Críticas de espectáculos

Picasso adora la Maar/Alfonso Plou/Teatro del Temple/Teatro Arbolé

Retrato de artista vitalista
Obra: Picasso adora la Maar
Autor: Alfonso Plou
Intérpretes: Ricardo Joven, Cristina de Inza, Gabriel Latorre, Laura Plano, Francisco Fraguas, Amor Pérez Bea, Juan Ramón Benaque
Escenografía y atrezzo: Tomás Ruata
Vestuario: Jorge Pérez
Dirección Carlos Martín
Producción: Teatro del Temple, Teatro Arbolé
Egia – 13-07-02- Feria Teatro Donostia
En realidad se superponen dos lenguajes, dos producciones complementarias, en ocasiones buscando la interacción. Además de cuanto nos cuentan los personajes teatralmente, hay una pantalla que se mueve y se aumenta o reduce, que nos va contando la misma historia a la luz de la creación plástica, en ocasiones ilustrando en movimiento y en otras proporcionando fondos en movimiento para la acción teatral. Este solapamiento, esta relación de lenguajes, condiciona toda la propuesta.
Es una opción meditada, que involucra la dramaturgia, que conforma una estética errática, aunque el eje central del texto y de la puesta en escena, con la interpretación van consiguiendo una cohesión y una potencialidad infinita, aunque no siempre llega a concretarse de la manera más rotunda. El autor, Alfonso Plou, junto a los productores y el director, Carlos Martín, llevan varios años de colaboración y siempre inmersos en un teatro histórico que en esta ocasión es más un retrato de un artista vitalista, de un genio de la pintura como Pablo Ruiz Picasso que en su vida privada vivió multitud de relaciones amorosas y que eligen aquí el tiempo vivido junto a Dora Maar, la pintora y fotógrafa argentina de ascendencia croata que acaba rota por la pasión del genio, por su vitalismo arrollador y por el desamor del mismo. Un tiempo histórico importantísimo entre la guerra civil española y la segunda guerra mundial.
La obra es una bella historia de amor, contada de manera lineal, mostrando un tiempo, una época, unos seres reconocibles y que forman parte de la idea de la libertad y el arte europeo, junto al pintor la fotógrafa aparecen Cocteau, Braque, Bretón, Lacan o Eluard. Entre todos ellos brillaba la rotundidad picasiana, el artista que pide la acción frente a los poetas que piden el pensamiento y la reflexión, la realidad transformada frente a la irrealidad evasiva. Es un espectáculo que se disfruta de un tirón, que pese a los roces entre lenguajes consigue una fluidez narrativa y que llega con facilidad a la platea, porque el texto está compensado y la dirección trabaja a favor de autor y de los actores que proporciona un reparto eficaz y equilibrado para contarnos esta bonita historia de amor.
Carlos GIL

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