Entrevistas

Juanjo Corrales: “Soy un activista en la cultura “

Juanjo Corrales, director del Festival de Títeres de Bilbao es mucho más que un gestor cultural. Su recorrido abarca distintos territorios: territorios geográficos, territorios culturales, territorios de historia e idiomas diversos y un solo hilo conductor: la gestación y gestión de iniciativas culturales con un impacto duradero en el tejido social del lugar donde se llevan a cabo.

Juan Carlos Garaizabal: ¿Te refleja esta introducción?
Juanjo Corrales: Si. Podría definir el trabajo que hago desde hace muchos años. Siempre desde la cultura y las artes intentando no alejarme de lo que pasa a mi alrededor y desde la sensibilidad de ser parte de esos temas que nos rodean. Y si desde el trabajo que hago se puede dar alguna clave que pueda ayudar, en alguna manera, a entender mejor las cosas… es eso siempre lo que he buscado.

JCG: Hay una intención pedagógica.
JC: Parto de mi formación en magisterio. Hice diversas escuelas, la Escuela del Bosque de Barcelona, La escuela de Expressiò o en Navarra, en los años de la reconstrucción de los modelos educativos en Euskadi. Y es ahí cuando inicié el camino de aplicar las técnicas y las estéticas del teatro en los procesos educativos y en las dinámicas de acercamiento educativo a las personas.

JCG: Te propongo un juego para que el lector pueda construirse una idea no solo de la labor que desarrolla un gestor cultural sino de tú forma de hacerlo. Yo te doy una palabra y tú me respondes con una reflexión asociada a tu labor y recorrido.
JC: Muy bien. A ver qué sale. Venga.

JCG: ¡¡Vamos a jugar!!
JC: Cuéntame.

JCG: Primera palabra, Bilbao
JC: Bilbao, es mi casa, mi familia, mi punto de salida. Bilbao es el lugar donde, ahora, en los últimos años regreso con la intención del emigrante de devolver una parte de lo que me llevé prestado. Yo en Bilbao tuve la oportunidad de aprender todo lo que me ayudó a irme de esa ciudad buscando lo que allí no encontraba. Y Bilbao es el lugar del regreso, no definitivo. Un regreso con agradecimiento que tiene que ver con el trabajo que hago ahora en Bilbao.

JCG: Salónica
JC: Salónica, explosión de colores. Llegué a Salónica con la idea de que el sol salía todos los días. Primero estuve Barcelona y en ciudades del norte, París, Bruselas, bajé a Italia y de allí a Tesalónica. Hice incursiones en Chipre, Israel, Turquía. Siempre buscando el sol. Buscando la luz. Salónica es donde he logrado poner en orden mi vida. Aquí he vivido mi perfil como persona de familia, como padre. Y como creador poniendo en práctica aprendizajes, intuiciones e ideas que fui recogiendo por los lugares por los que he pasado. Ahora estoy en Grecia que es donde han pasado las cosas más increíbles de la cultura occidental. Es la primera cultura que empezó a poner en el centro al ser humano; la primera en buscar otra opción a la violencia de ejercer el poder sobre el resto de las personas. Aunque también hayan existido estas cosas en la historia griega tuvieron la sensibilidad de dar una importancia especial a la creatividad del ser humano y que ha construido toda la imaginaria de Europa y todo lo que a nosotros nos ha dado el carácter de occidentales. Y yo mantengo que esto todavía está en el aire, aunque haya muchos griegos que han perdido la tranquilidad para verlo.

JCG: Isla de Hydra.
JC: Isla de Hydra. Una isla pequeña, de paso. Solo tiene el puerto. Una isla de personas tranquilas y sin tráfico en la que nunca pasa nada, pero en la que han pasado muchas cosas con gente que vive en dirección contraria a los ritmos del planeta. Allí conocí a Mickel Nexklen. Él invitaba a sus amigos titiriteros a pasar las vacaciones a cambio de que mostraran su trabajo en el puerto. Esto creó una actividad continua de títeres que nunca había existido. El día que Mickel su fue de allí, también acabó. Nunca hubo un reconocimiento de su labor, aunque haya muchos griegos titiriteros que lo recuerden. Por eso la primera acción que hicimos en la primera edición del Festival de Kilkis, en la otra punta de Grecia, fue invitarle para reconocerle el trabajo de recuperar la tradición de los títeres. Una tradición que ya existía en la Grecia clásica y que se había perdido con el pasar de culturas y pueblos por Grecia. En la Grecia clásica existían los nevrospastos, que quiere decir con los nervios rotos. Y es porque el muñeco se movía con alambres y tenía los brazos y piernas articulados. Y lo movía un esclavo que se ponía en las plazas, en los cruces de caminos de la vieja ciudad de Atenas y hacia parodia que los grandes dramaturgos de la época hacían en el teatro de Dionisos o en los teatros de otras ciudades. Un títere que se hacía para las gentes humildes que no tenían la posibilidad de entrar en el teatro por no ser libres. En las callejuelas de Atenas y en otras grandes ciudades el titiritero contaba en modo de las mismas historias que, por ejemplo, Aristófanes pudiera contar para la clase pudiente, para la clase libre que tenía su plaza, su voz y su voto en la Asamblea. La democracia griega también tenía por detrás quien la sostenía, los esclavos. Esclavos que también eran parte de aquella sociedad.

