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Un héroe anti retórico o la trágica concesión dramática

Las diatribas del héroe anti-populista y anti-exhibicionista CORIOLANO en el conflicto con los suyos, con el pueblo romano, centra la escenificación de NUNO CARDOSO con la Cía. AO CABO TEATRO que pudimos disfrutar en el CCVF (Centro Cultural Vilaflor) de Guimarães el 22 de febrero de 2014. Una coproducción de la joven compañía portuguesa con el citado CCVF, el Teatro do Bolhão de O Porto, el TNDM II (Teatro Nacional Dona Maria II) de Lisboa, el Teatro Viriato de Viseu y el TNSJ (Teatro Nacional São João) de O Porto.

A diferencia con la puesta en escena de Georges Lavaudant, protagonizada por Lluís Homar, que pudimos ver en el TNC (Teatre Nacional de Catalunya) en 2002, y que estaba envuelta en una atmósfera tétrica que acentuaba una contradictoria epicidad trágica, en la dramaturgia de Nuno Cardoso, protagonizada por Albano Jerónimo, se privilegia la dimensión dramática reforzando el conflicto y sus aristas políticas.

Al poco tiempo de comenzar el espectáculo te olvidas que estás viendo un clásico escrito por Shakespeare en 1607, tal es la dimensión performativa y dinámica que nos sumerge en las turbulencias de la trama.

La funcional y simbólica pirámide escenográfica, constituida por una escalinata que ocupa todo el escenario, coronada por dos farolas urbanas, junto a los efectos lumínicos y sonoros y a la coreografía de los diferentes grupos en los que se transforma el elenco (políticos [patricios], ciudadanos [plebeyos], militares), consiguen estructurar de una manera muy fluida y clara la complejidad argumental de la obra.

La indumentaria, la gestualidad, las actitudes y comportamientos y la dicción, son actuales, sin buscar historizaciones museológicas de postal, sino la proximidad con la espectadora y el espectador de hoy.

La interpretación de la Cía. Ao Cabo Teatro resulta austera y justa en la expresión y siempre verosímil en los momentos más climáticos de la trama, cuando las situaciones dramáticas se crispan hasta el límite.

El CORIOLANO de Albano Jerónimo, aún siendo un héroe militar que tiene muy clara su misión y la cumple sin dudas ni miedos, resulta próximo al público no por identificación basada en una semejanza literal, sino por su abnegada coherencia, porque se niega a convertir en discurso retórico los méritos que ha ganado valerosamente en la práctica, porque no quiere convertir en un circo sus heridas de guerra para robarle el corazón al pueblo. Este CORIOLANO no busca fan(áticos) ni seguidores que lo adulen, solo quiere cumplir con su cometido sin tacha. Ahí reside la paradoja del personaje, en su radicalismo, quizás el único fanático y extremista es él mismo.

La escenificación de Nuno Cardoso nos sitúa, precisamente, ante esa complejidad e introduce, además, momentos de suma ambigüedad dramática que refuerzan la intriga y el consiguiente placer en la recepción.

Esos momentos de indeterminación son, por ejemplo, la relación que se establece entre el héroe romano y el jefe de los Volscos, los enemigos de Roma, cuando Caio Márcio Coriolano, exiliado de su tierra, va junto a Tulo Aufidio, el general de los Volscos, para ofrecerle su cuello y para que vengue en él las derrotas que anteriormente le infligió. Entonces, Tulo Aufidio, cuando parece que está a punto de ahogar a Coriolano, acaricia su rostro y lo abraza ofreciéndole el gobierno de sus tropas, seducido por su poderío.

Otra fascinante ambigüedad es la que construyen en la relación entre Coriolano y su madre Volumnia, que llega a su clímax hacia el final del espectáculo, cuando Volumnia acude junto a su hijo Coriolano para interceder por Roma, sitiada por los ejércitos volscos al mando de los que ahora está su vástago. El inflexible héroe acaba cediendo en sus incorruptibles principios ante la madre, no sin antes generar un momento de peligro en el que parecía que iba a estrangularla.

Resulta deslumbrante observar como CORIOLANO rompe la regla de los personajes arquetipo que protagonizan las tragedias y que se caracterizan por representar, de manera inflexible y sin concesiones, unos valores humanos universales, lo cual acaba, indefectiblemente, abocándolos a la trágica desgracia. Sin embargo, el héroe arquetípico Coriolano acaba cediendo en el último momento y es, contradictoriamente, esa licencia, cuando desiste ante la autoridad y el amor a su madre Volumnia, cuando es castigado con la muerte por los suyos, en este caso los Volscos cuyo ejército dirige al lado de Aufidio. De tal manera, adviene, igualmente, el «fatum» trágico, en la escenificación, envuelto, una vez más, en la ambigüedad del asesinato del héroe por parte de Aufidio y su Lugarteniente: ¿castigo por haber roto su promesa de derrotar Roma en vez de pactar para entregarla, o despecho de Aufidio frente al poder que Volumnia, la madre, y Virgilia, la esposa, tuvieron sobre su adorado Coriolano? ¿Ambas cosas, quizás?

La contradicción, la confusión, la ambigüedad, la duda… fundan la naturaleza del personaje dramático, en igualdad de condiciones y al mismo nivel, que las personas espectadoras. Como dice el poeta gallego Gonzalo Navaza: «É dúbida debida / dubidar da vida. / De amor non, / nin de azar» (Es duda debida / dudar de la vida. / De amor no, / ni de azar). Es el amor y la autoridad materna lo que hace dudar, contrariamente, a Coriolano y ceder en su augusta seguridad, mientras ninguna otra circunstancia de la vida lo había conseguido. Así, quien le dio la vida lo precipitará hacia la muerte.

El drama iguala personaje a espectador, los sitúa en la misma indeterminación y en la incógnita del presente que se esfuma hacia un incierto futuro. Sin embargo, la tragedia, capitaneada por personajes heroicos, rígidos en sus principios y valores, adelanta el final funesto justamente porque la «hybris» y los vientos huracanados del conflicto quiebran la vida de quien no sabe adaptarse, de quien no es flexible a los vaivenes. La tragedia sitúa a sus personajes heroicos en una posición más alta que la de las personas espectadoras, los eleva al altar del sacrificio y los convierte en víctimas propiciatorias, en mitos ejemplares.

Coriolano parece romper la regla y su concesión dramática resultará trágica, quizás también porque no puede concebirse un héroe anti-retórico y tan sumamente servicial.

Pese a las diatribas y a los diálogos discursivos de la obra de Shakespeare, la escenificación de Nuno Cardoso nos produce la impresión de estar ante una atractiva trama de intrigas y acción, en el sentido más cinematográfico del término.

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