se podría hacer pasar por lo que no es: rigidez de piernas y caída de hombros, pero dejaría de ser. El lenguaje musical y dramático del exceso gracioso finge ser fragmentos de un lenguaje ordinario y de masculinidad de ingle irritada. ¡Ay, mantequilla viril!, paradoja de una irritación en la fragilidad de los días sin noche, serás hoy curada. Para ello, esta Cage aux Folles, inspirada en la de Broadway de 2010, te dará algo de vuelo, de suave plumaje, de volumen en el cabello, de purpurina y delineado en los labios para que puedas gritar tu realidad, ahora cambiada, nocturna y abierta.

Con un corazón curado de silueta rosa y roja, el tarareo de una canción ya vivida vuelve desplazado para subrayar que el amor no permanece igual, sino que recomienza y se quiere más. La Jaula de las Locas es espiral cantada y danzada donde toda herida se arregla con rímel y purpurina en un espejo a doble altura. A la Virgen de la Magnolia se le canta y se le reza. Una vez más lo dirá, hasta que invierta toda imagen negativa: ‘yo | soy | lo | que | soy’. La imagen-cliché enloquece entre bambalinas y sobre todo escenario, de cabaret y de teatro. Huirá por el pasillo del cabaret invertida y emplumada. La boca-telón se ha sonrojado y cae, joie de vivre complacida y extasiada.

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:

•OBRA: La Jaula de las Locas
•AUTORÍA: Jean Poiret, con libreto de Harvey Fierstein, y música y letras de Jerry Herman.
•INTÉRPRETES: Àngel Llàcer, Armando Pîta, Ivan Labanda, Roc Bernadí, Camila Almeda, José Luis Mosquera, Lucía Madrigal Cuadra, Antonio del Valle, Clàudia Bravo, Ricky Mata, Raúl Martín, Alexandre Ars y Muntsa Rius
•DIRECCIÓN: Àngel Llàcer
•DIRECCIÓN MUSICAL: Manu Guix y Andreu Gallén
•COREOGRAFÍA: Miryam Benedited
•TRADUCCIÓN Y ADAPTACIÓN: Roser Batalla y Roger Peña
•DIRECTOR ADJUNTO: Joan Maria Segura
•DISEÑO ESCENOGRAFÍA: Enric Planas
•DISEÑO VESTUARIO: Míriam Compte
•DISEÑO ILUMINACIÓN: Albert Faura
•DISEÑO SONIDO: Roc Mateu
•DISEÑO CARACTERIZACIÓN: Helena Fenoy y Marta Ferrer

Gran Teatro de Córdoba, el 29/10/2022

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