Críticas de espectáculos

Seguiriya de la almendra y del clavel

Sonidos discretos. Espacio discontinuo en tres cuadros al fondo y figuras en penumbra ante ellos. Se inicia El loco y la atención se desplaza desde la profundidad del escenario a la cadencia de un vuelo enlutado de encajes. La luz empieza a descentrar el foco y de aquel fondo tan solo se recuerda una lámpara tenue y colgada. El ballet danza en su delirio. La delicadeza de la piel se arruga cuando es presa de una obsesión. De ahí que la textura de aquellas conciencias trastornadas es rugosa, porque se ha encerrado sobre sí. Bailan insanas, en círculos y sin orden aparente. Y entre ellas, un primer plano en soledad: Félix Fernández. El loco, es texto creado y dirigido por el reconocido Paco López.

La última luz es sustituida por el cruce de haces diagonales y cenitales. Nicolás Fischtel ha diseñado este recurso doble: técnico y formante de la pérdida de un foso que, aunque deje de estar iluminado, siempre insiste subrepticiamente. Abismo de tul blanco, vela por el bailaor y lo eleva del suelo. Javier Latorre traza los pasos de un ballet autonímico, que danza sobre su proceso danzado. Los tres cuerpos se miran durante cada baile. Son imágenes de ecopraxia, signos dobles de un arte y una demencia. Más tarde se resolverán. Por ahora, el espacio ha cambiado y de la penumbra pasa al ocre. La superficie se hiere desde dentro, y por esto el fondo está cuarteado, se oxida frente a un cuerpo de baile que no tarda en fragmentarse. Una figura reclama el centro. Pide palmas. Sin pareja, danza; sin remedio, avanza hasta saturar el compás.

Los espejos ilusionan con una multiplicación de las sillas, las mesas y las voces. Sobre estas imágenes se abre el café-cantante y su cuadro flamenco. El ballet entero se admira mientras sus miembros muestran la riqueza del folklore andaluz. El espejo nos muestra reflejadas: de público a testigos. Ahora estamos con ellxs, jaleando en el Novedades los garrotines, las alegrías, las flores violetas y las batas de cola amarillas y azuladas. Una poesía subvierte el orden del Novedades. Los ojos callan; los dedos suenan y los pies dirigen el ritmo staccato. La transitividad de la acción empieza a delirar. La técnica es precisa; y la elegancia corporal se advierte durante diálogo entre la danza española y flamenca de Juan Berlanga y Eduardo Martínez. El rojo del pliegue ya no interesa si en el centro de la farruca está danzando el gesto reflexivo del mirar y ser mirado. Ecos, repiten movimientos desconocidos.

Ligereza bajo trece luces. El director del Ballet Nacional de España (BNE) y bailaor en esta propuesta, Rubén Olmo, vive siendo pieza de un ensayo. El maestro, encarnado por el aclamado Jesús Florencio, orienta las imágenes en movimiento. Grávidas unas, ingrávidas las no protagonizadas por Massine (Juan Berlanga) y la brillante Inmaculada Salomón, en el papel de Karsavina. De la colectividad, el primer plano se revuelve. Grita cuando sus pasos no son seguidos por el metaballet. Mutismo y rechazo social de unas sillas que le vuelven la espalda. Todxs locxs. La música que baila nadie la escucha. El espejo le muestra una imagen deforme. No es él. Es su imagen esquizoide que se revela en la tenuidad.

Baja un telón irreal. Es el recorte de una realidad latente. Bajo él, una obra se estrena: Sombrero de Tres Picos, agradecido de contar con la dedicación de Estela Alonso, Ana Agraz, Cristina Aguilera, Pilar Arteseros, Sara Arévalo, Hsueh Yu- hsien, Patricia Fernández, María Martín, Sara Nieto, Noelia Ruiz, Irene Tena, Laura Vargas, Vanesa Vento, Sou Jung Youn, Ana Almagro, Marina Bravo, Carlos Sánchez, Cristian García, Manuel Del Río, Alvaro Gordillo, Sergio Valverde, Matías Lopez, Adrián Maqueda, Victor Martín, Alfredo Mérida, Diego Aguilar, Javier Polonio, Pedro Ramírez y Ruben Rojo en la narrativa del BNE de Rubén Olmo. Vivos, los colores se mezclan. El loco los mira desde fuera. Otro plano. Loco, baila sin acompañante. Loco, por ser un bailaor sin disfraz. Sin verlo, el madroño rojo prosigue en su zapato.

La escena está iluminada pero no hay lámparas colgantes. Sólo puntos reflejados de una actualidad sin ficción. Proceden del espacio de representación (del teatro) y por la estética del eco son un recurso dramático. Ecomimia que se imita a sí misma, que sostiene su cabeza por una efusiva rigidez cervical. El rostro tiende a mirarse los pies. Cuerpo quebrado. Ha perdido la cabeza. Vanas son todas las acciones. Los signos de locura se evaden tras el velo. Se ríen y tuercen por el suelo. Nada que lamentar cuando todo se ha perdido. Los gritos son imágenes sonoras mudas en el manicomio. Sólo el arte se preocupa y las invita a descansar. Abismo saltado. En tul blanco, vela por el bailaor y lo sostiene en el suelo: Pietà.

“Manuel es la seguiriya | de la almendra y del clavel… | Sólo él | hizo en el Mundo sonar | y al mundo entero admirar | lo que entendíamos pocos | amantes sabios y locos | de poesía popular.” —‘Resuena Falla…’ (1946), de Manuel Machado.

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:

•Idea original, libreto y dirección de escena: Paco López
•Coreografía: Javier Latorre
•Música: Manuel de Falla, Mauricio Sotelo y Juan Manuel Cañizares
•Grabación musical: Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM)
•Dirección musical: Manuel Coves
•Diseño de escenografía y vestuario: Jesús Ruiz
•Diseño iluminación: Nicolás Fischtel (AAI)
•Músicos flamencos del BNE

Publicada en el Diario Córdoba el 04/03/2023.

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