Críticas de espectáculos

La mirada del otro/María San Miguel, Chani Martín

Estíbaliz y Aitor

De lo particular a lo universal. Así funcionan los grandes textos. Nos dibujan un personaje pequeño, íntimo, a veces singular, pero nos plantean una situación, unas circunstancias, unos personajes con dimensión global. Son textos que nos pueden describir el proceso de germinación de un piñón pero en realidad nos plantean todo el ecosistema del pinar.

Estíbaliz y Aitor son dos jóvenes que, aun sin conocerse previamente, han convivido en Euskalerría. Ambos pertenecen al mismo ecosistema social, ambos tienen posturas encontradas, y ambos –como Romeo y Julieta, aunque con matices– saben del amor. Ambos representan a dos colectivos apuestos y comprometidos con su existencia vital; ambos hablan del ser humano que reclama comprensión.

Aitor y Estíbaliz, tanto los personajes como los problemas que les separan y unen a la vez, trascienden en múltiples conflictos que día a día los medios nos dan a conocer: Irlanda, Palestina, EEUU, Pakistán, los Balcanes, África tribal. No son cuestiones geográficas, son discrepancias locales por creencias religiosas, por el color de la piel, por dominación política, por reivindicación de la identidad…

El terrorismo, la violencia, la convivencia y el perdón están presentes en «La mirada del otro» de María San Miguel y Chani Martín. El texto traza una especie de crónica de la reconciliación. Siendo Estíbaliz y Aitor los extremos del desencuentro, Marta, abogada, interviene como mediadora para el acercamiento de posturas, para superar el mutuo rencor.

El bellísimo texto está plagado de lirismo a la par de crudeza; el texto, basado en personajes y hechos reales, rebosa intensidad dramática a la par que sinceridad; «La mirada del otro» está empapado de generosidad.

Y es que hay que derrochar mucha grandeza, nobleza y magnanimidad –sinónimos de calidad humana– para ponerse frente a quien tienes motivos para odiar, y ser capaz de desprenderte, de desnudar los sentimientos para abrazar espiritualmente al contrario. Aquí no hay víctimas ni verdugos, hay dos seres opuestos con voluntad de diálogo, con vocación de futuro «porque el amor lo puede todo». Al fin y al cabo, ambos hablan euskera. La conversación entre Aitor y Estíbaliz –primero virtual y después físicamente– donde ambos exponen sus pensamientos al alimón es todo un alarde no solo literario, sino de profundidad ideológica a la par de humanismo. Ahí está la clave de este texto maravilloso que espero releer.

Desde el punto de vista escénico, el coautor Chani Martín ha plasmado una narración de hechos y situaciones que proyecta al público quien, en un primer momento es el colectivo de 30 presos, pero posteriormente es la sociedad euskalduna y, en último término la sociedad en general.

Desde esta perspectiva, para quienes no somos y no sentimos en euskera, la obra se nos puede hacer distante. La impresión es más intelectual que emotiva. Por cierto, sentí una emoción que casi humedeció mis ojos cuando una espectadora –me figuro que sería alguien muy cercana a la producción– entregó un ramo con 14 flores rojas y una blanca (significado poético que está en el texto) a los intérpretes al finalizar la función. Si esa acción era espontánea en homenaje a los actores en el primer día de la reposición de la obra en la Sala Cuarta Pared, propongo que forme parte de cada representación, que esa entrega se convierta en sistemática para cada actuación porque aporta un sentido de acercamiento del público que, sin participar de los sentimientos vascos, percibe la sensación de integración.

En cuanto a la puesta en escena hay que decir que está realizada con mesura, equilibrio entre las emociones y la frialdad expositiva de una crónica imparcial. Las proyecciones de imágenes aportan una poética hermosa y evocadora que conecta los personajes con su realidad emocional. La interpretación de Ruth Cabeza, Pablo Rodríguez y María San Miguel me pareció más ecléctica que sicológica, ajustándose más al texto que a unos personajes tópicos. Cuestión que es de agradecer.

En fin, «La mirada del otro» se me antoja un espectáculo imprescindible tanto para los vascos como para una sociedad que necesita una terapia mental para convivir.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: La mirada del otro – Dramaturgia: María San Miguel y Chani Martín – Reparto: Ruth Cabeza, Pablo Rodríguez y María San Miguel – Espacio escénico: Karmen Abarca – Iluminación: Raúl Romo (Wensy) – Audiovisual: Alba Muñoz y Juan Carlos Mora – Producción: Proyecto 43-2 – Sala Cuarta Pared de Madrid, hasta el 16 de mayo.

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