De Grecia el Teatro

La nueva dramaturgia helena

En estos últimos años, Grecia aparece en primera página de todos los periódicos del mundo, y no precisamente para ser elogiado de los logros de sus ciudadanos o de su antiguo esplendor, sino para ser desacreditado a través de artículos que cualifican a los griegos de ladrones, corruptos, vagos y vividores.

Está claro que esta campaña difamatoria tiene objetivos claramente políticos y económicos que son obvios y en los que no voy a entrar. Sin embargo, durante estos últimos años y mientras las primas de riesgo de los bonos griegos suben como locos y los representantes de la Comisión Europea y del Fondo Monetario Internacional se entregan a un vaivén sin fin a Grecia, algunos dramaturgos trabajan fervorosa y silenciosamente, intentando dar a conocer al público su obra y demostrando que en nuestro país la dramaturgia no es un asunto que se limita al estreno de los trágicos de la Grecia Clásica o de los dramaturgos del resto de Europa, sino que aparte de pasado, el teatro griego tiene un presente y un futuro.

Así pues, en estos últimos años, hemos podido asistir a estrenos de obras que no tienen nada que envidiar de obras pertenecientes a las dramaturgias de los países dominantes y que al no contar con ningún tipo de ayuda por parte de los ministerios competentes o de otras instituciones, apenas han podido traspasar las fronteras y darse a conocer al público teatral de otros países o si lo han hecho, esto no ha tenido continuidad.

Dadas las dimensiones de un artículo, la lista de las obras de ningún modo es exhaustiva y su selección no responde a una objetividad marcada por criterios científicos, sino a la subjetividad de un servidor. Sin embargo, en el futuro, desde esta misma columna, seguiré informando a la gente del teatro de habla española sobre la dramaturgia contemporánea helena y los dramaturgos emergentes, alimentando el conocimiento de los lectores con más obras que, a mi juicio, son susceptibles de llamarle la atención a cualquier amante del teatro, sea de donde sea.

Un claro ejemplo de este tipo de obras es «La Leche» de Vasilis Katsikonuris, que fue escrita en 2006 y ha sido un exitazo en Grecia – tanto a nivel artístico como a nivel de taquilla (la obra sigue en cartelera por sexto año consecutivo en Grecia) – y que, desafortunadamente, aparte de los montajes en Serbia, en Polonia y en Chipre (que por cierto se saldaron con mucho éxito), se ha estrenado en pocas ocasiones fuera del país hasta la fecha. Es una obra cuyo tema es absolutamente universal; se trata de la historia de una madre griega inmigrante de la Ex Unión Soviética, que tiene dos hijos, uno de los cuales padece de esquizofrenia. El autor dibuja maestralmente la realidad de una familia que intenta adaptarse y sobrevivir en Grecia, su nuevo destino, en un ambiente en el que se mezclan la desesperanza de la madre y su desolación profunda respecto a la enfermedad de su hijo pequeño y el miedo generado por el racismo social de su entorno. En la obra, la violencia va cogida de la mano con la ternura, la tensión con la paz, la desesperanza con la esperanza, el sueño con la pesadilla, la realidad con la ilusión. La obra se ha traducido al polaco, al serbio, al alemán, al inglés y al francés.

Otra obra que marcó un antes y un después en la dramaturgia helena de los últimos años es «Katadikós mu» de Sara Ganotí, Nikos Stavrakudis y Eleni Randu, escrita en 2011 y galardonada en 2012 con el importantísimo premio «Károlos Kun» para la mejor obra griega. El título, que es intraducible al castellano, es un juego de palabras entre «mío solamente mío» y «mi condenado». «Katadikós mu» es una comedia muy actual y muy mordaz con un ritmo trepidante que trata todo aquello que nos provoca miedo y nos aliena de nosotros mismos. Los personajes, aunque muy griegos a primera vista, son en realidad profundamente universales. Su interdependencia y sus miedos, junto con un fondo en el que podemos contemplar rasgos de Grecia actual, constituyen un terreno, en el que los personajes se sienten desesperadamente confusos, al tiempo que tratan de amar y de ser amados, de confiar en el otro y de encontrar un abrazo donde refugiarse. Y es que la condición de los personajes, un ladrón inmigrante, una filóloga de griego en luto, un profesor de historia griega de edad avanzada que sufre de Alzhéimer y un campeón balcánico recién divorciado que quiere disfrutar de su libertad, es de por sí capaz de crear aquellas situaciones que sean suficientemente conflictivas para poder pasar por rayas X una sociedad en crisis, valiéndose de una teatralidad incuestionable. La obra se ha traducido al inglés.

Por último, Yianis Tsiros escribió en 2004 la obra «Barba de tres días», que fue galardonada en el mismo año con el Premio del Ministerio de Cultura para la mejor obra de autores jóvenes. Se trata de una obra cuya trama se despliega a partir del cadáver de una joven inmigrante proveniente de Europa del Sur que se dedica al striptis. Tres hombres, que trabajan en el tanatorio donde se encuentra el cadáver y que frecuentaban el bar donde trabajaba la chica, se enfrentan al cuerpo inánime de ésta. Este encuentro peculiar pondrá de relieve la sociedad contemporánea, regida por el sexismo y el racismo, pero también la condición masculina, y cómo el hombre se relaciona con la mujer, sobre todo cuando se trata de una persona vulnerable, como son las inmigrantes. O sea, que según el mismo autor «es el momento para los tres personajes de asumir sus responsabilidades. ¿Pero, de qué responsabilidades estamos hablando? ¿Y qué es más desnudo? ¿La desnudez del cuerpo o la desnudez de la mirada? ¿El cuerpo que baila o los ojos que miran?». El texto se ha traducido al inglés y al catalán.

Los tres textos que se presentan en este artículo forman parte de un nuevo panorama dramatúrgico que se está gestando poco a poco en una sociedad en desesperada busca de su identidad. Y al ser el teatro la mejor brújula para encontrar el sendero hacia la revelación del alma de una persona, de una comunidad, de un país, las pruebas apuntan al optimismo. Ojalá que en el futuro podamos llenar estas páginas con más obras como estas que desde su condición de obras griegas, no dejan de ser universales y de poder ser disfrutadas por los amantes de teatro de todo el mundo, como pasa con las obras de las dramaturgias dominantes.

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