JCG: Los has nombrado: títeres
JC: Títeres. Es una de mis pasiones. Es un objeto que se compenetra totalmente con la acción del titiritero. Tiene la capacidad de transmitir emociones, de transmitir el alma. Animar un títere es darle alma. Y es muy curioso el diálogo que existe entre el titiritero y su títere. De hecho, el títere tiene la capacidad de contar y expresar situaciones e ideas que, a veces, a la persona titiritera le costaría más de un disgusto si lo tuviera que hacer sin el títere. El títere existe desde que los humanos se pusieron de pie. Nos permite contactar con nuestro entorno. Los niños juegan, dan vida a todos los objetos que caen en sus manos. Y cuando deja de ser una acción automática pasa a ser un arte. Hay muchas técnicas y maneras de utilizar los recursos de los títeres, pero todas tienen un mismo objetivo que es, la de contar el mundo. De hecho, en toda la historia de la humanidad, en todas las culturas el títere ha estado presente como un objeto que ha ayudado a explicar lo inexplicable. El mundo de los títeres, de las formas animadas nos pueden dar esa posibilidad a la imaginación humana para contarlo todo.

JCG: Se te ilumina la expresión cuando hablas de títeres. Circo.
JC: Búsqueda de la perfección utilizando el cuerpo humano como herramienta. Es un ejercicio de superación, de autocontrol, de disciplina para conseguir un resultado que, la mayoría de las veces es espectacular porque supera las posibilidades que tenemos las personas en nuestra vida cotidiana. Ha tenido muchas concepciones. Si te vas a la antigüedad era una cosa terrible porque el circo era un momento de diversión utilizando el recurso de la violencia por el mero hecho divertir a la masa.

JCG: Una diversión sádica
JC: Luego vinieron los circos contemporáneos en los que se mostraba la superioridad de los seres humanos sobre el resto de los seres de la creación: el dominio sobre los animales, el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. En la actualidad es un concepto más humano- céntrico, en el sentido de que busca la superación de las posibilidades del cuerpo en una actividad jugando con artilugios. Es muy divertido, es muy apasionante. Circo es espectáculo. Y es amable, porque el centro del circo es la creatividad humana. Y cuando el circo se junta con otras disciplinas como son el teatro, la dramaturgia o la danza o la música, realmente se crea un mundo muy hermoso.

JCG: Vamos a soñar. ¿En los tiempos que corren apostarías a que la humanidad puede hacer un recorrido como el que ha hecho el circo? Es decir, ¿de ser un divertimento sádico de masas a un espacio de creatividad donde el desarrollo del ser humano y su superación sea el centro?
JC: Con los tiempos que corren, la respuesta sería depresiva si decimos que no es posible. Sería posible si pensáramos que en nuestra vida lo más importante que tenemos que hacer es aprender a relacionarnos con otras personas. Relacionarnos con otras personas quiere decir escuchar, aceptar, compartir, quiere decir superar dificultades. Son muchos los verbos orientados hacia la convivencia los que se podrían poner. Los seres humanos estamos condenados a convivir, a compartir entre nosotros, a comunicarnos entre nosotros. El hecho de que no hayamos educado esa posibilidad hace que en este momento esté todo en números rojos, que hayamos destrozado la naturaleza, que la hayamos agotado, que la hayamos ensuciado. En vez de pedir aquello que otros tienen y que quisiéramos tener, pues vamos y lo cogemos por la fuerza. Y cuando en ese conflicto una de las dos partes no hace porque las aguas vuelvan a su cauce, sino que la respuesta es de defensa, de sentirme agredido, de defenderme utilizando las mismas armas que me han violentado pues, ahí, hay realmente muy pocas posibilidades. El otro día me mandaba un amigo la foto y la noticia de un amigo titiritero palestino a los que invitamos hace muchos años como Teatro Nacional de Títeres de Palestina. En un bombardeo murió con su mujer y su hijo pequeñito. ¿Por qué tiene que entrar todo el mundo en ese juego de incomprensiones? ¿Por qué las personas que no lo queremos no tenemos la capacidad de retraerlo todo y decir que las leyes del juego pueden ser diferentes? Me pone muy triste, muy triste. Pero siempre pienso que no es motivo para no seguir adelante intentado, con lo poquito que hacemos, crear esos momentos humanos que crea siempre la cultura, las artes. Momentos que nos muestran que también hay hermosura a nuestro alrededor.

