Incendiaria en combustión

Para no decir…

«Aínda fazem das flores seu máis forte refrao e acreditam nas flores vencendo o canhao», cantaba Geraldo Vandré en su canción que traduzco como «Para no decir que no hablé de las flores» y que se conocería como «Caminando y cantando». Todo un himno contra la dictadura en Brasil. Todo un himno que refleja la importancia de la palabra y de la música para hacerse oír, para tomar consciencia, para seguir avanzando, caminando y cantando y siguiendo la canción.

A finalaes de octubre se celebró en Donosti una nueva edición del encuentro Galeusca. Bajo el título «Oralidad: lo que se escribe para decir», autoras y autores de Galicia, Euskadi y Cataluña compartieron sus reflexiones alrededor del tema propuesto distribuidos en tres mesas redondas: Oralidad, Medios de comunicación y Artes escénicas.

Posiblemente no exista arma más contundente ni fructífera que la palabra, sea esta hablado o escrita. Tal vez sea porque tiene la capacidad de hacerse memoria y construir identidad. O tal tal vez porque tiene la capacidad de extenderse como la pólvora de boca a boca. Por lo que sea, pienso en esta canción que habla de la flor hecha palabra y que se convirtió en himno para un pueblo y también fue motivo de tortura y exilio para su portavoz. Al cantarla, una hace memoria e historia y también viaja de la eternidad que adquiere la composición hasta la temporalidad del cuerpo y la voz que la reproducen.

En su intervención, el escritor Antonio Reigosa señalaba la necesidad de combatir los prejuicios que existen entre oralidad y literatura escrita; también apuntaba la necesidad de negar que la cultura escrita tenga un rango superior a la oral. Así, buscando un parecido entre lo que supone una representación del texto oral y una representación del texto escrito, el autor colocaba que este se da en las representaciones teatrales. «En ambas, unos emiten y otros escuchan, pero sobre todo, ambos actos transmiten experiencias y a la vez constituyen en sí mismos experiencias irrepetibles». En las propuestas escénicas más contemporáneas –donde se borran los límites entre persona y personaje o donde se busca una sensación de irrepetiblidad- esas fronteras se superponen y la escena emplea herramientas de la oralidad: formas de improvisación donde el discurso está controlado pero no las palabras con los que se va a decir; se opta por la verdad del cuerpo del personaje-persona con todos los matices que puedan aportar su experiencia biográfica (sea esta imaginada, vivida o soñada),

En lo que respecta a la organización del discurso, la periodista Arantxa Iturbe anotaba su necesidad de escribir lo que se va a decir para tener un control del mismo. Esta idea hacía referencia directa a la forma de organizar el pensamiento que apareció con la alfabetización y con el que Juan Kruz abría su ponencia «Mis orejas son mis oídos» y en la que apuntaba: «Cuando es necesario decir algo, primero se escribe».

Capacidad de memorización y repetición o capacidad de improvisación y creación. La oralidad y la improvisación desvelan una capacidad de organizar el discurso internamente, también revela un saber estar «aquí y ahora» frente a un «aquí y luego», que por su parte imagina el texto escrito. Son capacidades que requieren un entrenamiento y aparecen ligadas a un dominio espacial, a un saber adaptarse al contexto, a controlar los tempos del discurso para captar la atención del interlocutor… Son capacidades que implican una reinvención constante por parte del emisor y al que le exigen tanto un gran dominio de la materia que aborda como de su propia corporalidad para hacer efectiva la transmisión del mensaje. Entonces, la oralidad es sobre todo corporalidad: un cultivo total de los recursos expresivos y del desarrollo del pensamiento interno.

Entre las conclusiones de las jornadas arriba citadas, destaca la exigencia de una mayor presencia de la literatura en todos los niveles del sistema educativo. Y junto con la literatura, también de la oralidad que, «lejos de ser entendida únicamente en su dimensión tradicional, persiste como realidad actual y con capacidad de adaptarse a las nuevas tecnologías desde las experiencias más vanguardistas».

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