El Hurgón

La Cultura está en todas partes

La cultural es una actividad cuyo desarrollo social es una consecuencia en buena medida de la casualidad, porque aunque forma parte de las estructuras administrativas del poder, y además tiene abierto un rubro en la contabilidad del Estado, que generalmente se va llenando con los residuos que van dejando las otras gestiones, no está incluida dentro de ningún proceso de desarrollo objetivo, así se hable de planes y políticas culturales, sino que es un accesorio cuya utilidad real es ponderar la división estética de la sociedad entre cultos e incultos.

La diversidad en su definición es una forma de convertir su existencia en algo más o menos etéreo e inexplicable, porque hay sobre ella tantas definiciones como intentos de convertirla en un instrumento de desarrollo social integral, y aunque al parecer el problema de su definición ya está resuelto, porque su apariencia de diversidad permite explicarla desde diferentes puntos de vista, tal como se hace con las cosas que es mejor dejar indefinidas, es posible que no estemos en condiciones de asegurar si todo aquello que gestionamos y ejecutamos en su nombre es coherente con los objetivos de dichas definiciones, para hacer de ella un instrumento de desarrollo social.

Hay quienes dicen que cultura es de todo, para referirse a cada paso que el ser humano da en procura de mantener una costumbre, o de crear otra, y en virtud de esta denominación, y según ella, se van creando prototipos, que por estar antecedidos en su definición de la palabra cultura, que a pesar de ser accesoria tiene su respetabilidad como todo aquello que se halla bien aderezado, adquieren visos de realismo y terminan consagrados como características sociales, cuya inevitabilidad las hace aceptables, porque cumplen un papel de distribución de la gente entre los unos y los otros, algo así como entre cultos e incultos que vendría a ser lo mismo que, entre educados y mal educados.

Generalmente, quienes definen la palabra cultura no escapan a la tentación de emparentarla con el concepto de tradición, en seria oposición a quienes han descubierto que el dinamismo social (sobre todo el actual), caracterizado por su estrategia de redistribuir las culpas, para desorientar a los justicieros, ha dado origen a nuevas definiciones de cultura, y de ahí que podamos hablar de cultura de la violencia, cultura de la desobediencia, cultura del despilfarro, cultura del no pago, cultura del soborno, cultura de la pereza, cultura de la invasión, cultura de la maledicencia, cultura del peculado, cultura del cohecho, cultura de la corrupción, cultura del narcotráfico, etc, y que cada una de éstas conquista voluntades, de acuerdo con objetivos y deseos de sectores sociales, satisfaciendo de esa manera la necesidad totémica del ser humano de pertenecer a una cultura.

Esta subdivisión, sirve para desarrollar en la sociedad un modelo de dispersión controlada, y de conflictos regulados, pero también es igualmente útil para sustentar la idea de los unos y los otros, aunque cada día tiendan a fusionarse por obra y gracia de la complacencia que generan estas extrañas formas de cultura, calificadas como bajas, pero integradas a los códigos de tolerancia social.

La actividad cultural, entendida como proceso de formación orientado a mantener en una sociedad el flujo de sus tradiciones, la explicación de su realidad y su cohesión, es, con la educativa, la que más depresión sufre en tiempos de crisis (aunque en los de bonanza no están muy henchidas de vida), y tiende a disminuir su influencia en la sustentación de las conductas nacionales, sin que los responsables de esta variable dispersora y generadora de desarraigo social estén obligados a rendir cuentas, pues para no extrañar su ausencia la sociedad se embebe en la creación constante de nuevos modelos para usar y tirar rápidamente.

 

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