JCG: Jazz
JC: Caminos muy expresivos, muy personales donde el idioma es muchas veces incomprensible, pero al mismo tiempo lo encontramos hermoso. Jazz implica capacidad de escuchar. Se educa muy poco en la escucha entre humanos. Todos tenemos la capacidad interior de disfrutar de la belleza que tiene lo diferente, pero para ello necesitamos liberarnos de los ruidos de la mente, los ruidos del cada día, de tener que justificar que somos de una manera y no de otra, el tener que mantener que soy así porque soy diferente de lo que tú me cuentas, porque soy contrario.

JCG: Instituciones culturales.
JC: Son muy importantes. Tienen la responsabilidad de la salvaguarda de estructuras, plataformas, de poner orden en el cierto desorden que pudiera haber. Son la herramienta que tiene la cultura para poder, no es una palabra bonita, catalogar los contenidos de un acto, de una expresión cultural. La cultura es un lenguaje común a todos, es algo que se aprende desde que nacemos. Vivimos en una cultura y de ahí nos llegan las motivaciones, los contenidos, las herramientas vitales, las interpretaciones que hacemos. La incomprensión cultural es la que nos pone, a veces, en el interrogante de lo poco que podemos entender de otras culturas cuando nos ponemos frente a ellas. Por ejemplo, si nos ponen, aunque seamos grandes conocedores de la cultura occidental, frente a un similar de la cultura china habrá muchas cosas que serán incompresibles tanto para uno como para el otro, pero habrá puntos en común como pueden ser los grandes puntos de la cultura: las leyes, el dinero, la religión… Los entes culturales buscan coger una parte de eso e intentar mantener esos puntos que puedan ser comunes entre todas las personas que viven en una comunidad. Luego por otro lado, yendo más al plano de tierra, tierra. Instituciones públicas y privadas. Las públicas son importantes porque ayudan a que se mantenga ese nivel. Porque tienen la obligación de apoyar, de financiar y de promocionar el acto cultural como acto que permite a las personas a vivir momentos de comunidad. Y a los entes privados, asociaciones, fundaciones, es porque con el trabajo que hacen logran llegar allí donde las instituciones públicas no pueden llegar. Pueden poner interrogantes, hacer afirmaciones que un ente público, normalmente por cuestiones políticas, u otra lastra, digamos, no se atreverían ni hacer ni a proponer. Son reguladores de muchas situaciones.

JCG: ¿Lo ideal sería una combinación de ambas a la hora de llevar un proyecto?
JC: Yo creo que sí. Es muy, muy importante. Y si nos dejáramos llevar por la…..me viene solo la palabra en griego.

JCG: ¿Cómo sería la pablara en griego?
JC: Aplistia. Es una palabra que describe la lujuria de los tiempos en que vivimos. Si nos dejáramos llevar solo por la lujuria, es decir lo comercial, lo consumista, el dinero, es el poder económico, la cultura acabaría siendo en mucha circunstancia la basura que es, la basura que nos quieren vender. Y digo basura pidiendo perdón al termino basura, ¿eh? Porque se desprecia las capacidades humanas, la inteligencia humana y a veces, con un interés en rebajar esas posibilidades para poder seguir ese juego de control. Ese juego de poder pasar lo que en este momento nos interesa pasar. Es muy importante que las instituciones, en un acto de equilibrio, colaboren. Las instituciones públicas, con sus objetivos políticos, y las instituciones privadas de la cultura con su filosofía propia es muy importante que trabajen juntas por lo humano, lo social, la participación, lo colectivo, por lo que es realmente creativo, aunque, a veces, sea incomprensible. Porque eso es lo que marca la evolución de la sociedad. Hay cosas que desde el principio de la humanidad se ha ido pasando de una generación a otra: las historias que se han contado, los artilugios que se han inventado y que se han ido perfeccionando a lo lardo de la historia en base a esas historias que han ido pasando de una generación a otra. Es importante que eso se mantenga, que no se rompa ese vínculo como hemos conseguido romper el vínculo con la naturaleza, por ejemplo. Es una cuestión de respeto por nosotros mismos. Y en eso las personas, las entidades que trabajan por la cultura tiene la obligación de colaborar con los entes públicos y los entes privados y las instituciones, incluso grupos naturales que trabajan porque la cultura sea un acto vivo es esencial. Y eso tiene que pasar por el reconocimiento de que en la sociedad en la que vivimos, todas estas situaciones tienen un coste. Y eso es lo que hay que valorar, no de una manera exagerada, ni comercial sino en su justa medida. Se podrían poner muchos ejemplos también.

