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Shakespeare en Fonseca

Me gusta mucho asistir a experiencias teatrales fuera de los marcos convencionales. Esas en las que se asumen retos artísticos. Fran Núñez, el director del Centro Dramático Galego, CDG, nos propone una aventura de estas y yo se lo agradezco. El sábado 4 de marzo de 2023 he ido a ver ‘SHAKESPEARE EN ROMA’, quien tenga interés aún puede ir hasta el 2 de abril de 2023.

En el Salón Noble de Fonseca, médula de la Universidad de Santiago de Compostela, un espacio poco convencional, que no es un teatro, el CDG juega a la guerra. El elenco, totalmente comprometido y con una fuerte convicción, defiende las posiciones de juego, como un equipo de fútbol de primera división, ideado por cuatro dramaturgias y cuatro direcciones para cuatro tragedias. Un cuatro por cuatro que supone un “tour de force” para Xurxo Cortázar, Sheyla Fariña, Cris Iglesias, Rebeca Montero, Marcos Orsi, Fran Peleteiro, Santi Romay y Toño Salgado.

Volodymyr Snegurchenko y Rui Madeira parecen diluir la historia de ‘CORIOLANO’ en el pensamiento al que puede llevar la intensificación de una violencia que no puede calmar ni lavar el acto de bañarse, repetido en tres variantes.

Ana Carreira y María Barcala, con a Julio Lago, comprimen la historia de ‘JULIO CÉSAR’ para hacernos partícipes de ese juego de poder en el que las estrategias del discurso, de la retórica, pueden ser tan o más importantes que la fuerza militar. También nos hacen ver que el poder puede conquistar la adulación, pero no la amistad.

Ana Abad de Larriva y Sara Rey nos hacen disfrutar de los contrastes entre pasión y conveniencia, política y amor, fuerza y ternura, a través de la historia de dos poderosos amantes, ‘ANTONIO Y CLEOPATRA’. Incluso nos hacen ver la belleza plástica de todas esas vendas y lazos que atan nuestras pasiones.

Lorena Conde y Quico Cadaval hacen un truco de magia y convierten la tragedia de ‘TITO ANDRÓNICO’ en un juguete cómico, en el que la truculencia es un juego abierto no sólo a nuestro disfrute, sino también a una esperanza que interpela o cuestiona el destino trágico.

Comenzamos con el ambiguo ‘CORIOLANO’, en una dramaturgia de Volodymyr Snegurchenko que, a mi parecer, se centra más en la dimensión filosófica y política de la pieza que en su trama o historia, con respecto a las dramaturgias de Ana Carreira sobre ‘JULIO CÉSAR’, Ana Abad de Larriva sobre ‘ANTONIO Y CLEOPATRA’, y Lorena Conde sobre ‘TITO ANDRÓNICO’, quienes, sin descuidar estas dimensiones político-filosóficas, se preocupan de ofrecernos una síntesis de las historias representadas en cada pieza, facilitando nuestra recepción al brindarnos los contextos situacionales dramáticos básicos. Shakespeare fue, sin duda, además de poeta y filósofo, un gran contador de historias retorcidas.

Rui Madeira dirige un ‘CORIOLANO’ que insiste en la violencia y la fuerza, sin retroceder ante ellas, manifestadas en las actitudes, los gritos, en una recurrencia que corresponde al ciclo de los tres baños que se da el protagonista, interpretado por Toño Salgado. Desvistiéndose y bañándose, mientras la madre lo lava y lo alecciona, en tres variaciones que trazan el círculo del destino trágico. Retos, amenazas, declaraciones y consejos de fuerza, sin concesiones, para llegar al límite del agotamiento.

María Barcala y Julio Lago llevan su ‘JULIO CÉSAR’ al Senado de la desconfianza y los miedos, que acompañan al poder. La traición es tan humana, como lúdica esta puesta en escena. La audiencia, dispuesta a dos bandas, evita la cuarta pared realista del drama. María y Julio aprovechan el terreno de juego del Salón Noble de Fonseca para que la acción de las estrategias retóricas, desplegadas por Bruto, interpretado por Toño Salgado, y Antonio, interpretado por Xurxo Cortázar, sean las protagonistas. Mientras que la violencia del asesinato de César, protagonizado por Fran Peleteiro, queda en el estilizado simulacro de lo lúdico, igualmente ejemplar.

