El Hurgón

Las industrias culturales (II)

Sobre esto que se ha dado en llamar industrias culturales, se nos antoja preguntar si los conceptos pequeña, mediana y grande se aplican para determinar el tamaño de cada una en función de su producto, es decir, de su incidencia en el desarrollo social, para determinar sus debilidades y fortalezas y buscar un equilibrio a través de una redistribución del aporte del Estado, o si dichos conceptos se aplican para dividir la gestión cultural entre pequeños, medianos y grandes productores y definir su importancia, en el desarrollo económico de la sociedad.

Una observación minuciosa de la realidad nos lleva a percibir que estos conceptos son aplicados para analizar la consecuencia de la gestión cultural, sólo desde el punto de vista material, porque ya es muy común escuchar la palabra “cuántos”, cuando se pone sobre la mesa el tema de cultura, pues la mayor parte, si no son todos, de los informes de gestión cultural dan prioridad al número, en materia de público, y carecen de contenidos que traten de establecer o de verificar qué cambios cualitativos se producen en una comunidad con la ejecución reiterada de una actividad.

Si atendemos a que los conceptos pequeño, mediano y grande se relacionan con territorio, podemos adelantarnos a asegurar que de llegar a existir una pequeña industria cultural, puede tratarse de aquella que ocurre en territorios en donde el censo de población es bajo, y por ende escasos los recursos, tanto públicos como privados dispuestos para soportar su desarrollo, pues el objetivo de éstos, o por lo menos lo que se dice de ellos es que son para resolver otros requerimientos de la sociedad, porque quienes moran en dichos lugares tienen la tendencia a creer que las necesidades sociales son sólo de índole material, y además porque suele suceder que en estas pequeñas sociedades existe una dinámica de círculo repetitivo de la cotidianeidad que genera una conducta de conformismo y de conservadurismo que impide las rupturas que se pueden provocar a través de la actividad cultural.

En estas pequeñas sociedades la cultura suele ser considerada como un artículo de lujo, que sirve para reiterar las relaciones sociales, y a las cuales suelen ir los notables o distinguidos del medio, y quienes se dedican a su gestión son por lo general personas que emplean su tiempo libre en la realización de actividades que en dichos lugares se denominan cívicas, y entre las que terminan contándose las culturales. Esto quiere decir que la cultura es un asunto accesorio que puede ser llevado a cabo por personas sin ninguna preparación e idoneidad, que controvierte en su totalidad el sentido de industria que abarca el concepto de productividad.

La consideración de la cultura como un accesorio no es susceptible de ser convertida en industria, porque carece del concepto de proceso y como tal está considerado dentro de los presupuestos oficiales como actividades varias, aunque por razones de orden legal sean denominadas culturales. De la poca importancia o atención que le da a la misma el sector oficial se deriva la misma conducta del sector privado, que a pesar de su rótulo mantiene íntimas relaciones con el público, y en materia de cultura ayuda a impulsar aquellas actividades en las que pueden compartir holgadamente una imagen corporativa.

En estos territorios de bajo censo poblacional, adonde la percepción de la vida cotidiana no incluye el concepto de cultura como bien de primera necesidad, como ocurre también, por extensión, con la educación, los gobernantes inventan multitud de formas de gastar el dinero en actividades recreativas y eventuales, determinadas para entretener, y enmarcadas dentro de un evento que denominan cultural, para justificar la misma.

Los requerimientos culturales en estas pequeñas comunidades son generalmente desplazados por otros, muy ligados a la solución de problemas de orden material, lo cual hace suponer a quienes gobiernas que lo cultural, como un proceso de formación no existe y que puede ocurrir o faltar en la sociedad sin detrimento de su desarrollo, razón por la cual cuanto ocurre en esos pequeños territorios con visos de cultura en manera alguna pueden compararse con un proceso industrial.

De lo antes expuesto con tanta prisa se infiere que al menos en materia de cultura no existe la pequeña industria por simple sustracción de materia.

 

 

 

 

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