JCG: Al hilo de lo que estás contando de reduccionismo cultural y de reduccionismo de la inteligencia humana, me han venido dos elementos: tiktok y la inteligencia artificial en actividades expresivas humanas, escribir. Incluso se está entrometiendo la inteligencia artificial en el doblaje.
JC: Para mí son dos cosas muy diferentes que expresan situaciones diferenciadas, aunque utilicen el mismo medio. Es un medio que ha cambiado la sociedad, el medio de internet de la informática. El tiktok es una reacción humana, aunque el que la haya inventado su objetivo no era de mejorar la sociedad sino mejorar a una serie de personas económicamente. El beneficio económico es lo único justificable. El tiktok, yo no lo tengo ni lo sigo. No soy seguidor de redes. Pero cuando lo veo, me da un toque de tristeza sensible el ver la necesidad que tenemos los humanos y en especial las nuevas generaciones, de contar cosas, de expresar, de poder hablar, de decir, incluso de dejarse ver. De decir, soy importante, no soy un trozo de nada. Yo lo veo desde hace muchos años aquí en Grecia, antes del tiktok. Si vienes a cualquier ciudad, a Atenas, a Tesalonica fundamentalmente, verías que no hay un centímetro cuadrado de pared que no tenga un graffiti, un borrón, una mancha, una palabra, una letra, un algo. Y la gente dice, esto es una gamberrada, o es una falta de respeto, una falta de civismo. Es algo que a estas personas tendrían que darles un cachete. Y no es así, es la necesidad que tienen las nuevas generaciones en este país de contar su descontento, de hablar de lo que no pueden poner en palabras, de lo que no pueden expresar pero saben que les está ahogando el espíritu. Y cuando se expresan emociones, ideas, criticas, insultos en las redes sin haber tenido el tiempo de recapacitar y expresarlas de esa manera tan espontánea, tan brutal y sin pensar demasiado vemos lo que parece que se ve en las redes sociales. No son solamente medios donde contar bulos o de crear situaciones negativas para el desarrollo de la sociedad. No me veo capacitado para criticar ese mundo, aunque me da mucho miedo realmente porque veo los cambios que se han creado en el día a día de las personas. Porque a veces parece que todo vale por tener un segundo de notoriedad donde otro me ve y me pone el emoticono del muy bien con el dedo pulgar. Y la inteligencia artificial me genera muchas dudas, muchos interrogantes. ¿Por qué las personas tenemos que inventar algo que logre contar, contabilizar, expresar o modelar algo que una persona ya puede hacer? No se sí podría entrar en la discusión que hay por todos los lados en relación con este tema. Quizás tenga aplicaciones que sí pueden ser correctas, pero, por otro lado, hay que tener en cuenta que el ser humano también tiene esas capacidades. Igual no tan exactas. El ser humano y la maquina no son comparables. La inteligencia artificial puede tener un sentido en el mundo que hemos construido de un tiempo a esta parte. El hecho de afrontarlo ahora pone en duda la capacidad de la humanidad de seguir estando aquí. ¿Qué vamos a hacer? ¿Sentarnos a ver cómo las máquinas lo hacen todo? Es como aceptar que nuestra historia se está acabando. Me bloquea esta historia.

JCG: Es una reflexión potente. Vamos a Bilbao y al Festival de Títeres en su 42 Edición recién terminada. Dinamarca, Sudáfrica, Andalucía, Euskadi, Argentina, Grecia entre otras procedencias y un festival con un abanico de actividades amplio con la intención de enraizar esta actividad cultural en el tejido cultural de la ciudad. ¿En general cual ha sido tu balance?
JC: Mi balance personal que estoy compartiendo con el equipo, que somos profesionales que venimos del mundo del teatro, de los títeres. La valoración desde el punto de vista artística y de la propuesta que hemos hecho hacia l ciudadanía es muy positiva. Nos ha permito presentar trabajos de alta calidad artística y de temáticas. Hemos podido poner mensajes ante la ciudadanía de gran actualidad, por ejemplo, el ser humano a través de sus entrañas, la cultura africana el futuro del mundo desde mi punto de vista. Un espectáculo, el de la compañía sudafricana, donde un padre le hablaba a su hija de lo importante de no perder el contacto con nuestras raíces sin palabras y desde una estética africana. El teatro estuvo lleno en las cinco funciones de esta compañía.

JCG: Antes hablabas de acercar mundos que en principio parecen diferentes y en el Festival habéis tenido a una compañía de Dinamarca y ésta de Sudáfrica por poner ejemplos geográficamente alejados. Sus propuestas qué tienen en común y qué tienen de diferente.
JC: Lo africano, una estética mucho más visceral, más de contar de una manera no cocinada sin las envolturas que ponemos, a veces, para contar ciertas cosas. Los espectáculos europeos son más intelectuales. Hemos tenido compañías como El Espejo Negro. Un regalo el haberlo podido programar en el Festival. Han venido con una historia que escuece en este momento en las sociedades occidentales.

Presentacion de cartel
Presentacion de cartel

JCG: ¿Cuál?
JC: El reconocimiento de la sexualidad de las personas. Un espectáculo sobre la aceptación de las preocupaciones del colectivo LGTBIQ+ contados desde la perspectiva de una niña. Un espectáculo para todos los públicos, familias, escuelas contado desde una niña y contando cómo se siente. Un títere que cuenta cómo se siente una niña. Es el día que he visto llorar a gente en el teatro. Un momento verdaderamente emocionante. Y probablemente alguna de esas personas que estaban viendo el espectáculo en otra situación podría tener una actitud negativa ante el tema de hablar o de relacionarse con la posibilidad de aceptar hablar de ese tema.

