Mente Jodida (Cerebro podrido)
Nos han descubierto! ¡Hemos sido denunciados ante el mundo! Se anuncia Brain rot, ¡Cerebro podrido! ¡Mente jodida! como la palabra del 2024. La sentencia cae desde el Diccionario Oxford que denuncia la universal adicción a los artilugios digitales, celulares inteligentes, Tablets, y otros de los que no podemos despegarnos como la computadora desde la que escribo.
Recuerdo que en el añorado Festival don Quijote de París, Luis Jiménez, su director, le decía al público: Les regalamos dos horas de libertad, apague su celular y disfrute de una obra de teatro. Horas la libertad mental para que nuestro cerebro deje de estar tan condicionado durante una representación “auténtica”.
Todo lleva a un rescate de las habilidades humanas disminuidas con las nuevas tecnologías; en Suecia, por ejemplo, las Tablet y otros aparatos conectados, fueron prohibidos en las escuela primaria. La razón es que se ha detectado que los niños perdían concentración y capacidades cognoscitivas al usarlas cotidianamente. Ahora se estimulan las actividades físicas, los juegos colectivos, la lectura, el lápiz y el papel. Es decir que los instrumentos primitivos ayudan al desarrollo cerebral, mientras que los electrónicos crean dependencia, cerebro jodido. También en Australia se ha prohibido la inscripción en las redes sociales a los menores de 16 años. El riesgo siempre es el mismo: una adicción destructora que reduce las capacidades cerebrales.
Subo al metro, antes una parte del vagón leía un libro o un diario, hoy a cualquier hora, el 90 por ciento de los pasajeros están frente a su celular, chicos y grandes, adolescentes jóvenes adultos, viejos y más viejos, todos frente a la pantallita como buscándose a sí mismos, ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿adónde voy? Sobre todo está última cuando todos consultamos una dirección, servicio inigualable, pero que nos ha quitado sentido de orientación, pues toda facilidad tiene su pago. Perdernos aumentaba nuestro conocimiento, esa es la paradoja.
Alucinante la dependencia al celular: caminan en la calle frente a la pantalla, hablan solos sin que nadie los considere locos, olvidan su propio yo para estar conectados, juegan a toda hora y son maniáticos del ciclo de imágenes que se cambian con el dedo, scroll le llaman.
¡Alto! Hipócritamente quien está escribiendo la nota, quiere aparecer como librado del influjo del ¡Cerebro podrido! ¡Mente jodida! Y no, un rotundo no debe resonar en el espacio. Es como un alcohólico que critica a los borrachos. No. Quien escribe esta nota, es decir yo (porque aun no uso la Inteligencia Artificial), también es adicto a los artefactos. En lugar de Alcohólicos Anónimos podríamos, deberíamos instituir un grupo del Smartphone dependientes, y pedir un alivio de 24 horas sin el artilugio electrónico que nos sorbe el seso. Un día sin beber, un día sin celular, misión casi imposible para muchos.
Y aquí interviene el teatro y su trabajo en equipo. La escena es un estímulo evidente para los participantes en el trabajo creativo, pero también para el público que de acuerdo con la obra debe mantener activa su percepción global: inteligencia, emoción, recuerdos. Para los participantes en una obra es un reto: qué debe hacer un director para apartar a su tropa de las tentaciones smartophónicas durante los ensayos. ¿Cómo puede concentrarse un actor que tiene en el bolsillo su contacto con el mundo? ¿Cómo podrá aprenderse de memoria un papel? La libertad del teatro es real dentro de sus convenciones, así que no imagino un ensayo sin que los celulares queden fuera de servicio por la capacidad de distracción que tienen.
“Cerebro jodido” a eso hemos llegado, desde que renunciamos a nuestro libre arbitrio; así nos dominan, nos mueven, nos manejan. Sí, ya lo sé, parezco paranoico, pero las pantalla han invadido nuestra más profunda intimidad, los espejos negros nos arrullan con el canto de las sirenas, y vemos a un mundo cada vez más entusiasta en su control y destrucción. Porque todos tenemos un celular, todos somos un teléfono inteligente, todos tenemos opiniones que expresamos en redes sociales, mientras que el cerebro, el maravilloso órgano que nos dotó la naturaleza, se pudre, se condiciona, y la Inteligencia Artificial, progresa, progresa. Y así va el mundo.
En una próxima entrega hablaremos de la irrupción de la Inteligencia Artificial en el mundo del doblaje, por los pronto ¡Felices fiestas!
Hasta la próxima semana.
París diciembre de 2024