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Poema sensorial de alto voltaje. ‘Pussy Cake’ de Matarile

Pocas veces tengo la oportunidad de asistir a espectáculos que se conviertan en una experiencia sensorial inédita. Casi siempre, al teatro, parece que le pedimos confort receptivo, entendimiento, adecuación y también emoción por empatía basada en la semejanza o el espejo. Por lo general empatía respecto a personajes interpretados o a personas que actúan. En este último caso, las personas que actúan son otra suerte de personajes, pero que rompen la expectativa de eso que entendemos por personaje. Porque el personaje, al final de la obra, siempre acaba por ser conocido o cognoscible, mientras que la persona es más un misterio que algo que se pueda saber.

De personas que actúan se trata en el caso de Andrea Dunia, Alejandra Balboa, Raquel Esteller y Baltasar Patiño. El equipo que nos ha brindado, en ‘Pussy Cake. Your Hands Over Me’, un espectáculo en el que la emoción es una experiencia más sensorial que narrativa, semántica o conceptual. La altísima vibración, literal, de las acciones escénicas, tanto de las bailarinas Alejandra y Raquel, como de la actriz y performer Andrea Dunia, como las que realiza, en directo, Baltasar, con la luz y el sonido, generan un vértigo apasionante.

Ese vértigo propiciado por la morfología de las acciones, por su plasticidad y musicalidad, con clímax perturbadores para los sentidos, desde lo sensorial, desde lo físico, pueden, además, convertirse, si lo queremos (velahí nuestra libertad como espectadoras/es), en metáforas. Metáforas, quizás, respecto al vértigo que el amor, el desamor, la pérdida, la separación, la (auto)exposición y la soledad, pueden implicar. La poética de la obra fotográfica y de vídeo de Francesca Woodman (1958-1981), considerada como la iniciadora de eso que llamamos “selfies” (autofotos), como otro elemento de juego, puede ser elocuente respecto a esa posible metáfora.

El viernes, 17 de febrero, en la Sala Ártika de Vigo, ‘Pussy Cake. Your Hands Over Me’ de Matarile, dirigida por Baltasar Patiño, fue una de las escasas experiencias artísticas de las que podemos gozar en nuestro contexto teatral, en la que decibelios sonoros, intensidad lumínica y energía cinética actoral se despliegan y actúan de manera arrebatadora, contra el confort. Artistas caminando, metafóricamente, por la cuerda floja, en un ejercicio precioso e impagable de generosidad y riesgo inhabituales.

La analogía y la asociación, más que la lógica causal o la hegemonía temática, ideológica o conceptual, articulan las relaciones de las acciones, en una dramaturgia que las trenza, las repite, las acumula en una tensión rítmica crispante, por momentos, y las hace girar para envolvernos o alcanzarnos.

Las acciones del vídeo, con imágenes en blanco y negro de fotos y vídeos de Francesca Woodman, o fragmentos de ‘Alice in Wonderland’ (1903), de Cecil Hepworth y Percy Stow, o aquellas imágenes de diferentes personas, que no se sabe si están bailando o cayéndose de sueño en la mañana de una metrópolis, como esas personas que se han entregado totalmente a la noche y que, después, durante el día, vagan por las calles de la ciudad. Esas imágenes tan crudas como bellas de Woodman, tan ingenuas y, a la vez, aparentemente maliciosas, en los límites entre lo erótico y lo pornográfico.

La analogía o asociación con el “noise rock” que nos aborda, fuera de la adecuación musical a la que estamos, quizás, más acostumbradas/os, sin utilizar elementos típicamente armónicos, melódicos o rítmicos. Secuencias en las que los decibelios alcanzan lo inaguantable. Algo sobre lo que Matarile ya advierte cuando nos entrega, en la entrada, unos tapones negros para los oídos, en caso de que nos pueda molestar el volumen.

También acontece, en coherencia estética y dramatúrgica, la plétora lumínica y su interacción con la performance de Dunia, Alejandra y Raquel. Hay secuencias en las que la acción lumínica resulta ensordecedora y tremendamente bella, hasta el punto, casi, del colapso, por saturación.