JCG: Ahí está la función pedagógico social de los títeres o del teatro.
JC: Eso es. Hemos tenido dos espectáculos que combinaban la danza y el teatro físico con los títeres que ponían de manifiesto la dificultad de la mujer para situarse una posición de igualdad. Uno de los espectáculos muy potente con cuatro mujeres bailando con un títere de la misma estatura que ellas para contar de una mujer que después de un accidente y de haber perdido su memoria, por lo tanto, su identidad, hace el recorrido para recuperarla. Hubo también momentos de mucha ternura. La propuesta de México era sobre Khalo cuando era niña y cómo vive aquello años de infancia. Se presentó en las escuelas y se hablaba con los niños y niñas. La mayoría de las preguntas no fueron sobre la artista sino sobre cómo era México, qué coméis. Fue bonito porque fue entrar en un lenguaje intercultural.

JCG: Despertar la curiosidad por el otro.
JC: Despertar la curiosidad. Eso es. O el espectáculo de los argentinos lleno de virtuosismo en el manejo del títere contando pequeñas historias llenas de poesía sin palabras llenas de música.

JCG: ¿Cuál fue tu prioridad al recuperar el Festival de Bilbao?
JC: La palabra era recuperar. Recuperar desde lo personal, mi relación con Bilbao después de más de treinta años de estar fuera. Y recuperar el Festival también que estaba en un momento de gran bajón en lo que se refiere a la relación con el público, con la profesión titiritera, con las instituciones y la relación con otras entidades que aun haciendo el mismo trabajo de promoción de los títeres. Han pasado 7 años. Y estoy muy agradecido a Concha de la Casa que en aquel momento tuvo la idea de proponernos acoger el Festival y seguir trabajándolo después de los 35 años que estuvo ella al frente del Festival. 35 años son muchos años, crean cansancio, situaciones estancadas, círculos viciosos, malentendidos, una serie de historias que hizo que el Festival en aquel momento estuviera de bajón. Recuperar era la palabra en aquel momento. La recuperación más importante que se hizo en aquel momento fue recuperar la amistad y la colaboración con el otro Festival y estructura fuerte que hay en Euskadi, el Centro Internacional de la Marioneta Topic de Tolosa, con su museo, el centro de documentación, de producción, de creación. No podía ser que estas dos entidades fuertes no caminaran juntas.

JCG: La trasversalidad y la cooperación son dos palabras que están en tu discurso de forma continua.
JC: Porque es importante y porque seguir adelante con esa disciplina ayuda a vivir.

JCG: Se va hacia delante.
JC: Eso es. Se va hacia delante y no solamente. Porque si alguna vez me llega el momento de mirar para atrás que pueda decir, bueno se han hecho algunas cosas que han estado bien.

JCG: Creo que habéis tenido dificultades económicas en el cierre del Festival. ¿Cómo se manejan desde el gestor cultural esos marrones?
JC: Pues te lo voy a explicar. Con buen espíritu. Intentando que no te tire para atrás. El problema que hemos tenido es una falta de previsión en lo económico. El Festival de Bilbao es pequeño, es precario en lo económico donde los fondos que tenemos asegurados pueden cubrir más o menos la tercera parte del coste real del Festival. Todos trabajamos de forma voluntaria, que por un lado es un buen ejemplo y por otro lado es un mal ejemplo. Todo el mundo que se dedica a esto puede tener la idea de que no es buen ejemplo el trabajar gratis. Nosotros lo hacemos para que todo lo que podamos recaudar se reinvierta en el Festival, se reinvierta en la ciudadanía. Es una postura mía personal que estamos intentando cambiar porque el resto de las personas no tienen por qué aceptar mi posición en lo que se refiere a este tema. Otro tema que es complejo es que las subvenciones que recibimos se presentan en marzo, pero sabemos los resultados una vez que el Festival ya está en marcha. La ayuda de Diputación dos semanas antes del inicio y la del Gobierno Vasco ha llegado una semana después de acabar el festival. Lo normal es que te concedan más o menos el mismo dinero que el año anterior. Cuando esto no sucede, te quedas corto. Y luego este año hemos tenido una falta de previsión importante que ha sido infravalorar los costes del Teatro Campos que hemos tenido que alquilar para llevar el Festival al centro de Bilbao y acercarlo a ciudadanía. El coste se ha duplicado por encima del doble de lo previsto lo que ha desequilibrado las partidas del presupuesto. Y en estos momentos estoy intentado gestionar este tema; la cocina económica, la preparación del informe final. Posiblemente logremos equilibrar el Festival y en esto nos ayudan mucho las compañías. Nuestra postura frente a las compañías es pagar lo que nos piden o acercarnos al máximo a ello. Nosotros sabemos que una compañía que se presenta con su trabajo vive de su trabajo y somos muy respetuosos con este tema. En la conversación que tenemos con ellos, buscamos que las compañías entiendan la situación y que ellos vean si pueden hacer algo. De esta manera podemos equilibrar el Festival pero nos deja sin fuerzas para la próxima edición que tenemos que empezar desde fuera. Y posiblemente este año tendremos que hacer un replanteamiento. Tendremos que ponernos en barbecho.

