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Si Janet Novás pudiera hablar de esto, no haría esto

 

Cuando nos referimos a lo contemporáneo en artes escénicas, solemos aludir a aquellas piezas que renuncian a los patrones convencionales que la tradición ha ido estableciendo.

Otra de las características de la contemporaneidad en las artes escénicas tiene que ver con el aguzamiento de lo mestizo. La hibridación siempre ha estado presente en las artes. En el teatro, por ejemplo, podemos encontrar escenas cómicas en el seno de una tragedia, pensemos en la obra de Shakespeare. Nunca han existido, por tanto, los géneros puros. La hibridación, en la contemporaneidad, ha pasado también a las modalidades: la danza contemporánea es teatro contemporáneo y viceversa.

Lo que queda fuera de lo decible, de lo narrable, de lo explicable, es, bajo mi punto de vista, la materia de la danza y el teatro, consideradas como “artes vivas”.

Casi me atrevería a afirmar que lo decible, lo explicable, lo narrable, encima del escenario, quizás pueda dar pie al ameno cuenta cuentos, al seductor placer de la narración oral o al cautivador arte de la retórica, pero producirá poco movimiento escénico. La palabra explicará o sugerirá lo que nuestra imaginación escenificará. Cuanta más economía de movimientos escénicos, más riqueza en el montaje imaginario que realizaremos en el teatro de nuestra mente.

Sin embargo, cuando hay algo que no podemos contar, que no podemos explicar ni narrar, ahí comienzan a generarse otros impulsos cinéticos, el cuerpo comienza a moverse, se hacen necesarios objetos, luces, músicas…

De un modo parecido, necesitamos hacer cosas cuya máxima riqueza reside en su ejecución, en el proceso, sin obedecer a una finalidad que las justifique directamente. Se trata de acciones necesarias que habladas resultan banales o insubstanciales. Voy a poner un ejemplo cliché: el sexo, a mí me interesa más hacerlo que explicarlo. Aunque no dudo que habrá literatas/os que consigan explicarlo mejor que hacerlo, o conseguir una delectación en el relato mayor que en la acción.

La coreógrafa, bailarina y dramaturga gallega Janet Novás nos demuestra, en Si pudiera hablar de esto no haría esto, que lo que hace no se puede explicar, aunque yo ahora cometa el atrevimiento de intentarlo. En todo caso, se trata de constatar que la acción escénica, la dramaturgia, supera cualquier relato que, sobre ella, se pudiese esbozar.

El gozo sensorial que producen las imágenes dinámicas que Janet articula, entre los dispositivos escénicos (2 ventiladores), la blusa con capuchón, con guirnaldas de lentejuelas azules, plateadas y doradas, que rodean el cuello y se enredan en la capucha, la luz y el sonido, ese gozo sensorial producido por la intersección de todo esto, no podría ser suscitado por ningún texto verbal, ni por algo que se pueda decir.

Bestial, sideral, emocionante… la presencia y el movimiento de Janet Novás en su pieza Si pudiera hablar de esto no haría esto.

La presencia y el movimiento de una persona, en este caso elevados a su máxima potencia, son, por si mismos, entidades ajenas a la representación verbal.

 Si pudiera hablar de esto no haría esto fue una coproducción del Festival de Otoño a Primavera de Madrid, donde se estrenó el 4 de febrero de 2016. Yo pude verla en el Teatro Ensalle de Vigo el 15 de abril de 2018.

El espectáculo nace de la oscuridad. Vislumbramos un bulto en el que se intuyen pequeños impulsos que no consiguen darle una forma reconocible ni sacarlo de la postración. Lo humano aún no se ha configurado. Un revoltijo informe se debate contra el suelo, mientras una leve luz cenital de contra rebota su aureola en el linóleo blanco, dotando la escena de un halo crepuscular.

Los golpes de ese cuerpo informe, amplificados por dos micrófonos, configuran una percusión que es como un latido. El latido de un ser no antropomórfico que pugna por erguirse. A esa percusión corporal, poco a poco, irá sumándose el aliento, también amplificado, que genera el propio esfuerzo en los botes y rebotes, en las contorsiones y pequeños saltos, que aprovechan la inercia de un impulso para lanzar el cuerpo.

