Críticas de espectáculos

Nube que ambula chocando con ángeles

Nube torturada. Tan firme y pesada, avisa que esta noche se retrocede en el tiempo. El espacio de representación inicia un flashback remontado a la historia de Lope de Aguirre. Signos de vida aparecen con dos focos cenitales en distinta altura. Comienzan secuencias con una cuidada iluminación para dibujar en una misma silueta los que fueron momentos de muerte y sacrificio por invadir y proteger la tierra. En Aguirre, escrita por Paco Bernal y dirigida por Pedro Hofhuis, son nueve los cuerpos-vértices que contienen la forma de una guerra asimétrica en la que los invadidos no tienen voz, la violencia explícita es signo ausente que se nombra sin su imagen representada, y la sangre no brota, pero se siente. El eje vertical está aparentemente vacío y el simbolismo de la falta, espacio escénico diseñado por el propio Hofhuis, se adueña de él: lo somete a la tiranía del plano horizontal, donde los objetos discretos aguardan para ser semiotizados cuando pasen a ser signos dramáticos, brotando protagonistas de su escena. ¡Ay, verticalidad! Innominada e invadida. El teatro te evoca, pero tu dolor no se verá: se paladeará. Desde la emoción implícita son connotados todos los nombres sin boca ni ojos que, por la megalomanía enferma de la figura-Aguirre, fueron arrancados de sus raíces para fluir huérfanos de cultura hasta desbordar un río con sabor a hierro.

En esta propuesta, la mirada que dirige la diégesis es una doblez que se vuelve, se grita, se emancipa, asesina y, sin embargo, se mira con miedo. Coja y cegada por un fin sin causa, es invasora a la vez que insurrecta del mismo régimen colonial español que, invariable y decadente, inició el genocidio de Iberoamérica enunciando una liberación de ese tierra. Aguirre es un ojo optimizado que encuadra y se embarca en una imagen colonial extendida de las crónicas de Omagua y El Dorado de Pedrarias de Almesto y en las de Francisco Vázquez. Aguirre es también una laringe que se arranca poco a poco las cuerdas vocales cuando nos acerca cada signo verbal, transitando entre códigos lingüísticos de tiempos pasados y presentes. Los cambios de coloración en el plano cenital, yuxtapuestos a los focos de luz dorada y cálida en la horizontal, se infieren como signos lumínicos en un mismo sistema que, siendo creado por Hofhuis, se define a sí mismo como agente expresivo: que induce expresión cuando se implica en el contorneado de los perfiles, de los matices y de la gestualidad particular de todas las figuras de carne.

Lo libre en el seno de la locura, lo esperanzado en el filo de la pesadilla. La forma de la tragedia es un tropo: es hipérbole ciega que no distingue cómo se perece entre cuellos degollados por una manía de liberación. ‘Vete a las Indias, Lope’—insiste la voz en off. ¿Cómo ser libre para caminar por la recta horizontal si los pies han abandonado su uso? La violencia desmedida le impone una asimetría en el andar. ¡Ay, la verticalidad se va perdiendo! Hacia el foso, los hombros de Aguirre (encarnado con convicción por José Carlos Cuevas) han perdido su altura; el cuello ya no preside la altura del torso. Son signos coloreados de rojo y azul que enuncian una muerte lenta por lapidación con los propios cuerpos que arrebató. ‘Vete a las Indias, Lope’. La significancia de esta postura pide pausas en el espacio sonoro configurado por Arturo Díez Boscovich.

Por su parte y con un rol central, han brillado las nueve encarnaciones que han ido apareciendo para articular el punto de vista centrado. Sobresalientes, estas figuras son fruto del talento y esfuerzo de la actriz Adriana Cura y de los actores José Carlos Cuevas y David Mena. Dolor por dolor en estos acontecimientos consumados. Las muertes no son figuradas. Son visualmente omitidas; son designadas por un golpe seco en el suelo. Aguirre es reino de elipsis: es estructura de ocho sustantivos girando en vilo por la acción de una espada. ¿Si la violencia no se muestra en el foco, cómo dolerse de ella y denunciarla después? Este teatro elige la exageración como forma de figuración. Se llama Lope de Aguirre en la superficie, quedando proyectadas en el eje que ya no le pertenece sus acciones y asesinatos como poblador de pueblos. El sabor de la sangre vertida no ha abandonado las aguas, y poco a poco ha llegado hasta nosotrxs, quienes, desde una consciencia decolonial en los hechos y sus consecuencias culturales y sociales, debemos ahora expresarlos por todo medio, ‘por el ansia de libertad’. Aquella torturada nube parecía tan firme, | ambulando, | desgarrando, | chocando con masas de ángeles—Blanca Varela, poeta peruana.

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:

•Obra: Aguirre
•Dirección: Pedro Hofhuis
•Texto: Paco Bernal
•Elenco: José Carlos Cuevas, David Mena y Adriana Cura
•Música: Arturo Díez Boscovich
•Iluminación y espacio escénico: Pedro Hofhuis
Teatro Góngora (Córdoba), 09/12/2022.

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