JCG: En una de las primeras conversaciones que tuvimos me decías que ibas a pasar el testigo del Festival a otras manos.
JC: Estamos en ello. De hecho, estamos invitando a personas de la profesión se acerquen al festival y que vean lo importante que puede ser para la profesión en general y hasta dónde puede llegar la repercusión del Festival. Intentamos cambiar la narrativa de que un festival es un momento de muestra artística donde se presentan compañías.

JCG: Cuándo dices cambiar la concepción del festival, ¿a qué te refieres?
JC: Si. Este año hemos presentado un directorio, un estudio de las compañías profesionales de títeres y objetos que hay en Euskadi. Es una realidad que hasta ahora no se había puesto en modo tan evidente todo su potencial sobre la mesa. Este año estamos viendo de qué manera podemos hacer para que haya personas que se puedan dedicar al festival y que estén remuneradas y que al mismo tiempo puedan marcar la línea que tendrá que llevar el Festival. Que seguramente sea de redireccionar porque no tenemos capacidad de alquilar un teatro en el centro de Bilbao. Porque igual no es tan importante estar en el centro y si estar en los barrios y ampliar el número de pueblos de Bizkaia que colaboren con el Festival.

JCG: Una vez más aparece esta intención de enraizar la acción cultural en el tejido social y que crezca el árbol.
JC: Este es el análisis que se hacemos, que se pueda redireccionar para que tenga una validez mayor para la ciudadanía e incluso para la propia profesión con un espíritu de descentralizar para que el Festival pueda tener acceso a otros públicos. Y en este momento este aspecto pasa a ser una prioridad porque tenemos que reconstruir en base a nuestras posibilidades. Bilbao es una ciudad cultural en la que pasan muchas cosas y todas pasan en el centro de Bilbao y muy pocas cosas pasan en los barrios.

Foto de familia
Foto de familia

JCG: A raíz de esto, un equipo de la Universidad de Burdeos ha venido Bilbao para estudiar el modelo bilbaíno en cuanto a gestión cultural. Y me viene una pregunta, ¿las actividades culturales en Bilbao no están demasiado tuteladas por las instituciones?
JC: Si, si, sí. Es, digamos el sector privado comercial, incluso desde las propias instituciones está bastante protegido. Realmente el único teatro que sobrevive con lo que ingresa es el Teatro Campos. Una institución privada, con una programación privada que vive de alquilar el espacio o de vender el producto cultural que ellos tienen que entra dentro de comercialidad. No es lo más puntero a nivel de desarrollo cultural, pero es lo que les permite sobrevivir. Y eso que lo público hace también una gran competencia porque incluye producto comercial en su programación por miedo a que el producto local no tenga acogida o aceptación. Para nosotros como festival puede ser importante que un festival internacional siga abriéndose a los barrios. Que lo hemos hecho siempre en colaboración con los centros cívicos y toda la actividad que hacemos es gratuita. Hemos visto que el Festival no sugiere para las instituciones un mayor apoyo, entonces tenemos que buscar la rentabilidad en espacios donde pueda ser reconocible y donde pueda mantenerse con los medios que tenemos.

JCG: ¿Controlar la imagen que proyecta un territorio, una ciudad pasa también a través de controlar la actividad cultural que se desarrolla en la ciudad?
JC: En parte, sí. A no ser que sean actos que tengan una finalidad comercial. Por ejemplo, el BIME Feria de Música relacionado con lo hispano. Es una actividad con una gran proyección exterior pero que se crea para fomentar el negocio. El resto de actividad de gran impacto que se hace en Euskadi y en particular en Bilbao pasa por la subvención pública. Pasa por que el municipio participe de esos patronatos que se forman para organizar estos grandes eventos. En Grecia, hemos trabajado con el WOMEX, la gran feria de músicas de raíz. La fianza que tienes que poner para defender que ese evento venga a tu ciudad fue, por ejemplo, en el 2012, 150.000€. Y el badget que tenía que poner la ciudad para realizar eran varios cientos de miles de euros. El beneficio que quedó en la ciudad fue de algo más de cinco millones de euros. Aquí el discurso es diferente, es un discurso que tiene que ver con la inversión y con el negocio que se desarrolla. Cualquier festival de títeres o cualquier otra disciplina que lleve el título internacional en este momento se mantiene con el apoyo público. No tiene la capacidad para sobrevivir. Nuestro festival sin ayudas públicas sería impensable. Tendríamos que recurrir a una estructura comercial y trabajar con fines comerciales. No podríamos hablar de la profesión, de los títeres, del fomento o desarrollo del arte de los títeres de dar el asesoramiento y la formación que pide la profesión de los títeres. No nos podríamos dedicar a esa faceta que es sumamente importante. Lo decíamos al principio, alguien tiene que mantener ese nivel. Porque si no lo comercial acabaría destruyendo lo que entendemos por cultura.

