El Hurgón

La consecuencia de los cuentos

Si hay algo hoy en día, que se hace con profusión, y a veces hasta sobrepasar las necesidades de la demanda, es contar cuentos, y esto no sucede porque contar cuentos sea una actividad cuya vigencia se deba a la inercia, sino a que los cuentos alcanzan gran importancia en las épocas caracterizadas por la falta de explicaciones convincentes, y no podemos negar que nos hallamos haciendo tránsito por una época, cuyos excesos confunden y dejan enormes trozos de realidad, sin explicación.

No se entienda lo anterior como la tendencia del ser humano a dejarse echar mentiras cuando está confundido, porque la expresión cuento, en el lenguaje coloquial, tiende a comprenderse como embuste, o con un comentario cuyo contenido lleva la intención de embaucar a de ilusionar a alguien, porque el cuento tiene tanta capacidad de orientar como de desorientar, y su misión, depende, por lo general, de la intención de quien lo cuenta.

Pero no todo cuento logra su misión, a pesar de la intención de quien lo cuenta, porque existen quienes cuentan, impulsados por la moda, es decir, por la fuerza publicitaria que ha cobrado en sociedad contar cuentos, y por eso su intención se reduce a convertir el acto de contar cuentos en un medio para sobrevivir, razón por la cual, del cuento que cuentan, solo les importa el impacto, lo cual, traducido al lenguaje de todos los días, es una emoción cuyo desvanecimiento empieza cuando se presenta otra.

Este es un inconveniente con que se encuentra el mundo de los cuentos, en la actualidad. Ese mundo, llamado de muchas maneras, para intentar, a través de la variedad de definiciones, darle a la actividad un sello de diferencia, y que algunos llaman cuenta cuentos, contadores de historias, cuenteros, etc, y que los estudiosos del tema han tratado de patentar con el nombre genérico de narrador oral, para hacerlo más específico. Y lo llamamos inconveniente, porque se advierte en la expresión de muchos de quienes ejercen el oficio, bajo el amparo de una cualquiera de las denominaciones mencionadas, una repetición sistemática de modelos, que nos llevan a pensar que un importante número de activistas de la narración oral, no son fruto de un proceso sino de un gusto transitorio, por lo cual se dan grandes deficiencias en lo que hemos denominado la consecuencia de los cuentos.

Hemos expresado nuestra inquietud, alrededor de este asunto, en algunos de nuestros escritos semanales, porque dada la importancia que ha cobrado en la actualidad contar cuentos, y la influencia de los mismos en la sociedad, vemos en dicha actividad una posibilidad de recuperar la capacidad tradicional del arte y de la actividad cultural de despertar el pensamiento.

Es importante llamar la atención sobre la consecuencia de los cuentos, porque la repetición de modelos, aprendidos en los ejercicios de formación, y la tendencia de algunos formadores de crear doctrina en vez de escuela, han debilitado la esencia primordial del cuento cual es, mientras se cuenta, activar unos hilos, potenciales, capaces de conectar con prontitud al receptor con su circunstancia histórica y social, porque en todo cuento podemos hallar un resumen de historia y vida.

Contar cuentos se ha convertido en una empresa más del entretenimiento, porque el cuento no ha escapado a la competencia, a la cual es sometida la actividad cultural, y por ello su consecuencia es cada más incierta.

Contar un cuento es un acto útil para recuperar la cohesión social, pero depende de la intención de quien lo cuenta.


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