Críticas de espectáculos

Historia del cerco de Lisboa / José Saramago / Ignacio García / 34º Festival Internacional de Teatro de Almada

 

Teorema de la manipulación

“La Historia no es una ciencia, es una ficción”, lo dice Raimundo Silva, el corrector de “Historia del cerco de Lisboa”, novela escrita por José Saramago en 1989. Y es que, Silva recibe el encargo de revisar y corregir el original, pero intencionadamente o por error –caben las dos posibilidades- introduce la palabra “no” en diversos pasajes de la narración.

La negación “no” cambia todo el sentido del relato. De esta manera, donde debería decir que los cruzados cristianos ayudaron a los portugueses para desalojar a los moros de Lisboa, dice que “no”, que los portugueses no tuvieron colaboración de los Templarios de Jerusalén.

Con este tema como base, José Gabriel L. Antuñano ha escrito un texto en donde desarrolla el teorema de la manipulación. Inventa a los personajes que siguen una trama a varios niveles narrativos. Por una parte, está Silva, el corrector que justifica su acción de implementar el “no” con argumentos tales como: “La verdad histórica no existe. (…) No hay documentos que transcriban los discursos de reyes y militares. (…) La Historia se escribe con datos y palabras que el historiador plasma según su punto de vista. (…) El historiador reconstruye la realidad haciendo una selección de los materiales…” En definitiva, el corrector –también podría ser el traductor, el director de escena, incluso el propio lector/espectador- posee la capacidad/oportunidad, quizá libertad, de modificar el texto original en función de su creatividad/liberalidad/intencionalidad.

Otra cuestión sería la ética donde no entra Antuñano. En este caso, el dramaturgo solo desarrolla el teorema “La Historia no es una ciencia, es una ficción”, y por lo tanto cabe la reinterpretación; es decir, plantea la subjetividad.

Por otra parte, en la obra de Antuñano aparece José Saramago que ejerce de verdadero autor de “Historia del cerco de Lisboa”, y es quien anima al corrector a crear una ficción, una novela que palíe el error delante de los editores, una novela donde no puede faltar el amor.

Saramago le dice a Silva que ha de escribir una “novela que no es un tratado histórico, (…) una novela no es un archivo de datos, es una aproximación para entender el Mundo”. Además, de Saramago –trasunto de Antuñano- aparecen los personajes que entran en conflicto con el corrector: María Sara directora literaria, Jorge Costa director general de la empresa editora, una sirvienta. Los editores son los que, para deshacer el error de haber introducido el “no”, proponen que Silva escriba la novela. Bueno, después, cuando ya está a punto de terminar el texto, los editores cambian de parecer porque ya no necesitan la “Nueva historia del cerco de Lisboa” ya que tienen un nuevo texto del propio Saramago; no obstante, en el conflicto editorial aparece el amor…

Para cerrar el círculo de la ficción y la realidad, la novela del corrector Raimundo Silva se apoya en los diversos personajes que recrea: Afonso Henriquez, rey de Portugal, Caballero Henrique de Borgoña, Mogueime, soldado portugués, joven gallega, moros, cruzados… Estos personajes, que son los protagonistas de la “Nueva historia del cerco de Lisboa”, actúan a las órdenes de Silva, trasunto del director de escena. En definitiva es el teatro dentro del teatro.

Con todo lo dicho, la obra  “Historia del cerco de Lisboa, de José Gabriel L. Antuñano a partir de José Saramago, a mi entender, plantea una larga reflexión acerca de la Historia como supuesta verdad. En ese mismo plano cabe reflexionar sobre la autenticidad de las noticias periodísticas, así como de Wikipedia, los libros de textos escolares, las enciclopedias ilustradas, los anuarios históricos, las crónicas… Es decir, la reflexión nos lleva a tener una actitud crítica con lo que recibimos a modo de información. Y en este mismo sentido, está la reinterpretación que el lector, el estudioso, el historiador, el espectador de un montaje escénico hacen de lo que perciben. Estamos hablando de manipulación de la realidad o, si se quiere, estamos ante una realidad relativa en donde interviene, tanto por el emisor como por el receptor, la subjetividad personal.