JCG: Si miras hacia atrás que es lo peor que te has encontrado y lo mejor.
JC: No tengo ni idea. No lo he pensado nunca. Pero si puedo decir que me he movido siempre por intuición. Si te cuento un secreto…

JCG: Venga.
JC: Yo vengo de una familia muy correcta pero que no siempre hemos tenido todas las posibilidades.
Tenía catorce la primera vez que me fui de Bilbao ia Barcelona. Me fui fundamentalmente por miedo, porque en aquella época la situación en el País Vasco era complicada de reivindicaciones, de violencia y en la que, en los barrios pobres de Bilbao, yo siendo de la parte más alta del barrio de Santutxu, casi era una obligación estar ahí y aceptar quién era nuestro enemigo. Yo tenía mucho miedo.

JCG: Suena como una especie de cárcel.
JC: Lo he visto en los amigos de la infancia, los que tuvieron que irse y no regresar o los que, en aquella época, que era la época dura de la heroína acabaron metidos en el caballo. Y mi manera de reaccionar en aquella época era el escapismo, irme para otro lado.

JCG: Escapar para sobrevivir.
JC: Descubrí que en Barcelona salía el sol. He tenido siempre mucha suerte por las manos de las personas en las que he caído. Caí en manos de un grupo de idealistas catalanes trabajando en un monasterio reconvertido en refugio de montaña entre Barcelona y Gerona. Allí se juntaban los ilustrados catalanes de aquella época. Y era impresionante. Yo las cosas que he vivido y escuchado allí han sido impresionantes. Y allí descubrí el teatro. Y eso hizo que empezara hacer teatro en la escuela aquí, a mi regreso. Y caí en muy buenas manos de la gente de aquellas movidas teatrales bilbaínas: Cómicos de la Legua, Karraka, Cobaya, Akelarre. Empecé con ellos que era un niño, no tenía ni 17 años cuando trabaja en el teatro profesional independiente. Y que era una forma de ver la sociedad vasca, del Bilbao, ese mundo oscuro, sucio, de humos, de aguas sucias, de una manera diferente, más creativa, más colectiva. También hizo que me alejara de esa presión de barrio. Y luego seguir estudiando, por casualidad, acabé en magisterio en la escuela de Derio. Urkullu, el lehendakari, estaba allí, en un curso superior al mío. Y yo ya hacía como muy particulares. Estaba cerca de Olarra, y pasaba bastantes meses al año en Barcelona en la escuela de expresión, de allí del Qosque que era la bomba pedagógica del Casal del Mestre. Situaciones de finales de los 70 principios de los 80 como muy de lo que era el cambio que se apremiaba en la sociedad del estado español. Vivirlo desde esas situaciones tan creativas, de gente tan emocionada y dispuesta, por eso digo que caí en muy buenas manos. Y tuve la posibilidad de aprender de muchas personas cuando alrededor había también muchas cosas negativas y peligrosas. Acabé magisterio y ce manera muy idealista con una gente nos fuimos a un pueblo a reconvertir una escuela de un pueblo medio abandonado en un lugar educativo. De allí regresé a Bilbao y caí en las manos de una gente idealista que quería trabajar para poner las bases de la educación ambiental en los protocolos educativos. Y explorar como se podía hacer desde el teatro, desde la expresión. Y haciendo esto en Picos de Europa, estábamos haciendo una creación colectiva con un carro y una burra que habíamos alquilado a una familia de gitanos me llegó la notificación de que una solicitud de beca me había sido aceptada. Que en aquella época eran interesantes las becas que sacaba el Gobierno Vasco. Y esto me daba la posibilidad un estudio super interesante de lo que estaba pasando en Europa en los programas globales de juventud y cultura. Y lo que hice fue irme a Barcelona. Luego a la zona del mediterráneo de Francia, París, Bruselas, Nantes. Me faltaba el sol y me fui para Italia. Estuve en Turín casi dos años y moviéndome por toda Italia trabajando los proyectos Goivani en los inicios de los 80. Estando en Italia, presenté el estudio. Y tenía la obligación de presentarme a unas oposiciones para el Centro de Cultura Europea que se abría en Gasteiz en aquella época. Todo esto es un gran secreto, que solo lo he contado en algunos círculos.

JCG: Mira que lo puedo publicar…
JC: Ha pasado mucho tiempo y ya no tiene ningún interés. Tenía que presentarme a esa oposición y no lo hice. Se me cruzó otro cable y me fui para Grecia. Grandes movimientos de la historia no se dan solo por intereses económicos o culturales, sino que también se dan también por cuestiones afectivas, el amor.

