Críticas de espectáculos

La cantante calva / Eugène Ionesco / Luis Luque

La tragedia del lenguaje

 

Estrenada en 1950 en el pequeño teatro parisino Les noctambules, La cantante calva, primera obra de teatro de Eugène Ionesco, provocó un escándalo. Obra visionaria de Ionesco, la más representada en el mundo, lleva en su germen todos los temas fundamentales ionesquianos, incluso su tema obsesivo, nuestra relación con el lenguaje que se nos escapa. Somos hablados por un lenguaje que nos domina y que comprendemos cada vez menos. Este fenómeno también obsesionaba a George Orwell en su libro 1984 escrito en 1949.

Luis Luque, director stajanovista, en esta temporada con varias puestas en escena, aborda La cantante calva destacando su potencia visionaria. 

Lo que Ionesco ya advertía en su obra se ha convertido hoy en realidad. 

En el estreno de La cantante calva, Ionesco se extrañaba oyendo reír a los espectadores, considerando que su obra hablaba de la tragedia del lenguaje. 

Sus protagonistas, como las marionetas, son movidos por un lenguaje puramente social. 

Una familia inglesa de la pequeña burguesía, decente, todo «comme il faut», encarna hoy la dimensión metafórica de la sociedad moderna. Tanto el sentimiento de la nada insondable, como la representación irrisoria del absurdo representado por la pareja Martin que ha olvidado todo y la cantante calva que no existe, tienen hoy un impacto mayor. 

El argumento de La cantante calva está inspirado en la colección de clichés, frases hechas, sentencias, situaciones, conversaciones y convenciones, en la familia típica de los Smith, que Ionesco encontró en un manual para aprender inglés.

Ionesco coloca la acción en el salón burgués de los Smith, en una casa de los alrededores de Londres. Un gran reloj, que domina el espacio, va desajustándose, sus agujas giran con rapidez, marcando horas extravagantes. 

Los diálogos de los Smith y de los Martin que les visitan, así como las intervenciones de la extravagante criada y del capitán de los bomberos, proceden de la lógica del sinsentido. 

La obra tiene una estructura circular: la primera escena con los Smith se repite al final con los Martin.

Ningún psicologismo ni realismo verosímil. 

Lo cómico y lo absurdo de las situaciones y del lenguaje llegan a su cumbre.

Las palabras viven por sí mismas, se agitan como las agujas locas del reloj. 

Confieso que, después de haber visto múltiples puestas en escena de La cantante calva, tanto en Francia como en el extranjero, la de Luis Luque, con una excelente traducción y dramaturgia de Natalia Menendez, me parece la más justa, la más adecuada al propósito esencial y visionario de Ionesco. Luque no actualiza la obra que es en sí misma una parábola universal e intemporal, revelando los automatismos colectivos y el absurdo de nuestras acciones. 

Sobre el telón, una parte de la bandera británica. Antes de que el espectáculo empiece, los actores en el escenario, repiten algunas palabras inglesas. 

A cada lado del escenario, grandes ventanas del salón, en el fondo una puerta y una escalera que baja. Cinco sillas y arriba un gigantesco reloj que funciona locamente. Sobre este reloj, que recuerda un globo, se proyectan, de vez en cuando, las caras de los personajes y al final un globo terrenal que gira.

La música solemne de órgano y el himno británico se desajustan y desafinan, el Big Ben toca a contratiempo.

Los Smith, cada uno de un lado del salón: ella habla sola comentando los platos de la cena en la casa de sus amigos Martin, él lee el Daily Telegraph citando algunas noticias extrañas. La conversación acerca de los médicos y de la familia Boby se vuelve cada vez más absurda y el absurdo va creciendo con la criada impertinente que afirma que es Sherlock Holmes y pone en duda las identidades de los Martin, que no se acuerdan de quienes son. 

La irrupción del capitán de los bomberos aumenta el desorden. Surgen historias, chistes y sentencias que tienen algo de las greguerías de Gómez de la Serna.

Los actores fabulosos, ejecutan con naturalidad y virtuosismo las piruetas del absurdo ionesquiano, como si se bañaran siempre en este universo. Ningún gesto o efecto inútil o gratuito, todo en su actuación sigue, con absoluta coherencia, la lógica del sinsentido. Joaquín Climent y Adriana Ozores como pareja Smith y Fernando Tejero y Carmen Ruiz como Martin confieren a sus personajes algunos rasgos británicos sin copiar los estereotipos o caer en la caricatura. Helena Lanzas hace de criada, a la vez burlesca e inquietante, y Javier Pereira como capitán de bomberos está desternillante. 

Al contrario del reloj desajustado de la obra, la puesta en escena de Luis Luque, con un ritmo y tono perfectos, funciona como un reloj suizo.

 

Irène Sadowska 

 

La cantante calva de Eugène Ionesco –  Dirección: Luis Luque – Traducción y versión: Natalia Menéndez – Música original: Luis Miguel Cobo – Diseño de iluminación: Felipe Ramos – Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez Huertas – Reparto: Adriana Ozores, señora Smith – Fernando Tejero señor Martin – Joaquín Climent señor Smith – Carmen Ruiz señora Martin – Javier Pereira jefe de los bomberos – Helena Lanza la criada – En el Teatro La latina de Madrid del 17 de mayo al 24 de junio 2018

 

 

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