La puesta en escena dirigida por Ignacio García juega a hacer teatro dentro del teatro, un recurso tan antiguo como el propio teatro. Bueno, no es que quiera decir que la puesta en escena esté trasnochada, no, sencillamente que utiliza la convención clásica para entablar un diálogo entre el texto dramático y el espectador.

Desde este punto de vista, tanto las escenas del corrector y sus conflictos como las escenas donde se representa la “Nueva historia…” se intercalan con la suficiente lógica y claridad. El público asiste a una doble representación a lo que hay que añadir las simpáticas y cómicas escenas de los moros cercados donde los intérpretes hacen de marionetas; estas marionetas poseen viveza y autenticidad; sin duda, estas escenas aportan una enorme teatralidad.

Quiero subrayar la espléndida escenografía de José Manuel Castanheira: todo un acierto por su sencillez, poética y efectividad.

Castanheira ha creado un espacio amplio y diáfano, abierto por los laterales y limitando su profundidad con una estantería de cuatro alturas plagada de libros y cartapacios. Esta estantería, casi plana que ocupa buena parte del foro, en primer lugar, evoca una sala de lectura, una biblioteca enorme donde se apilan y acantonan todos los libros habidos y por haber, los legajos y documentos históricos, donde se acumulan no solamente los conocimientos y documentos históricos, sino toda la sabiduría acumulada por la Humanidad. Pero la estructura también evoca el muro, el cerco tras el que está Lisboa; es el muro que limita con la libertad.

La escenografía se complementa con unas proyecciones en el ciclorama donde Castanheira dialoga con lo que sucede en escena, subraya las acciones y contextualiza cada situación. Estas proyecciones se me antojan de una calidad plástica exquisita, aparte que reflejan la mano de un gran artista. Hay proyecciones que hablan de los manuscritos del escritor, otras marcan un sentido épico con los trazos del título de la obra sobre un fondo oscuro, tenebroso; hay proyecciones que con trazos minimalista dibujan las colinas de Lisboa, otra insinúa un muro y una escalera, otra dibuja el teatrillo de las marionetas… En fin, todo un arte plástico al servicio de la escena, con mínimos elementos y un alto índice de buen gusto y significación.

Ignacio García ha dirigido a un elenco heterogéneo que se ha visto reflejado en bondades y logros menores para destacar. No es cuestión de subrayar a nadie porque la entrega del equipo técnico y actoral se ha mostrado a un alto nivel de profesionalidad.

Y poco más que comentar a la dirección. Decir que ha sabido dibujar los paralelismos entre Saramago autor y Antuñano dramaturgo, entre Raimundo Silva corrector con el director de escena, paralelismos en las escenas del amor.

Quizá dos cuestiones más que solo pueden ser responsabilidad del director. ¿Qué hacían en los laterales tantas perchas con trajes que no se usaron en la representación? Solo hubo un par de cambios de vestuario. Y, el foco/candileja en el centro del escenario no lo vi, no lo entendí como una solución ni estética ni poética. No obstante, Ignacio García y José Gabriel L. Antuñano han conseguido un gran espectáculo, emotivo, poético y aleccionador.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: Historia del cerco de Lisboa. Dramaturgia a partir de José Saramago: José Gabriel López Antuñano. Intérpretes: Ana Bustorff, Esla Valentín, Joâo Farraia, Jorge Silva, José Peixoto, Luis Vicente, Pedro Walter, Rui Madeira, y Tânia Silva. Escenografía: José Manuel Castanheira. Vestuario: Ana Paula Roche. Iluminación: Guilherme Frazâo. Dirección: Ignacio García. Producción: ACTA-A Companhia de Teatro do Algarve, Companhia de Teatro de Almada, Companhia de Teatro de Braga y Teatro dos Aloês. Teatro Municipal Joaquim Benite de Almada, sala principal. 34º Festival Internacional de Teatro de Almada, Portugal.

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