El Hurgón

Sobre festivales (III)

Los festivales son cada vez más, eventos utilizados para promover la imagen de una ciudad, o de un país, y por eso, objetivos como la formación, la educación, la integración, además de otras expectativas del romanticismo intelectual, de llenar los vacíos educativos, de encontrar los pasos perdidos y rectificar los errados, a través de la actividad cultural, no son una gran preocupación de éstos, porque los mayores esfuerzos los orientan sus organizadores a magnificar su parafernalia y a recrear mecanismos para hacer más notable su acontecimiento.

La preparación del espacio físico para su realización da una idea de su fundamental objetivo de generación de un impacto para capturar la atención de la gente durante su tiempo de ejecución, porque éstos tienen cada vez más relación con el entretenimiento. Por otra parte, aunque el festival, por su denominación, sugiera la representación de actividades de una disciplina artística en particular, lo usual hoy en día es que éste ofrezca una variedad de espectáculos, no siempre relacionados entre sí, para dar la impresión de una cobertura cultural total.

La idea de promover ciudades o países a través de festivales les procura a estos últimos una gran difusión, cuando entran en juego las alianzas entre el poder privado y público, ambos carentes de buena imagen en las sociedades donde impera un desequilibrio, que dichos poderes intentan esconder a través de la propagación de la actividad festiva. No alcanzan por ello, los mismos apoyos económicos o de difusión, eventos culturales que no son fácilmente convertibles en fiestas debido a sus exigencias connaturales de preservar el espacio abierto por el evento para dedicarlo a la reflexión y al análisis de las circunstancias sociales.

Estas alianzas, consideradas por los economistas como estratégicas, tienen la tendencia a la concentración del recurso y a sacar del camino al competidor existente o al potencial, y todos los esfuerzos económicos tienden a fortalecer al centro, en detrimento de la periferia, en este caso la provincia, en donde la actividad cultural comienza a deteriorarse debido al desánimo en que caen los gestores culturales como consecuencia de la disminución o supresión de los aportes, pues la actividad cultural de provincia difícilmente convence al sector privado sobre una publicidad expansiva de sus productos, y por extensión, el gobierno nacional considera igualmente que sus actos son más nombrados cuando suceden en la capital. Es como cuando en una familia de escasos recursos se destinan éstos para vestir de manera sugestiva a la hija que está en edad de casarse, y se pone a las demás en fila hasta cuando haya dinero nuevamente.

También, los festivales son impulsados, para reafirmar la eficacia de ciertos términos, inventados para volver consuetudinarios conceptos mercantiles, como el llamado turismo cultural, con el cual, en cierto sentido, podría equipararse al ahora ya aceptado, en voz baja, turismo sexual, cuyas consecuencias poco o nada importan si los resultados generan aumento en la productividad y el empleo.

Lo más importante en un esquema de cultura de esta naturaleza es la consolidación del cuanto, como, cuántas habitaciones de hotel se van a vender durante el festival, cuántos platos de comida se van a consumir, cuántas tiendas van a resultar favorecidas con la compra de mercancías; etc.

Las ciudades en las que se llevan a cabo festivales de gran envergadura, tienden a ser maquilladas de la misma manera como se hace para promocionar las campañas políticas, pues en la organización todos los diseños tienen el sello de la temporalidad, y no incluyen un proceso de ambientación, que les permita a los nativos formarse en el conocimiento de lo que va a ocurrir, para participar a conciencia en ello. Ni siquiera hay un proceso formativo de públicos, porque a lo largo del año la actividad de sus gestores de reduce a ubicar participantes (sobre todo extranjeros, porque son los que más cartel dan a la fiesta, y a quienes suelen llamar participantes internacionales), a gestionar aportes y a ensayar diseños estratégicos de incremento de publicidad.

¿Son, entonces, los festivales, espacios creados para divertir a una sociedad o para generar estrategias de convergencia entre sus miembros?, ¿son, estos acontecimientos, que cada día se anuncian con más altisonancia, fiestas en las que predomina el interés cultural, y que se apoyan en la lúdica, para formar a un público, o son un pretexto para introducir en el terreno de la competencia a todo lo cultural y de paso dar pábulo a la vanidad de quienes los diseñan, dirigen y ejecutan?

 

 

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