Las maneras de llegar al objetivo
Se podría intentar deslindar los procesos y los procedimientos como una distinción sustancial en todos los sistemas de producción, gestión o incluso interpretación. El método, los sistemas empleados en la realización o acercamiento a todos los elementos concurrentes pueden considerarse fundamentales para explicar cada obra. Un proceso creativo no es una función pura de signos, inspiración, metodología, trabajo, repetición y selección, sino que las condiciones en las que todo se hace acaban formando parte de lo que acaba ofreciéndose, por lo que lo importante es conseguir esos mínimos tangibles donde poder basar todo el desarrollo de las ideas previas y el camino hasta el estreno.
Quizás sea una tarea de laboratorio especializado el poder establecer protocolos para detectar en una mirada simple la incidencia de los sistemas de producción en los resultados finales, pero superando lo más inmediato que puede ser el formato, los materiales que se usan, el número de intérpretes, la calidad de los intangibles acostumbran a ser prioritarios como condicionantes de lo que vemos, de lo que se ofrece al público, porque no es lo mismo poder dedicar cuatro horas diarias, cinco o seis días a la semana, que seis horas dos veces a la semana. Es imposible establecer una tabla de efectividad, ni saber las horas exactas precisas para llegar a terminar una obra, pero el tiempo dedicado a los ensayos son parte intangible que va a afectar el resultado final.
Y no solamente el tiempo real, la efectividad con la que se empleen esas horas, la pericia y las facultades técnicas para resolver problemas interpretativos o dramatúrgicos de los equipos, sino el espacio concreto donde ese proceso se esté desarrollando marcan de una manera casi invisible la estética final. Y así sumando todo lo que concurre de una manera ordinaria en una puesta en escena, en una obra, una coreografía podemos ir ajustando un manifiesto de la desigualdad.
Estoy escribiendo estas reflexiones desde Rosario, dentro del Festival Experimenta en su décimo novena edición que organiza El Rayo Misterioso donde junto a Ana Seoane me he comprometido a realizar lo que aquí llaman desmontajes de los espectáculos que se presentan, e inmerso en esa realidad, tras haber visto teatro hace unos días en Buenos Aires, o las semanas anteriores estrenos de las unidades de producción institucionales españoles de gran formato, me lleva a introducir un componente de comprensión lectora de cada tipo de producción para poder aplicar en las herramientas más técnicas de análisis crítico la forma más objetiva para incorporar estos datos del proceso, de las condiciones físicas y económicas, que afectan a cada espectáculo presentado.
Si existe impulso, voluntad, obsesión, necesidad de comunicar, de crear, de Hacer, se pueden superar muchos de estos desajustes, pero a toda la complicación natural de la creación en muchos casos desde cero de una obra, el no contar con un lugar de ensayo fijo, ni tener la más mínima financiación, ni siquiera el equipo de creación pueda dedicarse a tiempo completo a la creación, por mucho talento que se acumule, el resultado final se resiente. Es bien cierto que se ha hecho en muchos casos de estas faltas, una propia metodología, no se echa a faltar lo que no se conoce, no se pierde el tiempo pensando en lo que se haría si llegara una subvención o ayuda, se hace sabiendo que hasta una vez logrado el milagro de estrenar, la vida de esa obra tendrá muchísimas dificultades para poderse ofrecer en unas condiciones adecuadas por lo que se convierte en una convención teatral desde la insuficiencia, desde mínimos, los públicos saben que van a ver algo que tiene un valor extraordinario y se relacionan con las obras desde esa complicidad.
Es obvio que en estas circunstancias aparecen obras majestuosas que probablemente han salido con esa calidad porque se han creado en su ámbito concreto de manera absoluta, inmersa toda la energía en nada más que en contar eso que cuentan, de la manera que han podido, que es espléndida por su imaginación, su calidad, los logros en todo lo que se ha utilizado con recursos inconmensurables. Pero a los que tenemos el privilegio de ver teatro cada día del año, que acudimos a salas independientes, a teatros públicos e institucionales y en diferentes partes del mundo, podemos certificar que esas premuras, esas circunstancias han instaurado un formato, unas estéticas, que se han aceptado de manera orgánica, pero que ya sitúan un nivel subjetivo en su distribución, localización, precios, y un largo etcétera que vuelven a condicionar y, probablemente, discriminar de manera inconsciente, por lo que cada vez debemos incorporar en nuestros análisis esas circunstancias condicionantes no desde el paternalismo, sino desde una actitud posibilista para entender que si bien todas las maneras son válidas para llegar a los objetivos, el propio camino influye bastante en el resultado final.
Y si estas líneas me han salido en este contexto es porque es el teatro argentino en su conjunto el que muestra de manera habitual un gran talento, una capacidad superadora de todas esas condiciones adversas de producción que me temo se está agravando y que no es difícil solidarizarse con esta actitud ante el hecho teatral y pensar qué sería si se le protegiera algo más, se propiciaran condiciones para el trabajo que ayudaran a un crecimiento más sostenible. Y siguiendo este discurso voluntarista se llaga a la emoción o la rabia. Este propio Experimenta se hace en mínimos, por eso es todavía más importante para este adicto.