JCG: Así fue como un chico de Santutxu acabó en Grecia.
JC: Con muchas dificultades porque la gente no llegaba a comprender porque renunciaba a regresar con un trabajo seguro. Y retirándome también del teatro, que también tenía un cierto reconocimiento. Yo me retiré de allí con “Oficio de Tinieblas”. Un espectáculo que hicieron las compañías independientes vascas un poco como una manifestación de descontento hacia las políticas culturales de aquella época referentes al teatro. En aquel espectáculo yo era el actor más joven, en un grupo en el que estaban Alex Angulo, César Saratxu, Itziar Lazkano, gente de Cobaya, gente de Orain, de diferentes compañías. Fue mi despedida. También me llegó la propuesta de ir junto con Juan Viadas a trabajar con Albert Boadella en “Gabinete Zimmerman”. Si hubiera regresado a Bilbao hubiera tenido otro fin. No estaríamos conversando ahora.

JCG: Una última pregunta ¿En qué estas metido ahora?
JC: ¿Tienes tiempo?

JCG: Algo más sí.
JC: Yo aquí, estoy en una cooperativa social.

JCG: La Syn Koino Social Cooperative.
JC: Sí. Desde esta cooperativa organizamos el Festival de Títeres de Grecia, alguna de las participaciones en Bilbao las organizamos desde aquí. Llevamos dos proyectos de Europa Creativa: el Festival Mate, música, arte, tecnología y educación que viene desde Sao Paulo, Brasil y que se quiere asentar en Coimbra, Portugal. Participa desde Santiago de Compostela, Nordesia, responsables de la edición de VORMEX en La Coruña. Un festival que vaya orientado a crear pequeñas estructuras que ayuden a dinamizar el espacio económico del negocio de la música.

JCG: Siempre vas ahí, a asentar los proyectos.
JC: Junto con la Universidad de la Sapieza de Roma tenemos un proyecto que tiene que ver con el teatro de sombras. Una parte se ha hecho ya en Bilbao con los valencianos de SOVIT. Y de Italia participa la compañía Teatro Gioco Vita, uno de los históricos del teatro contemporáneo de sombras en Europa. Este proyecto se va a trabajar en la frontera entre Turquía y Siria.

JCG: Un sitio tranquilo
JC: Si. Nos ha llegado de la embajada española que no es recomendable ir a aquella zona y estamos en el proceso de ver si esta información es de tener en cuenta o no. De momento estamos trabajando con escuelas de Tesalónica donde estamos creando el concepto del proyecto de teatro de sombras como herramienta educativa. Y tendremos que hacer dos momentos de formación, uno en Roma y otro en Turquía. El teatro de sombras lo hemos introducido en otro proyecto europeo que se llama Equality Street, que es un proyecto de investigación y de creación de recursos pedagógicos y educativos para trabajar el concepto de igualdad de género en las escuelas primarias. Nosotros lo vamos a trabajar desde la moda, las artes plásticas y la historia de las artes.

JCG: Te escucho hablar y además de la ilusión que transmites con estos proyectos me has roto la imagen que tenía del gestor cultural asociada a alguien que gestiona cifras, trámites burocráticos, infraestructuras. Y resulta que pones creatividad e imaginación desde la misma concepción para dar un giro a las ideas y que surja una propuesta diferente.
JC: Yo no me considero un gestor cultural al uso. Hago gestión cultural, todos los temas administrativos, todo el papeleo de relación con las instituciones y esas cosas que conlleva de diseño y de relaciones. Pero me considero muchas otras cosas también, sin ser algo especial en ninguna de ellas. Es muy importante participar de los procesos creativos, mantenerse cercano y de entender lo creativo. Entender las necesidades de los factores creativos de la organización de un evento cultural es lo que logra buenos resultados y que se mantengan en el tiempo. Por ejemplo, el Festival Griego de Títeres es en este momento el festival más antiguo que hay en Grecia de los festivales periféricos. Yo me siento mucho mejor participando de todos los procesos creativos. Y lo único que se me pide es entenderlos, respetarlos para ayudar a que se hagan de la manera más correcta y respetuosa para la persona que los ha creado. Los creadores hablan de la falta de sensibilidad de muchos programadores que se dedican a la gestión pura y dura. No logran entender cuáles son las necesidades y crean malentendidos. Yo diría que soy una especie … este es otro secreto que te puedo contar… de persona de la resistencia cultural. De los que se recuperan en el monte, baja, da el golpe y se retiro de nuevo al monte. Quizás soy más un activista de la cultura. Por ejemplo, entre otros proyectos en los que se entremezclan la cultura y las vacaciones tengo uno entre manos hacia el que tengo una gran sensibilidad. Una situación que se está perfilando cada vez más acentuadamente: la soledad en las personas dentro de una ciudad donde gran parte de la población está por encima de los 61 años. La edad que tengo yo. Y veo que hay muchas personas de esas edades que se cierran mucho y no por deseo. Personas a las que podría animar y acompañar una actividad cultural.

Te deseo que en el viaje por estos territorios que estas transitando se mantenga esa curiosidad juguetona motora que te ha acompañado desde que pusiste por primera vez los pies fuera de Santutxu. Gracias Juanjo.

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