Sara Rey orquesta un ‘ANTONIO Y CLEOPATRA’ donde logra notables contrastes muy oxigenantes. Sheyla Farinha está fantástica como Cleopatra y Toño Salgado como Antonio, compartiendo con nosotros los vaivenes de una pasión amorosa muy sensual y sexual, en la que la política y el poder vienen a poner palos en las ruedas. Hay ternura, hay una divertida pasión sexual, con ingenua picardía y delirante sofisticación. Hay ferocidad de personajes y dulzura. Y hay una perspectiva, en la relación heterosexual, finalmente, desligada de visiones machistas, porque aquí Cleopatra no está por debajo de Antonio en ninguno de los juegos sexuales recreados, ni en las actitudes protagonizadas por Sheyla y Toño. ¡Qué gran trabajo, Sara Rey y Ana Abad! Quizás sea aquí, también en ‘TITO ANDRÓNICO’, donde mejor la dramaturgia y la dirección permiten fluir y relacionarse las energías de todo el elenco, en una complicidad en el juego que se percibe, que pasa al público y que hace crecer las piezas.

Además, Sara Rey nos llena los ojos con unas escenas lúdicas, de gran rentabilidad plástica y cinética, tanto en el dispositivo escénico con las tiras de vendas, como las que sirven para curar heridas o envolver momias, en las intervenciones del adivino y en las secuencias de batalla, en las que se aprovecha la longitud del corredor central del Salón Noble. Cintas que son metáfora de las vendas para cicatrizar heridas y sanarlas, pero también de los lazos que nos atan o de las cadenas que nos limitan.

Quico Cadaval hace un truco de magia o, si se prefiere, un juego de malabares con ‘TITO ANDRÓNICO’, convirtiendo la tragedia en comedia. Creo que desde que vi las versiones de la Companhia do Chapitô de Lisboa de sus adaptaciones de ‘Edipo’, ‘Electra’ o ‘Macbeth’, no había experimentado nada tan divertido con historias tan terribles. Quizás sea cierto que lo cómico es el reverso de lo trágico, la otra cara.

La dramaturgia y la dirección, aquí, en este ‘TITO ANDRÓNICO’, tienen el ingenio del humor para no hundirse en lo macabro y bromear a través de la parodia de lo gore. “Sang i fetge” mezclado con el clown de Xurxo Cortázar como Tito Andrónico, de Rebeca Montero como la despiadada Tamora, de Sheyla Fariña como una Lavinia entre ingenua y traviesa, de un Santi Romay que hace de emperador amanerado malévolo y frívolo a la vez, de un villano sin escrúpulos muy malvado interpretado por Marcos Orsi, y el personaje regio e incorruptible interpretado por Toño Salgado. Todos ellos en contraste con el misterioso personaje que interpreta Cris Iglesias, acunando a ese bebé que nació de la violencia y que puede ser una ventana al futuro, pero también la capacidad para que la espita del terror que anida en nuestro ADN se pueda volver a reproducir, como demuestran los tiempos y se puede comprobar en la actualidad.

Este ‘TITO ANDRÓNICO’ le da a las actrices y actores la oportunidad de hacer personajes-muñecos, de jugar con lo terrible y divertirse, como si fuesen dibujos animados, de ser gamberros. Y el público finaliza entre risas y sonrisas un ‘SHAKESPEARE EN ROMA’ que nos devuelve una mirada sobre la humanidad, en la cual la discordia reina o amenaza con reinar despóticamente en cualquier relación. El ser humano lleva dentro de sí pulsiones de poder, quizás asociadas a la conquista de la territorialidad, el dominio, etc. del animal que somos también. Y no hay poder que no se pague, al menos, con desconfianza, miedos, angustias.

P.S. – Artículos relacionados:

“Rarezas y otras joyas teatrales. Ganas de aullar”, publicado el 8 de mayo de 2015.

“La suspensión de la lógica. Abel Neves en el CDG”, publicado el 29 de mayo de 2015.

“Tartufo de Carles Alfaro sube al escenario del Centro Dramático Galego para desahuciar a los señores”, publicado el 23 de diciembre de 2016.

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