¿De qué sexo es la palabra?

Sobre los paradigmas únicos cuando de verdad escénica se trata o La singularidad es la revolución

Vengo realizando un ejercicio que comparto con alumnos y actores.

Escucho conversaciones en la calle, ómnibus, bares, tiendas, plazas. Sitios concurridos que me permitan acceder a un diálogo. Intento concentrarme lo más que puedo en su desarrollo. Mantengo siempre la misma premisa: sólo escuchar, no puedo mirar. Debo acceder a los datos desde la sonoridad, intención, color,y texto. Desde esa información voy conformando las imágenes correspondientes: los cuerpos que irían con las palabras.

Luego, cuando considero que ya tengo el material suficiente o ellos se retiran de la escena, los miro, y ahí, viene la mejor parte, la sorpresa: nunca coinciden con lo que había elaborado tanto visual, social, cultural, como de franja etaria.

Después, cuando lo comparto con mis alumnos y actores sucede lo mismo. Este suceso, que ya lo tengo incorporado como práctica de reflexión y desmantelamiento rápido sobre las verdades consagradas, deja en evidencia la maquinaria de prejuicios que nos construye y nos destruye. Entonces, nosotros como artistas tenemos la obligación de crear higienes para combatir los prejucios.

Dejar en evidencia que los tenemos, porque cada uno trabaja desde sí, con sus relatos, con el imaginario que porta y desde ahí crea, se expande, entonces si uno en realidad no realiza limpiezas más seguidas, va acumulando residuos que si bien no son tóxicos para la humanidad, lo son para el alma personal que es la que debe estar leve para la entrega: frágil y fuerte.

A continuación de este ejercicio aplico otro. Soy referencial, de acciones simples, y también de observaciones , cuento el final de una partitura, de un recorrido. Y pregunto qué sucedió, qué estuvo antes, cuál fue el desarrollo de esa acción, cómo es el inicio y cómo termina en ese final que es lo único que saben.

No solamente se trabaja sobre los prejuicios, sino sobre la frontera delgada entre ficción y real, ¿quién ordena y estipula los límites?

Desde esos juegos, evidencias y observaciones, se piensa, se elige la mirada, y el punto de vista se acentúa, uno se puede colocar desde la profundidad personal y avanzar hacia lo que significa un artista de la escena contemporánea: la singularidad.

¿Cuál parámetro, cuál paradigma se podría establecer hoy para hablar de verdades escénicas?

Las tendencias estéticas ya no pautan. Las valentías, los contenidos de cruce, las mezclas de género, las fronteras derribadas de la cuarta pared, el teatro danza música, performance, la destucción del relato único, de personaje, del argumento, de la representación, los riesgos infinitos de lenguaje, la osadía de límite constante hasta el riesgo de la incomodidad arriba y abajo del escenario. Lo real y la ficción en zona de promiscuidad. Y muchas más cosas que se están elaborando en este presente que no se detiene.

La singularidad nos salva. Uno. Cada uno. Fondearse. Irse hasta el final de lo posible, para adentro y comunicarlo. Luego administrarlo y encontrar el formato para que se pueda compartir y no sea un compacto de angustia y catarsis. La singularidad es la revolución.

Marianella Morena

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