El desarrollo temporal y la repetición y variación de los movimientos van produciendo una especie de trance que, sin casi darnos cuenta, nos absorbe. Estamos ante un fenómeno misterioso y desconocido, vibrante. Alguien, algo, se agita, se convulsiona en el suelo, golpea, late, y resuella. Algo está pasando. Algo está buscando su forma. La luz cenital de contra va ampliando su aureola e incendiando el espacio.

Janet, exhausta, boca abajo, con la cara girada hacia uno de los micrófonos, respira profundamente y comienza un murmullo casi animal. Entonces escuchamos un saludo murmurado, un hola alargado, un qué tal, un bien, muy bien. Y, como un mantra, la repetición, in crescendo, de esta fórmula de conexión. La función fática y su ironía por amplificación repetitiva. Y, como un mecanismo de preparación, en contraste con la horizontal, aparece la figura antropomórfica erguida, conquistando la vertical, mirándonos soslayadamente. Y el mantra del hola, qué tal, bien, muy bien, muuuy bieeen… llega al éxtasis del grito y de ahí se catapulta al aullido.

Los cambios de luz se hacen casi como articulaciones de un organismo superior y abarcador, que despliega diferentes partes, dentro de un desarrollo también misterioso, pero coherente. Así se disparan haces de luz lateral o se activa una fila de contras superiores o saltan varios focos centrales superiores, jugando con la luz cenital…

Dentro de ese organismo de aeronave espacial, que pliega y despliega haces de luces, en articulación con los haces sonoros, utilizando la voz y distintos tipos de percusión, así como músicas, que se van montando en directo, también con el mecanismo de loop, esa especie de aeronave espacial incluye, entre sus órganos, el cuerpo y la figura de Janet.

El trabajo con la presencia, el trabajo físico en el que se revelan relámpagos internos, el trabajo con la voz en loop, desde el aliento, el jadeo, el susurro hasta el grito, pasando por el aullido y el “aturuxo” gallego, ese grito agudo, fuerte y prolongado que se emite en señal de alegría en las fiestas o foliadas y en las labores agrícolas… El diálogo de la bailarina con la magnífica acción lumínica y sonora… La creación de imágenes siderales… y aquella pregunta amable, apenas murmurada al micrófono: «Hola. ¿Qué tal?. Bien. ¿Qué tal os va la vida? Bien. Muy bien. Muuuy bieeen.» Esa afirmación repetida in crescendo, amplificada y distorsionada hasta llegar al aullido, es una sensorial y arrebatada metáfora del momento actual. «Muy bien».

La deconstrucción de la “muiñeira”, en un braceo y unos pasos, a modo de saltitos, repetidos hasta la máxima velocidad y resistencia física, mientras por encima de las percusiones se escuchan violines y se impone una gaita, nos remite a un ecosistema inequívocamente atlántico y celta. Se trata de una referencia ambiental y atmosférica, que se inviste de evocaciones legendarias al ímpetu panteísta celta, a través de la utilización de la luz, el movimiento y el sonido, con esa energía rabiosa. Una exaltación de las fuerzas primigenias, que emergen de la tierra, de las rocas, de los ríos, de los árboles, del océano…, para quebrar los bloqueos que este momento del “Muy bien”, del estar “muy bien”, camufla y nos inflige.

La figura alegórica sobre las fuerzas cósmicas originarias que nos animan, se compone, en la oscuridad, cuando Janet, encapuchada, curva su tronco y hace refulgir las guirnaldas azules, plateadas y doradas que orlan su pecho y disparan un firmamento de lucecitas sobre las paredes negras de la caja escénica.

Los violines suenan con la superposición de percusiones, aullidos, jadeos, respiraciones, que antes realizó la bailarina y que, ahora, son montados en loop.

Janet gira, lentamente, bajo un rayo de luz plateada muy intensa y el refulgir de su pecho pasa al relumbrar de su espalda y del capuchón.

Un girar lento como el orbitar de un satélite o de un planeta. Una figura rutilante y etérea que nos conecta con las fuerzas cósmicas que nos sostienen dentro de este sistema del que formamos parte.

En Si pudiera hablar de esto no haría esto suenan gaitas guerreras, igual que la atronadora percusión estalla como disparos y fuego cruzado.

En Si pudiera hablar de esto no haría esto Janet Novás nos presenta el necesario despertar de la fiera indómita.

 

Afonso Becerra de Becerreá.

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