Rebel delirium

#retoscalle


Fira Tàrrega se ha propuesto que la Fira no solo dure cuatro días del mes de septiembre sino que se hagan acciones durante todo el año. Esta semana la Fira ha organizado una reunión de expertos del sector (compañías, programadores, administraciones y medios de comunicación), para discutir cuatro grandes temas: la comunicación y el marketing, la calidad artística, la producción y la exhibición y las políticas culturales. Gracias al buen uso de las nuevas tecnologías (en eso también se lo curran), a las cuatro de la tarde del pasado martes conectaron desde su web una cámara a través de la cual se podían seguir en directo las conclusiones del encuentro.

 Algunas de las preguntas que se pusieron sobre la mesa fueron las siguientes: ¿Por qué un país donde la calle es un espacio de libertad, las artes de calle no tienen el mismo reconocimiento que sí tienen estados menos propicios como el Reino Unido o Holanda? ¿Nuestro teatro de calle ofrece buenas propuestas? ¿Tiene prestigio dentro del conjunto de la profesión teatral? ¿Los responsables de los teatros convencionales acuden a Tàrrega? ¿Tendrían estos teatros que abrir líneas de programación (como lo hacen en la franja infantil) que albergaran este tipo de propuestas durante todo el año? A parte de los convencidos, ¿la sociedad otorga prestigio social a las artes de calle? Si no lo hace, ¿por qué será?

 Mientras Fira Tàrrega resume en un documento lo dicho en las distintas mesas de discusión, en el debate final salieron algunos temas. Hubo discusión sobre la definición de las artes de calle. ¿Es pertinente ahora hacerse esta pregunta? ¿Si no se ha conseguido en 30 años, la vamos a encontrar ahora? Es verdad que durante los años 80 empezó una escena que no se ha consolidado como género. Marta Oliveras (MOM), apostaba por llegar a una definición, porque de lo contrario, decía, las propuestas de calle entran en el paquete general de «teatro» y es entonces cuando empiezan los agravios. En este sentido, Ramon Simó (director GREC) también se mostró a favor de encontrar esta definición, pero hizo hincapié en que a lo mejor había que abandonar el término «artes de calle» (agotado y con poco prestigio para muchos), y empezar a hablar de «artes no convencionales». De hecho, este es el camino que ha tomado el NEO (Noves Escenes Obertes), el mismo que tomaron los añorados Panorama de Olot o VEO de Valencia, y tantos otros. Además, estas estructuras y compañías que se definen a si mismas como no convencionales son precisamente las que más frescura, innovación, nuevos públicos y nuevas dramaturgias están aportando, algo que reclamamos desde hace bastante tiempo a las tradicionales compañías de calle y que por lo visto, no acaba de calar.

 Sobre el público y el espacio, se comentaron algunas cosas. Por un lado, se constató la dificultad de conocer el público de los espectáculos de calle: no paga entrada, no se registra en ningún sitio, no se conoce su e-mail, etc. Sobre los espacios, se comentó la paradoja de que, ahora más que nunca, la calle está extremadamente protegida. También se polemizó sobre el tema de la gratuidad de los espectáculos de calle. Creo que hay que empezar a entender algo que Ramon Simó puso muy bien sobre la mesa: los espectáculos con vocación de calidad que se realizan fuera del edificio teatral son carísimos y de muy difícil producción. ¿Cómo se paga esto? ¿Nos podemos permitir el lujo de no cobrar entrada?

 Sobre el papel de la administración, Margarida Troguet (Teatre de l’Escorxador) apuntaba que la mejor política cultural tendría que ser aquella que no domestique a los artistas. Y Marcel Escolano (Los Galindos), decía que lo que debería hacer la administración en materia de cultura es un «dejar hacer», abrir caminos cuando no los haya y poca cosa más. Es cierto que los responsables de las grandes instituciones siempre han visto las propuestas de calle o las no convencionales como algo muy incómodo. Estas propuestas requieren trabajo extra porque ni los procesos ni las metodologías están estandarizadas. Y esto echa para atrás a muchos.

 Otra cosa que salió, y que es una reclamación importante del sector, es que la administración no obligue a las compañías a producir espectáculos nuevos cada año. En Cataluña el conseller Mascarell es muy consciente de este problema y parece que por fin se pondrá remedio. Hemos estado muchos años pensando solo en la creación, olvidando la producción y la distribución. Tena Busquets (Panorama) denunció que la administración negara recursos a las estructuras (festivales, programas, muestras) y que el dinero vaya directamente a la compañías. Busquets apuntó que el sentido tiene que ser a la inversa: hay que ayudar a las compañías desde las estructuras, ofreciéndoles bolos, visibilidad, un marco adecuado, etc.

Esperamos que la organización haga público el documento que concreta las líneas que los expertos han apuntado, para que empiece a haber una hoja de ruta. Por ahí vamos bien. Bravo Fira Tàrrega por capitalizar esta movida.


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