Y no es coña

El discurso de Albert Boadella

He crecido admirando a Els Joglars, que en aquellos penosos años de finales de los sesenta, setenta y posteriores sus espectáculos eran de las pocas luces que alumbraban en el teatro catalán primero, y español después. Una de esas compañías míticas que implantaron una forma de trabajar, un compromiso con la sociedad, que indagaron estéticamente, que propusieron a sus espectadores temas cadentes, conflictivos, expresados siempre desde un punto de vista que se expresaban en unas formas escénicas que fueron seguidas por un número muy elevado de conciudadanos en forma de públicos cómplices en todo el Estado español. Y en sus primeros años, cuando eran textos sin apenas texto, internacionalmente.

Mantengo el amparo de Els Joglars porque es el lugar donde Albert Boadella ha ejercido de maestro, compañero, activista social y cultural, y es el grupo más longevo de España y probablemente de toda Europa, al menos en el formato de independencia, sin vinculación a ninguna estructura física, ni administrativa concreta y que lo mucho que han logrado lo ha hecho por el acompañamiento masivo de numerosos públicos, insisto, cómplices, que han recorrido toda su peripecia vital, artística, teatral, cultural, social, policial y política. No existe grupo con más vetos, prohibiciones y ataques violentos de la extrema derecha española. Fueron perseguidos por una obra de teatro «La Torna», encarcelados por los militares de la transición, juzgados en rebeldía. Han sido excomulgados por sus obras. Nadie, puede presentar una hoja de servicio a la democracia, a su visualización encima de un escenario como Els Joglars, y todos hemos sabido desde siempre, que siendo un grupo, que manteniendo una estructura interna cooperativa, el gran creador ha sido siempre Albert Boadella, muy bien acompañado, con un equipo fiel, aunque hayan variado algunos de sus miembros en estos cincuenta años de vida, por la lógica de la genética, y de la viveza de un complejo creador como ha sido Els Joglars.

Sus obras han marcado hitos en la escena. Han jugado con los lenguajes escénicos, fueron vanguardia, lograron una forma muy particular de ser y estar encima de un escenario que se correspondía siempre con sus inquietudes políticas de cada momento de su existencia y por lo anteriormente dicho, con un acompañamiento masivo de ciudadanos. Se mantuvo meses llenando un teatro barcelonés en pleno gobierno de Jordi Pujol, poniendo en solfa a esa figura política, que tomó represalias muy serias en forma de intento de estrangulación económica. Han tocado asuntos sensibles, además de los nacionalismos, como es el excesivo deporte, la energía nuclear, el formalismo religioso, por poner algunos, siempre en clave humorística, sarcástica, siempre, o casi siempre, en un esfuerzo estético considerable. Han sido, son y serán, unos maestros en lo suyo. Únicos, irrepetibles.

Por todo ello y ahora que se reestrena ‘El Nacional’ en un teatro privado de Madrid, quisiera sobrevolar el discurso último de Albert Boadella, cuyas consideraciones de la política, no comparto, porque considero que adopta una postura de ácrata de derechas. Ni siquiera me parece muy a tener en cuenta que acepte ser el director de Los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid, porque estoy convencido de que al final, logrará colocar esos teatros en el imaginario de la gente. Yo creo que es admirable, sin resquicios su talento teatral, su trayectoria, su propia actualidad teatral, pese a que considero que en sus últimos espectáculos se notaba un cierto desgaste, una falta de energía positiva, lo que no es nada más que una opinión y que entiendo es un derecho de cualquier artista a tener desniveles en sus creaciones.

Pero dentro de su discurso, el teatral, el que escucho, releo, y a veces comparto, está esa necesidad de establecer una alianza con los públicos, una suerte de denuncia a quienes parecen querer ser una especie de funcionarios de tercera o cuarta categoría, además muy discontinuos y temporeros, de rebanadores de las migajas y ayudas públicas, que parece obsesionar a muchos. Propone Boadella que se debería buscar cada uno su manera de tener sus fans que lo defiendan en taquilla, o que coadyuven a la existencia de los proyectos. Ese discurso, dicho desde la práctica, desde la ejemplaridad de entrar, recuerdo, a un teatro privado en Madrid, me parece muy apropiado en estos momentos. Al menos para reflexionar sobre él. No, no se rasgue nadie las vestiduras, yo abogo por una cultura democrática y ayudada desde el poder instituido, pero eso no debe ser la sopa boba. El sistema que hemos creado entre todos no funciona y hay que cambiarlo. Y como no podemos esperar a que lo arreglen ellos, los políticos y sus torpes asesores y funcionarios desnortados, algo deberá hacer la parte contratante activa, los creadores para su propia cotinuidad.

Y un último detalle, ignoro cuántas ayudas, si es que reciben Els Joglars actualmente. Seguro que a través de contrataciones en los tetaros de la Red van bien, pero casi siempre retornan por taquilla a sus contratantes parte (o todo) del cachet, pero hay que recordar que ellos fueron los que cuando se les otorgó hace unos años el Premio Nacional de Teatro, lo rechazaron. Con argumentaciones de coherencia con su propio discurso. Y se recuerda que este premio, además de dar la mano al rey o al príncipe, viene dotado con una cantidad de dinero muy apetecible.

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