El momento en el que desciende una bola gigante de espejos (que a mí me es muy familiar porque fue la que utilizamos, Ana Contreras y yo, en ‘Neuras’ (2009) de Ónfalo Teatro y que luego cedimos a Matarile, que la dispuso sobre el suelo, de manera inédita, en ‘DAIMON y la jodida lógica’ (2019) y que la reutiliza aquí), en conjunción con focos móviles y otros aparatos, genera un orgasmo sensorial. Esa intensidad sensorial producida por la luz viene después de unas imágenes de vídeo de Woodman, en las que se puede sentir la soledad y la pérdida, los sueños truncados. Esa gran bola de espejos que desciende de las alturas a mí me impresionó y me emocionó, desde lo sensorial, como si fuese una luna que entra en escena, símbolo de la muerte, quizás, alegoría de ese desgarro que podemos entrever en las imágenes de la joven Woodman, muerta prematuramente. Es ahí donde también entra en escena, desde fuera, Dunia, desnuda, con una cabeza de látex, entre la ancianidad y el monstruo, caminando sobre unos zapatos de tacón de aguja. Adopta poses de inquietante ambigüedad y dice al micrófono, de vez en cuando, la frase en inglés del título: “Your hands over me”. No se sabe si como plegaria o petición. Un poema escénico dentro de otro poema escénico.

La imagen y la performance de Dunia, Alejandra y Raquel es la de mujeres increíblemente poderosas, diosas siderales y fantásticas, ante las que, desde luego, cualquier masculinidad hegemónica retrocedería. En mi opinión, su coreografía y performance las convierte en una especie de alegoría de las Amazonas mitológicas, aquellas reinas guerreras. Pero, al mismo tiempo, su mirada, su verdad y su calidad humana continúan ahí.

Las palabras, en esta dramaturgia, son muy pocas. Algunas proyectadas en el vídeo (letras de canciones como poemas, fragmentos del texto del primer film de ‘Alicia en el país de las maravillas’), otras en el grafiti con el que Dunia tiñe con luz otra pantalla al estilo Jackson Pollock, convirtiendo en expresionismo abstracto la acción caligráfica, y también las proferidas en las que se amplifica y distorsiona la voz, llevándola a los límites casi de lo inarticulado. Entre esas declaraciones, las que reiteran el rechazo a la “dramaturgia de concepto”, típica del teatro dramático, al dramaturgo y a su homólogo fuera de las páginas de las obras, el “ojo externo”, el director. Porque el director, en las dramaturgias en las que el concepto es previo y condiciona todo el proceso y resultado, actúa como un ojo externo. Sin embargo, aquí, es perceptible una explosión de los conceptos, en la misma medida en la que se desbocan las acciones, por una tensión rítmica morfológica derivada de la acumulación, hasta poner a prueba los límites de lo soportable. Es perceptible, además, que ‘Pussy Cake. Your Hands Over Me’ es una “dramaturgia de proceso” colaborativa, en la que podemos reconocer la impronta creativa de cada una de las integrantes del equipo artístico.

Quienes conocemos, por ejemplo, el trabajo de Andrea Dunia, o de Alejandra Balboa, como es mi caso, podemos percibir sus propuestas, tanto a nivel de movimiento, como de performance o exposición del cuerpo. Un proceso de colaboración artística que ha conjugado diversas y heterogéneas perspectivas en un poema escénico que, a mí, por veces, me hacía tener una sensación parecida a la que me producen algunas de las páginas de algunas de las obras más extremas de Sarah Kane.

Creo que ‘Pussy Cake. Your Hands Over Me’ es el espectáculo más radical, salvaje y delicado que he visto hasta ahora en el teatro gallego. Una pieza que te atrapa por la condensación y el vértigo de la forma, por la explosión “noise rock” y performativa de cualquier reducción semántica, moral o política. Una dramaturgia de la distorsión sobrecogedoramente poética. Una sensualidad fiera atravesada por la delicadeza y la elegancia.

P.S. – Otros artículos relacionados:

“Teatro filosófico y pulsión escópica. El diablo en la playa de Matarile Teatro”, publicado el 25 de octubre de 2020.
“Más Daimón y menos jodida lógica. La apoteosis de Matarile Teatro”, publicado el 9 de septiembre de 2019.
“Todo lo demás y los limones y la nieve de Matarile Teatro”, publicado el 13 de noviembre de 2018.
“Humores y comicidades en la XXXV MITCF de Cangas do Morrazo”, publicado el 7 de julio de 2018 (sobre Teatro Invisible de Matarile Teatro).
“El FinALT. Matarile. Sonia Gómez. Begoña Cuquejo. Masu Fajardo. Mariví Martín. Celeste González”, publicado el 15 de abril de 2017 (sobre Antes de la metralla de Matarile Teatro).
“Algunas notas antes de la metralla”, publicado el 31 de julio de 2016.
“Lo alternativo en las artes escénicas desde Vigo. 1. Cuerpos en juego”, publicado el 26 de marzo de 2016 (sobre El cuello de la jirafa).
“Dramaturgia de relación en Matarile Teatro”, publicado el 16 de octubre de 2015 (sobre El cuello de la jirafa).
“Cosmogonía teatral y Hombres Bisagra”, publicado el 17 de octubre de 2014.
“Teatro invisible”, publicado el 17 de marzo de 2014.
“Staying Alive”, publicado el 11 de octubre de 2013.

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