Rebel delirium

World Stages London (I)

Para un teatro, una productora, una asociación cultural, producir el espectáculo soñado no siempre es posible. Con la infraestructura y los recursos habituales, hacer una producción puede convertirse en una pesadilla, en un rompecabezas irresoluble, para que al final, el espectáculo se quede en eso, un simple sueño.

Ocho teatros de Londres han decidido unirse en el World Stages Festival para hacer algo grande. Battersea Arts Centre, Bush Theatre, Lyric Hammersmith, Royal Court Theatre, Sadler’s Wells, Somerset House, Theatre Royal Stratford East y Young Vic. Nunca antes ocho instituciones teatrales londinenses habían colaborado de esta manera, demostrando que trabajando juntos se puede conseguir mucho más que en solitario. El festival ha programado 12 montajes, de aquellos que solo se pueden hacer cuando las aportaciones vienen de diferentes partes y cuando hay ganas de enfangarse con compañías internacionales, diferentes lenguas y espacios escénicos especiales. Un festival que muestra la diversidad de esta ciudad. La real, no la de postal.

«Three Kingdoms» es el último texto del dramaturgo Simon Stephens que se puede ver en Lyric en el marco de este festival, bajo la dirección de Sebastian Nübling. Escribe un inglés, dirige un alemán y la escenografía la firma un estonio. En el espectáculo se hablan hasta cinco idiomas (alemán, ruso, estonio, inglés y turco) e intervienen más de una docena de actores. La propuesta se ha ido gestando durante 3 años, se estrenó en Tallin, pasó por Munich y ahora llega a Londres. Stephens conoce a Nübling desde hace años y se declara un enamorado de su trabajo. Dice que es un director que nunca le ha preguntado nada sobre sus textos. Nunca ha habido ningún, «¿Qué quiere decir esta frase?» o ningún «¿A qué te refieres con esto?» Al dramaturgo le interesa la frescura con la que el alemán pone en escena sus textos, dejando de lado la sobriedad y el clasicismo inglés.

La obra es un viaje al este, a lo más oscuro del este europeo: redes de prostitución, tráfico de personas, snuff movies, etc. Dos detectives ingleses investigan la muerte de una joven que ha sido decapitada y su cadáver ha sido encontrado en las aguas del Támesis. La investigación les lleva hasta Estonia, donde uno de los policías se ve metido en el epicentro de una trama mafiosa. Se trata pues de un thriller, pero lo más bonito de la obra es el choque cultural que plantea y los tópicos con los que rompe. El policía inglés, que por cierto es el único personaje que no habla ninguna lengua extranjera y que no sabe distingir entre «báltico» y «balcánico», sufre vejaciones y torturas en Estonia, las mismas que él mismo practica en las comisarias de Londres. La obra pone de manifiesto fisuras de nuestra democracia y critica la superioridad con la que a menudo las potencias europeas tratan a sus vecinos del este.

La interpretación masculina es contundente, en especial la del estonio Risto Kübar (afincado en Londres) en el papel del personaje principal y la del alemán Lasse Myhr, que hace de policía germánico, colaborador en la investigación. El actor alemán es un gigante de 2 metros y le saca casi medio metro a su homólogo inglés. En la ficción no se entienden, puesto que ambos no hablan más que su propio idioma. Hay escenas realmente memorables.

El montaje es típicamente alemán, marca de la casa. Extremadamente físico, largo, de mucha exigencia para los actores, música en directo, agua, lubricante, pepinillos volando, destrucción parcial del escenario… Sebastian Nübling se ha formado en Zurich pero trabaja desde hace tiempo con la compañía estonia N099. La estética del montaje recuerda a Ostermeier, a las producciones de la Shaubühne. Es un espectáculo que Rigola hubiera podido programar perfectamente en su etapa como responsable del Lliure. Cosas que se podían hacer cuando había dinero.

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